Queridos catequistas:
No quería dejar pasar el día, sin dirigirles unas pequeñas pero sentidas líneas de gratitud para con cada uno de ustedes, que han asumido con generosidad y responsabilidad la misión de ser catequistas.
Hace unos días compartía lo siguiente:
“Sin duda que, en nuestra Iglesia Particular castrense, es este un gran desafío, pero a la vez apasionante, ¿cómo predicar el Evangelio a los jóvenes y adultos de hoy? ¿Cómo ayudar a profundizar la fe y a la vez como acompañar a los jóvenes y adultos que se nos confían para ser testigos auténticos y valientes del Evangelio en sus realidades? ¿Cómo seguir evangelizando? ¿Cómo aprovechar cada instancia que se nos facilita para el anuncio del Evangelio? ¿Cómo generar que nuestra gente se encuentre de tal modo con Jesús, que se convierta en el horizonte de sus propias vidas e ilumine su vocación militar?”
En ese desafío de la evangelización, ustedes tienen mucho que ver. Agradezco todo lo que hacen para concretarlo y los animo para que sigan con pasión, anunciando la Buena Noticia de Jesús.
Lo que el Señor ha puesto en sus manos, “ese tesoro en vasijas de barro”, se sostiene desde la oración, la Palabra y la Eucaristía; pilares que- no dudo- están presentes en sus vidas. A eso, pueden sumarle también, mi constante oración por ustedes.
Cuenten también conmigo, siempre, y yo me sigo encomendando a sus oraciones y renuevo la gratitud por sus vidas y por su misión, bella y desafiante misión: ser catequista, anunciar con la vida y con la palabra, la persona misma de Jesús.
Les dejo mi paternal bendición en el Señor Jesús, en su Madre y madre de todos, la Virgen María en la tan querida advocación de la Virgen de Luján, patrona nuestra, y en san Pío X, patrono de los catequistas.
Mons. Santiago Olivera, obispo castrense