Ángelus: La Eucaristía genera y renueva a la Iglesia
- 14 de junio, 2020
- Ciudad del Vaticano (AICA)
Durante el rezo del Ángelus de este domingo, solemnidad del Corpus Christi, el Santo Padre recordó el "efecto místico y comunitario de la Eucaristía.
Después de celebrar la misa en la Basílica de San Pedro, en este domingo de la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el papa Francisco se asomó a la ventana de Palacio Apostólico para rezar el Ángelus con pocos fieles –por razones sanitarias– reunidos en la Plaza de San Pedro, y reflexionar con ellos sobre el efecto místico y comunitario de la Eucaristía.
El pontífice centró su reflexión a partir de la segunda lectura de la liturgia del día, con la que San Pablo describe la celebración eucarística, quien “hace énfasis en dos efectos del cáliz compartido y el pan partido", a saber, "el efecto místico y el efecto comunitario”.
«¿La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?».
Estas palabras –dijo el Papa– expresan el efecto místico o espiritual de la Eucaristía: se trata de la unión con Cristo, que se ofrece a sí mismo en el pan y el vino para la salvación de todos. Jesús está presente en el sacramento de la Eucaristía para ser nuestro alimento, para ser asimilado y convertirse en nosotros en esa fuerza renovadora que nos devuelve la energía y el deseo de retomar el camino después de cada pausa o caída. Pero esto requiere nuestro asentimiento, nuestra voluntad de dejarnos transformar, nuestra forma de pensar y actuar; de lo contrario las celebraciones eucarísticas en las que participamos se reducen a ritos vacíos y formales.
“Muchas veces alguno va a misa, pero porque hay que ir "como acto social", respetuoso, pero social. Pero el misterio es otra cosa: es Jesús presente que viene a alimentarnos.”
«Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos»: el efecto comunitario de la Eucaristía es expresado con estas las palabras. Francisco explicó que se trata de la comunión mutua de los que participan en la Eucaristía, hasta el punto de convertirse en un solo cuerpo, como lo es el pan que se parte y se distribuye.
La comunión con el cuerpo de Cristo –continuó– es un signo efectivo de unidad, de comunión, de compartir. No se puede participar en la Eucaristía sin comprometerse a una fraternidad mutua, que sea sincera. Pero el Señor sabe bien que nuestra fuerza humana por sí sola no es suficiente para esto. Sabe, por otro lado, que entre sus discípulos siempre existirá la tentación de la rivalidad, la envidia, los prejuicios, la división. Por eso también nos ha dejado el Sacramento de su presencia real, concreta y permanente, para que, permaneciendo unidos a Él, podamos recibir siempre el don del amor fraterno. «Permanezcan en mi amor», decía a sus amigos; y esto es posible gracias a la Eucaristía.
La unión con Cristo y la comunión entre los que se alimentan de Él, es el “doble fruto de la Eucaristía”, concluyó el Santo Padre, puesto que “genera y renueva continuamente la comunidad cristiana”. Es la Iglesia la que hace la Eucaristía, pero es más fundamental que la Eucaristía haga a la Iglesia, y le permita ser su misión, incluso antes de cumplirla.
“Este es el misterio de la comunión, de la Eucaristía: recibir a Jesús para que nos transforme desde dentro y recibir a Jesús para que haga de nosotros unidad y no división.”
“Que la Santa Virgen –finalizó– nos ayude a acoger siempre con asombro y gratitud el gran regalo que nos ha hecho Jesús al dejarnos el Sacramento de su Cuerpo y su Sangre. +