En el contexto de la Navidad la liturgia de este domingo nos invita a celebrar a la Sagrada Familia de Jesús, María y José. La familia de Nazareth, la del «Emmanuel» o «Dios-con-nosotros», conoció el asombro del anuncio del nacimiento virginal, la pobreza del pesebre en Belén, la persecución en la huida a Egipto, la perplejidad de María y José al encontrarlo a Jesús adolescente predicando en medio de los maestros en Jerusalén, quienes estaban «estupefactos por su inteligencia y sus respuestas», como nos relata el texto de este domingo (Lc 2,41-52), la cotidianidad de casi treinta años de silencio y trabajo… En este domingo es necesario que los cristianos oremos y reflexionemos sobre el tema de la familia que nos propone la Palabra de Dios. Este tema es fundamental en la acción evangelizadora de la Iglesia y nosotros mismos en nuestra Diócesis lo hemos tomado como uno de los ejes temáticos que hemos reflexionado en nuestro Sínodo Diocesano, formando parte de nuestros desafíos pastorales que deberemos encarar en nuestra acción evangelizadora en los próximos años.
En este domingo es necesario que los cristianos oremos y reflexionemos sobre el modelo de familia que nos propone la Palabra de Dios. Este tema de la familia es fundamental en la acción evangelizadora de la Iglesia. Por supuesto que este tema no es sólo importante desde una perspectiva religiosa, sino también desde lo antropológico, psicológico, sociológico y cultural. Debemos recuperar el rol central que tiene la familia como generadora de valores como la vida, la solidaridad y la justicia. Es asombroso y merece que dediquemos tiempo a investigar y buscar las causas del por qué este tema, que es clave para la proyección de la misma humanidad, no cuente con el suficiente apoyo político, económico y comunicacional. Y que, desde financiamientos y pautas internacionales y nacionales, se busque muchas veces desarticular el núcleo de la familia y el matrimonio, hasta en los mismos contenidos y propuestas educativas.
Por la importancia del tema de la familia, el Papa ha planteado que desde la oración y la reflexión nos dispongamos a pensar caminos de evangelización que introduzcan los vínculos de las familias, y que abracemos a tantos que necesitan experimentar el abrazo misericordioso de Dios. En el sínodo diocesano expresábamos que la familia es uno de los tesoros más importantes del pueblo argentino y de la Diócesis de Posadas. En esta porción de Latinoamérica, una parte importante de la población está afectada por difíciles condiciones de vida que amenazan directamente la institución familiar. En nuestra condición de discípulos y misioneros de Jesucristo, estamos llamados a trabajar para que esta situación sea transformada, y la familia asuma su ser y su misión en el ámbito de la sociedad y de la Iglesia.
En nuestra Diócesis encontramos muchas familias que son «casa y escuela de valores». También hay numerosos grupos pastorales preocupados y ocupados por acompañar a las familias. Pero, por otro lado, vemos también con preocupación el escaso grado de compromiso en las relaciones de las parejas. El amor de la familia de Nazaret es muy distinto al planteo que vemos en el contexto consumista de nuestro tiempo, cuando se presenta todo como descartable y nos unimos al otro sólo circunstancialmente. También constatamos la pérdida de valores en el seno familiar y la falta de una pastoral orgánica que acompañe a la familia en sus diferentes etapas. La propuesta que debemos hacer es diferente. Debemos anunciar con renovado vigor el Evangelio del amor y de la familia. «La alianza de amor y fidelidad, de la cual vive la Sagrada Familia de Nazaret, ilumina el principio que da forma a cada familia, y la hace capaz de afrontar mejor las vicisitudes de la vida y de la historia. Sobre esta base, cada familia, a pesar de su debilidad, puede llegar a ser una luz en la oscuridad del mundo». (cfr. AL 66)
Este domingo nos invita a que pidamos a Dios por el nuevo año que vamos a iniciar. Seguro que en nuestro corazón tenemos dolores y alegrías, cosas que queremos pedir y también agradecer a Dios. Como Obispo y Pastor quiero pedir a Dios por todos nosotros, para que empecemos un año donde podamos crecer en justicia, en solidaridad y paz.
Les envío un saludo cercano y les deseo ¡feliz Año Nuevo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas