Pablo en el relato de la institución de la Eucaristía nos deja el testimonio más antiguo de las palabras de Cristo en la Última Cena.
“Hagan esto en memoria mía”. Como el mismo Cristo: tomen el pan, den gracias y pártanlo; tomen el cáliz, den gracias y distribúyanlo. Jesús manda repetir el gesto que hace memoria de su Pascua, por el que nos dio su Cuerpo y su Sangre que hoy llega hasta nosotros. Celebrar la misa, “hacer” la Eucaristía, tiene siempre a Jesús como protagonista, aunque se realice a través de nuestras pobres manos ungidas.
“Hagan esto”. También lo dijo en el Evangelio al ver la multitud cansada y hambrienta. ¿Qué es lo que tienen que hacer?: “Denles ustedes de comer”.
“Denles ustedes de comer” le dice a los discípulos que quieren evadir el problema despidiendo a la gente para que cada uno se las arregle como pueda. Jesús no acepta esa evasión: “Denles ustedes mismos de comer”. Jesús no hace magia, no es un prestidigitador que simplemente saca panes del sombrero...
“Denles ustedes de comer”. Mandato misericordioso y salvador que da a sus discípulos para que hagan lo que él tenía claro en su corazón: que el mundo sea esa gran mesa tendida donde todos puedan participar y nadie quede excluido.
Denles el pan que yo voy a bendecir para calmar el hambre de todas esas personas. En lugar de despedir a la gente, y quedarse en intimidad conmigo acaparándome, partan y repartan lo que hay; aunque sean apenas cinco panes y dos peces.
Y fue así que los trozos de pan, bendecidos y partidos por sus manos, pasan a las pobres manos de los discípulos para alimentar a la multitud.
“Hagan esto”. Y con Jesús, “dan de comer”. Este, no es el gesto político para la selfie de un momento, sino que es un signo de lo que Cristo quiere perpetuar para la salvación de toda la humanidad ofreciendo su carne y su sangre.
“Hagan esto”, desde y con Jesús. Hacerlo en su memoria tiene que pasar siempre a través de estos tres verbos, de estos gestos: “contemplar, bendecir y compartir”.
“Contemplar”. No es la mirada rápida para salir del paso, contemplar es mirar más allá de lo que ven los ojos del ego para saber reconocer las verdaderas necesidades y poner manos a la obra para cambiar lo que produce indignidad. Contemplar para no quedar presos de estadísticas de pobreza, miseria y falta de trabajo para descubrir rostros, historias, heridas y esperanzas que necesitan realizarse. Porque Jesús contempló la necesidad y también la posibilidad de sus discípulos pudo decir: “denles ustedes de comer”.
“Bendecir”. Jesús, como creyente de su pueblo, experimenta la bendición como esa unión de acción de gracias al Dios bueno que da vida, fecundidad y nunca desampara a sus hijos. Siempre la bendición ilumina nuestra mirada y la rescata de la oscuridad de la desesperanza permitiendo ver lo que otros no ven. ¡Los cinco panes y los dos pescados van a alcanzar!
“Compartir” es el tercer verbo-gesto. Partir está en la raíz de la palabra y de la intención de Jesús al decir «hagan esto en memoria mía». Jesús parte de lo que se tiene, aunque sea tan poco como "cinco panes y dos pescados". La multiplicación en realidad no fue sino una división, un reparto prolongado, un poner todo lo que se tenía a disposición de todos. Cuando se parte y reparte sin egoísmo, hay mucho más de lo que parece. Jesús se ha compartido porque se ha dejado “partir”, se parte por nosotros. Jesús no se multiplica, se parte y se comparte.
Hoy, en este Corpus y en cada misa, celebramos la presencia real de Cristo en la comunidad, tocamos una parte del misterio. Se trata de la presencia de aquel que se entregó como don para la comunión y la Vida, que partió y repartió no sólo aquellos cinco panes y dos peces, sino su propio Cuerpo y su propia Sangre. Celebrar la Eucaristía exige de nosotros la misma entrega y esperanza. Contemplar, bendecir y compartir para querer seguir multiplicando el pan, como él: sin evadir el problema, sin despedir a la gente para que resuelvan su hambre, sin pensar que la lógica mercantil es "la solución”, sino sentándonos junto a los hermanos, para contemplar, bendecir y compartir, buscando juntos nuevos caminos que la sociedad, en su esfuerzo por multiplicar, no logra encontrar para calmar el hambre de vida tantos hombres y mujeres.
“Hagan esto en memoria mía”. Comulgar es recibir a Cristo; pero no acaparar a Cristo, monopolizar la posesión de Cristo, retener a Cristo para nuestro uso particular. Comulgar es sentarnos a comer con los hermanos.
La Eucaristía expresa esta realidad cuando es lugar de amor confesado y compartido, y el impulso para un compromiso de servicio al mundo. Se trata, por tanto, más que de pasear la custodia por nuestras calles con devoción y solemnidad, de hacer presente al Dios de Jesús en la vida de nuestra sociedad. Es la fiesta de la Iglesia servidora en el esfuerzo por paliar el hambre de los pobres, enfermos, solos, en situación de calle, drogadependientes y marginados de todo tipo. Este es el modelo evangélico de celebrar este día.
Que el gesto de la Procesión Eucarística, que dentro de poco vamos a hacer, responda también a este mandato de Jesús. Un gesto para hacer memoria de él; un gesto para dar de comer a la muchedumbre actual; un gesto para «partir» nuestra fe y nuestra vida como signo del amor de Cristo por esta ciudad y por el mundo entero.
Mons. Eduardo García, obispo de San Justo