Queridos hermanos sacerdotes:
Una vez más nos hemos congregado para nuestra Eucaristía, de la que desde hace mucho tiempo o desde hace unos meses somos ministros. Bienvenidos a esta celebración. ¡Muchas gracias!
Gracias a todos los que nos están acompañando en esta celebración de acción de gracias por tan grande don de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, a su Iglesia y a nosotros, pobres pecadores. Por favor, no se cansen de rezar por nosotros, sus sacerdotes, por nuestra fidelidad y santidad de vida. No se queden en nuestras miserias, que son muchas, vergonzosas y merecedoras de la mayor de la reprobaciones, sino en lo que Dios, a través de estos indignos instrumentos, hace en favor de ustedes, en favor de la salud espiritual y la salvación de cada uno de los bautizados y también de los que aún no lo están. Tengan por cierto que cada Misa que celebramos y cada absolución que regalamos es lo más sublime que acontece en esta tierra que transitamos. De esto se admiran, sin cesar, los ángeles, la Virgen María y todos los que ya gozan en la presencia de Dios, y el demonio y sus secuaces tiemblan y se retuercen de impotencia ante tanta bendición de Dios para salvar a la humanidad.
A ustedes, hermanos sacerdotes, les ruego que consideren muy en serio el pedido que nos hizo el Papa Francisco acerca de trabajar con denuedo en la ‘Sinodalidad’ que le es propia a la Iglesia, que ya estamos elaborando en su fase de ‘escucha’ y que sus conclusiones en breve debemos presentar para su procesamiento, de modo que se pueda pasar a la instancia siguiente en este camino hacia el Sínodo de los Obispos del mes de octubre del 2023. Por cierto, que el camino empezado no termina allí, sino que continúa como estilo que la Iglesia siempre ha de tener, pues así la quiso, la quiere y la querrá su Esposo y Cabeza, Jesucristo, el Señor.
Además, todo este trabajo nos está ayudando como diócesis en la realización de las asambleas parroquiales, decanatales y la diocesana el 1 de octubre venidero, a fin de encaminar decididamente a nuestra Iglesia Particular hacia el Gran Jubileo de la Redención en el 2033, abordando los desafíos que vamos encontrando para iluminarlos y transformarlos con las luces y gracias del Evangelio. El trabajo es arduo, pero apasionante.
Así que, invito a todos, sin excepción, a involucrarse en la tarea que el Señor nos está asignando, y de la que se nos pedirá cuentas.
Ahora compartiré una serie de enseñanzas del Papa Francisco:
1. La sinodalidad no es el capítulo más de eclesiología, y menos aún una moda, un eslogan o el nuevo término a utilizar o manipular en nuestras reuniones. ¡No! La sinodalidad expresa la naturaleza de la Iglesia, su forma, su estilo, su misión (Roma, 18.IX.2021).
2. La palabra ‘sínodo’ contiene todo lo que necesitamos saber: “caminar juntos” -laicos, pastores, obispo de Roma-, es un concepto fácil de expresar con palabras, pero no es tan fácil ponerlo en práctica (50 Aniversario del Sínodo de los obispos, 17.X.2015).
3. Este camino cuenta la historia en la que caminan juntas la Palabra de Dios y las personas que dirigen su atención y su fe a esa Palabra. La Palabra de Dios camina con nosotros (Roma, 18.IX.2021).
4. Una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha, con la conciencia de que escuchar es más que oír. Es una escucha recíproca en la cual cada uno tiene algo que aprender (50 Aniv. Sín. Ob., 17.X.2015).
5. Pueblo fiel, colegio episcopal, obispo de Roma: uno en escucha de los otros; y todos en escucha del Espíritu Santo, el «Espíritu de la verdad» (Jn 14,17), «El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias» (Ap 2,7) (50 Aniv. Sín. Ob., 17.X.2015).
6. Tener oídos, escuchar, es el primer compromiso. Se trata de escuchar la voz de Dios, de captar su presencia, de interceptar su paso y su soplo de vida (Roma, 18.IX.2021).
7. La Iglesia avanza, camina junta, es sinodal. Pero siempre el Espíritu Santo es el gran protagonista de la Iglesia. Si no está el Espíritu Santo, será un parlamento diocesano, pero no un Sínodo. El Espíritu Santo nos necesita. Escúchenlo, escuchándose unos a otros. No dejen a nadie afuera o detrás (Roma, 18.IX.2021).
