…María Madre de Dios”. Así reza una bella canción dedicada a la Virgen María. Expresión de confianza en la ternura de la Madre.
Hoy celebramos el acontecimiento de Nuestra Señora de Guadalupe. Es muy probable que hayas conocido la historia. Un joven indio iba a su catequesis y se le aparece en el cerro Tepeyac una Mujer Bella que le da un mensaje para llevar al obispo, Fray Juan de Zumárraga: erigir un Templo, una casita para ella mostrar sus favores.
Al cumplir con el encargo se encuentra con la incredulidad de las autoridades religiosas de la Iglesia. Cualquiera hubiera pensado que un encargo semejante debía realizarse por medio de “testigos calificados” o “personas importantes”. Pero el obispo decidió pedir a Juan Diego una prueba, una señal de la veracidad de lo solicitado. Cuando da esta respuesta a la Virgen, Ella le pide que regrese al día siguiente para entregarle una señal. Pero sucedió que el tío de Juan Diego enfermó gravemente y prefirió entonces dar un rodeo para no encontrarse con Ella y buscar un sacerdote que asistiera espiritualmente al enfermo. La Virgen le salió al encuentro, dijo que no se preocupara, que su tío ya había sanado.
Pide al indio Juan Diego que recoja unas flores en el cerro Tepeyac y que se las lleve al obispo. Al desplegar la tilma en la cual había recogido las flores queda impresa milagrosamente la imagen de la Señora en la vestimenta del indio.
Hoy se venera ese cuadro en el santuario de México y en tantas otras Parroquias, Capillas y Ermitas dedicadas a María de Guadalupe.
En cada imagen sagrada podemos contemplar el conjunto y algún detalle en particular. La mujer embarazada que precede al sol que tiene a sus espadas, el manto cubierto de estrellas, sus pies danzando, su rostro color de los indios de aquel tiempo.
Pero quisiera compartir lo que expresan sus ojos: están orientados levemente hacia abajo, mirando a sus hijos más pequeños.
El modo de obrar de Dios se realiza por medio de los que no cuentan: Juan Diego y Guadalupe, el negro Manuel en Luján, los pastorcitos en Fátima…
En nuestras relaciones la mirada ocupa un lugar muy importante. Hay miradas duras que desprecian, miradas cómplices que comparten alguna picardía, miradas de ternura que conmueven el corazón. Muchos devotos y peregrinos rezan con los ojos. Contemplan a la Madre y se dejan mirar por Ella.
La mirada lo dice todo. No hacen falta palabras. Esos pocos segundos en que se cruzan esas miradas hay consuelo, luz, ternura.
Otra bella canción reza “María, mírame… Madre mía, mírame”. Y en la Salve le pedimos a la Virgen “vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos”.
La Virgen de Guadalupe dice al pequeño Juan Diego: “No temas, ¿acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Escuchemos estas palabras dirigidas también a cada uno de nosotros.
Mons. Jorge E. Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo