A un año de su fallecimiento, la diócesis de San Martín recordó a Mons. D'Annibale
- 15 de abril, 2021
- San Martín (Buenos Aires) (AICA)
El obispo de San Martín, monseñor Martín Fassi, presidió el 14 de abril una misa por el primer aniversario del fallecimiento de monseñor Miguel Ángel D'Annibale.
En el primer aniversario de su fallecimiento, la diócesis de San Martín celebró una Eucaristía en memoria agradecida por su pastor, monseñor Miguel Ángel D'Annibale.
La Eucaristía tuvo lugar en la catedral Jesús Buen Pastor, y fue presidida por el obispo de San Martín, monseñor Martín Fassi, y concelebrada por el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Vicente Ojea, y por el obispo de Merlo-Moreno, monseñor Fernando Carlos Maletti.
Debido a las restricciones de cuidado sanitario, sólo asistieron representantes de las comunidades de la diócesis. La misa fue transmitida a través de las redes sociales.
Monseñor Fassi inició su homilía haciendo referencia al Evangelio del día, que "comienza con una certeza, con una afirmación convencida: 'Si, Dios amó tanto al mundo…..' y enseguida dice el porqué de esa convicción: 'entregó a su Hijo Único', y luego un para qué: 'para que tenga vida eterna', es decir vida en plenitud, vida en abundancia".
"En estos tiempos de tanta incertidumbre, cuando no podemos programar más que a muy corto plazo, con el sentimiento de que todo es precario: los sistemas, la salud, nuestras organizaciones, que la vida es frágil y valiosa a la vez, tiempos en que tenemos que aprender a convivir con la frustración y la necesidad de volver a confiar una y otra vez….en este contexto, los discípulos de Jesús celebramos la resurrección, la vida. Y frente a todo tipo de contrariedad y desconcierto actual, nos juntamos para decirnos con una convicción mezclada de anhelo y temor: 'Verdaderamente ha resucitado'. La vida es más fuerte que la muerte", aseguró.
"Esta proclamación de la fe que confesamos juntos en la Vigilia Pascual es al mismo tiempo una confesión de lo que verdaderamente amamos. Porque lo que amamos es lo que nos mantiene vivos y lo que nos hace levantar cada mañana. Son las señales de amor en estos tiempos lo que nos convence de que la única fuerza que tiene la muerte es la de probar que la vida existe. Tiene la capacidad de arrebatarnos lo más querido, los seres que amamos y nos deja con la pena de la ausencia, pero no logra aniquilar su presencia: los que vivieron entre nosotros, vivieron, existieron, fueron y siguen siendo una realidad imborrable. Así nos dice también la Palabra".
"Las almas de los justos están en las manos de Dios, y no los afectará ningún tormento. A los ojos de los insensatos parecían muertos; su partida de este mundo fue considerada una desgracia y su alejamiento de nosotros, una completa destrucción; pero ellos están en paz", afirmó.
"¿Quién nos quita lo vivido? El Resucitado ha transformado la muerte por vida entregada. Una cosa es morir, otra, entregar la vida. Así la muerte puede tener la fuerza de arrancarnos una acción de gracias por el amor entregado que nos plenifica. Cuando Tomás el apóstol incrédulo va a tocar las heridas del Resucitado busca tocar las señales del amor de su Maestro, la prueba de que es Él y no otro. Y cuando toca sus manos y su costado es el mismo Tomás quien es tocado por esos signos de amor de su Maestro. Es la vida entregada del Maestro que lo transforma, sus heridas han transformado a un incrédulo en un creyente de la vida".
En referencia a monseñor D'Annibale, expresó: "Hay personas cuyas vidas nos han tocado como a Tomás y nos han transformado. Nos han dejado una huella imborrable que los mantiene vivos entre nosotros. Nuestro padre, hermano y amigo Miguel Ángel es uno de ellos. Y hoy nos reúne la acción de gracias por su vida que le arrancamos a su muerte, o a su vida entregada. O a su Pascua, como a él le gustaría que la llamemos. Porque como sabemos Miguel tenía siempre la mirada puesta en la Pascua".
"¿Y qué nos ha tocado de Miguel que hoy agradecemos?", preguntó. "Nos ha tocado su bondad. Miguel entre nosotros fue sencillamente un 'hombre bueno' y por eso un hombre de Dios. Por eso inspiraba confianza. Al lado de él todo estaba bien. Es lo que refleja su mirada en la foto".
"Nos ha tocado su entrega generosa. Todo se lo ponía al hombro, como el pastor con sus ovejas. Por eso inspiraba seguridad. Cuidaba que todo estuviera bien. Es lo que nos deja en su báculo", añadió.
"Nos ha tocado su optimismo, con un aire de ingenuidad, es verdad, pero que devolvía alegría, porque era un optimismo testarudo. Iba por la vida con su mate y últimamente con su guitarra también", recordó.
"Nos ha tocado su paternidad. Su cercanía y deseo de acompañarlo todo nos mostraba la convicción de su vocación de pastor misionero. Fácilmente convocaba a muchos. Miguel era un hombre de comunión. Sufría mucho las desuniones, los conflictos. Y ese deseo era reflejo de su amor por la Eucaristía y las celebraciones. Con Miguel daba ganas de celebrar", reconoció.
"Y finalmente, Miguel era un hombre de una enorme capacidad de trabajo y de entusiasmo en el trabajo, y eso nos tiene que tocar también, como diócesis. Él nos dejó una asamblea, que quien más estaba convencido de que iba a salir bien, era él. Esa asamblea la armó él, la convocó él, la celebró él. No solo, sino con la diócesis, pero él despertó sueños que quizá estaban dormidos", advirtió.
"Nos toca ahora a nosotros ponerle el cuerpo a esos sueños, ponernos manos a la obra. Que no se duerman, no tiremos la toalla con las limitaciones de este tiempo de pandemia. Hay que rebuscárselas para arrebatarle una vez más a la muerte, que quiera quitarnos los sueños, las motivaciones, nuestra identidad, que es la fe en el Resucitado", animó.+