Una vez más acudimos a San Cayetano en búsqueda de paz, pan y trabajo; es lo que más anhela el corazón humano para vivir con dignidad.
En estos tiempos difíciles del mundo, donde la humanidad padece el regreso paulatino a la normalidad luego de la pandemia sufrida por todos, expuestos los niños y no solo ellos al peligro, como decía la primera lectura en el libro de la Sabiduría, de que le estén “arrebatando la vida”. Por eso el pueblo con paciencia y fe sabe esperar la ayuda de San Cayetano, confiando en el amor de Dios que no abandona nunca a su pueblo.
Cada año los peregrinos en toda la Argentina acuden a la casa de Dios, muchos también agradeciendo algo tan central en la vida para toda mujer y varón que es tener un trabajo digno para poder vivir del fruto de ese trabajo.
Qué bueno el corazón humano que no se resigna ante las dificultades de la vida, y va superando el abatimiento del alma y los problemas de cada día cuando se hace inalcanzable llevar el pan de cada día a nuestras familias a causa de la inflación asfixiante que se padece, donde muchos tienen que acudir a comedores o a la ración que da el Estado, así como tantos ancianos que padecen más las enfermedades por la ausencia de sus medicamentos.
Este es el dolor del pueblo que espera y confía en que San Cayetano nos ayude, no sólo a tener fe inquebrantable en Dios sino también viene a pedirle al santo que nos ayude a todos a recordar que cuánto más difíciles y duros son los tiempos lo más importante es pedir el pan de la fraternidad, porque el pan no se come en soledad, se comparte en la mesa de la familia, y en la mesa de la comunidad. ¡Cuánto necesitamos hoy este pan en una sociedad tan agrietada y enfrentada!
Nos recuerda la canción: “No es posible morirse de hambre en esta tierra bendita del pan”.
La visita cada año de los peregrinos a San Cayetano nos dice que no nos salvamos solos, que lasolidaridad es uno de los sentimientos más grandes del pueblo argentino.
Pidamos a San Cayetano que nos ayude a generar proyectos comunes, donde todos tengan igualdad de posibilidades, donde desaparezcan los privilegios y en cambio aparezcan las ideas creativas, con prácticas capaces de construir una fraternidad política, para pensar prioritariamente en quienes más están sufriendo esta crisis, con soluciones honestas y realistas, que prescindan del uso clientelar.
“La paz, el pan y el trabajo” que siempre pedimos a San Cayetano, es hoy más necesaria que nunca por los tiempos complejos que estamos viviendo, en que ningún sector parece estar dispuesto a ceder en sus intereses, pero es lo que nos hará bien a todos: políticos, sindicalistas, empresarios, religiosos y profesionales de todo tipo, de la salud, de la educación, de la justicia, entre otros. Por eso también le pedimos a San Cayetano algo “que no poseemos”: Una fe capaz de saber esperar, pero que, como la fe en Dios, será anticipo de “bienes futuros que los niños y jóvenes de nuestra patria se merecen”, como nosotros que recibimos de nuestros abuelos y mayores, esta “tierra bendita del pan”.
No temamos, queridos hermanos… felices los peregrinos de San Cayetano que no bajan los brazos ni pierden la esperanza, porque el mismo Dios “los hará sentar a su mesa y se pondrá a servirlos”.
Felices los que al llegar el Señor nos encuentre ocupados en esta misión de vivir en paz, con honestidad en el trabajo, valorando la familia y haciendo el bien a los demás.
Recordemos que “al que se le dio mucho, se le pedirá mucho y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más”.
Mons. Luis Alberto Fernández, obispo de Rafaela