8. Por tanto, no estamos haciendo un parlamento diocesano, no estamos haciendo un estudio sobre esto o aquello, ¡no!, estamos haciendo un camino de escucha mutua y de escucha del Espíritu Santo, de discusión, y también de discusión con el Espíritu Santo, que es una forma de orar (Roma, 18.IX.2021).
9. Las soluciones deben buscarse en la escucha orante de la Palabra a Dios y reconociendo sus voces en medio de nosotros; rezando y abriendo los ojos a todo lo que nos rodea por medio de una vida fiel al Evangelio. No tengan miedo de entrar en diálogo y de dejarse impactar por el diálogo (Roma, 18.IX.2021).
10. Los pastores tenemos que caminar con el pueblo, a veces delante, a veces en medio, a veces detrás. El buen pastor tiene que moverse así. Delante para guiar, en medio para animar y no olvidar el olor del rebaño, y detrás porque el pueblo tiene también "instinto" para encontrar nuevos caminos, o para encontrar el camino perdido (Roma, 18.IX.2021).
11. El sensus fidei, u ‘olfato de la fe’, capacita a todos en la dignidad de la función profética de Jesucristo (cf. Lum. Gen., 34-35), para que puedan discernir cuáles son los caminos del Evangelio en el presente. Pero no puede haber sensus fidei sin participación en la vida de la Iglesia, que no es sólo activismo católico, sino ese ‘sentimiento’ que se alimenta de los «sentimientos de Cristo» (Flp 2,5) (Roma, 18.IX.2021).
12. La sinodalidad nos ofrece el marco interpretativo más adecuado para comprender el mismo ministerio jerárquico (50 Aniv. Sín. Ob., 17.X.2015).
13. El obispo, el sacerdote y el diácono desvinculados del pueblo son un funcionario, no un pastor (Roma, 18.IX.2021).
14. Hay mucha resistencia a superar la imagen de una Iglesia rígidamente dividida entre dirigentes y subalternos, entre los que enseñan y los que tienen que aprender, olvidando que a Dios le gusta cambiar posiciones, como lo expresó la Virgen María «Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes» (Lc 1,52) (Roma, 18.IX.2021).
15. Y esto es importante: que en el diálogo puedan surgir nuestras propias miserias, sin justificación. ¡No tengan miedo! (Roma, 18.IX.2021).
Sí, mis queridos hermanos, nuestra grandeza no radica tanto en no equivocarnos, sino en reconocer nuestros errores; y esto nos hace crecer.
Las lecturas de hoy, sobre todo, la primera y el evangelio nos ponen de frente a la Unción, no sólo con el aceite, sino sobre todo con el Espíritu Santo. El Verbo Encarnado no fue ungido con aceite, sino con el Espíritu Santo. Así también, nosotros hemos sido ungidos por el Espíritu Santo, significado con la unción de las manos con el santo crisma.
Los santos óleos que hoy consagraremos serán los signos visibles por los que nos llegará la Gracia de Dios por medio de los sacramentos. Todo ello por la fuerza del Espíritu Santo a fin de que seamos el Cuerpo de Cristo: la Iglesia cuya cabeza es Cristo, el Ungido por excelencia.
El profeta Isaías trasmite lo que somos: ‘Sacerdotes del Señor’, ‘Ministros de nuestro Dios’, ‘Estirpe bendecida del Señor’ (Is 61,6.9) para ser testigos de Aquél que es el Testigo fiel del Padre (Ap 1,5), el Alfa y la Omega de todo lo que existe (Ap 1,8), para llevar la buena noticia a los pobres, para curar los corazones desgarrados, para dar vista a los ciegos, para consolar a los afligidos, para dar la liberación a los cautivos y para proclamar el año de gracia del Señor.
Querida Madre de los Sacerdotes, Reina de este Valle, cuídanos, guíanos, corrígenos, anímanos y bendícenos para que seamos fieles al Señor y a los hermanos que se nos confían. Líbranos de las acechanzas del maligno, de las seducciones del mundo, de la mediocridad, de la mentira, de la doble vida, de la mezquindad y del miedo ante los poderosos. Danos un corazón manso, dócil, cercano, paciente, misericordioso y humilde para poder servir a todos, privilegiando a los enfermos, a los más débiles, a los pobres y a los excluidos, guiándolos como buenos y sabios pastores. Amén.
Mons. Luis Urbanc, obispo de Catamarca