La población siria vive en incertidumbre, casi en paz pero en guerra. Es una situación incierta y difícil que se está volviendo insostenible para los más débiles, y que sufren especialmente los cristianos que en algunas zonas han casi desaparecido. Es un cuadro lleno de claroscuros que surge del breve e intenso mensaje para la Cuaresma difundido por monseñor Samir Nassar, arzobispo maronita de Damasco.
"Cuando entré a Duma, en Guta Oriental, Siria, y se abrió ante mí esa montaña de cenizas, polvo y destrucción quedé muy consternado. He visto a personas que aun siguen viviendo en medio de los escombros y la devastación y fue un momento de gran dolor", expresó el cardenal Luis Antonio Tagle, arzobispo de Manila y presidente de Cáritas Internationalis tras su reciente visita al área periférica de Damasco, lugar que por largo tiempo fue símbolo del conflicto sirio.
"Estamos en el octavo año de una guerra jamás terminada. La gente está expuesta a una dura prueba sobre todo por la crisis económica, que para algunos padres de familia es aún peor que todo el terror y el sufrimiento que han sufrido hasta hoy", con estas duras palabras el párroco de Alepo, Siria, padre Ibrahim Albasagh OFM, describe en su mensaje de Cuaresma, la situación de su ciudad y anuncia una campaña en favor de las familias en dificultad: "Una lata de aceite para todos".
El presidente sirio Bashar al Assad prometió reconstruir la iglesia-santuario de los mártires armenios ubicada en la ciudad siria de Deir ez-Zor que fue destruida por los jihadistas del Estado Islámico en septiembre de 2014.