Queridos hermanos,
Hoy celebramos a Santiago apóstol, santo patrono de la ciudad de Mendoza, venerado en toda la provincia. Peregrinos urbanos hacia el Dios de la vida, venimos a esta Casa de Santiago en nuestra ciudad capital, conscientes de que, en el seguimiento de Jesús, los apóstoles son referencias seguras, rubricadas por la entrega de su sangre al servicio del Reino.
Cuando los Evangelios enumeran a los apóstoles, tenemos a dos con el mismo nombre: Santiago, el hijo de Zebedeo, y Santiago, el hijo de Alfeo (cf. Mc 3, 17-18; Mt 10, 2-3), diferenciados en algunos casos con los apodos de Santiago el Mayor y Santiago el Menor. No se trata de una cuestión de altura, de edad o de santidad, sino de la responsabilidad que le asignan los textos bíblicos, especialmente durante la vida terrena de Jesús.
Nuestro patrón Santiago es el Mayor. Por los elementos biográficos que nos aportan los evangelios, sabemos que es el hermano de Juan y se le presenta como alguien importante dentro del grupo apostólico, detrás de Pedro, generalmente. Así podemos encontrarlo en momentos muy especiales de la vida de Jesús.
Con Pedro y Juan, Santiago acompañaron a Jesús en su Transfiguración y en el huerto de Getsemaní, cuando el Señor ora al Padre en la inminencia de su arresto. En la Transfiguración, Santiago junto a Pedro y Juan, asisten a una manifestación de la gloria del Señor, cuando éste conversa con Moisés y Elías; en el Huerto, en cambio, presencian el sufrimiento y la manifestación de obediencia del Hijo de Dios a la voluntad del Padre. Aprendió junto a Pedro y Juan, de un modo íntimo e intenso que la gloria de Cristo se realiza precisamente en la cruz, que la felicidad y la plenitud de nuestra vocación cristiana nos piden asumir muchas veces dolores y cruces que maduran nuestra fe.
El Espíritu Santo, en Pentecostés, haría de Santiago un apóstol valiente y decidido. San Lucas nos narra en el Libro de los Hechos (12,1.2) que Herodes Agripa, “echó mano a algunos de la Iglesia para maltratarlos e hizo morir por la espada a Santiago, el hermano de Juan”. Es una referencia escueta que permite descubrir que, para la primera comunidad cristiana, el martirio era el destino habitual de los testigos del Señor. Cumpliría así con la respuesta que dio al Señor ante un requerimiento de su madre que pedía para él y su hermano, un lugar de privilegio. Santiago fue el primero de los apóstoles en beber el cáliz que Jesús bebió.
Santiago con el bastón del peregrino y el rollo del Evangelio, manifiesta el carácter misionero, itinerante, de la vida cristiana, llamada a testimoniar la buena noticia del Reino de Dios, “entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios.” (Concilio Vaticano II, Lumen Gentium 8).
Cada vez que celebramos la memoria de un Apóstol, somos invitados a reflexionar sobre nuestra fe, para que, en este caso Santiago, nos ayude a descubrir nuestros orígenes como Iglesia en la que los Apóstoles y sus sucesores están al servicio de su crecimiento y plenitud como casa de los hermanos y hospital de campaña.
Si Santiago junto a los demás apóstoles extendieron el mensaje de Cristo, hoy nos toca a nosotros establecer un diálogo permanente con la sociedad con un lenguaje accesible y cercano, en sintonía y solidaridad, para que ella conozca a Jesucristo, camino, verdad y vida. Somos parte de esa posta inaugurada por los apóstoles para trasmitir sin interrupción que el nuestro es un Dios vivo. Más allá de nuestras fragilidades, llevamos en nuestras pobres vasijas de barro, el tesoro de la Buena Nueva de Cristo que es vida nueva para todos.
Y este mensaje tiene vigencia hoy. Esta herencia sagrada de la fe que los apóstoles nos han legado, nos urge a testimoniar a Jesús en esta sociedad en la que vivimos, para hacer presente su proyecto de amor y aspirar, entre otras cosas, a la amistad social como camino de realización plena de todos y cada uno, donde nos cuidemos, nos ayudemos y aportemos lo mejor de nosotros.
Tantas veces asociamos a Santiago con los movimientos sísmicos y su presencia protectora, que podemos encomendarle nos cuide de los feroces sismos que hoy nos afligen como sociedad, donde la pérdida del sentido de la vida y la indiferencia estrechan los horizontes de la amistad social por imperio de la avidez, la agresividad sin límites, la denigración del que piensa diferente, el individualismo y la absoluta falta de empatía en relación con los otros.
Rendidos ante tu bastón peregrino y ante la Palabra de Dios en tus manos, Patrón Santiago, nos confiamos a tu protección para que intercedas ante el Señor y nos ayudes a ser un pueblo en camino hacia un tiempo mejor.
- Que prevalezcan en la edificación de nuestra vida social, la riqueza de los valores evangélicos y la nobleza del auténtico temple mendocino, con trabajo creativo y solidaridad fraterna.
- Que seamos una comunidad siempre dispuesta a enfrentar los desafíos de los tiempos nuevos, donde no falte el diálogo entre los distintos sectores, las generaciones, los partidos políticos y las organizaciones políticas y sociales.
- Que tengamos un corazón grande, lejanas las mezquindades, los egoísmos, y la codicia que afectan y dañan la dignidad de la persona humana, la vida de pueblos y familias, y la Casa común.
Dios bendiga a Mendoza. Dios cuide de los mendocinos. Dios nos haga capaces de tiempos nuevos por intercesión de Santiago y la siempre fiel y cariñosa protección de Nuestra Señora del Rosario.
Solemnidad de Santiago Apóstol, Mendoza, 25 de julio de 2022.
Mons. Marcelo Daniel Colombo, arzobispo de Mendoza