Su excelencia monseñor Hugo Ricardo Araya, obispo de Cruz del Eje.
Su excelencia monseñor Santiago Olivera, obispo castrense
Su excelencia mons. Marcelo Cuenca, obispo emérito de Alto Valle del Rio Negro
Reverendos sacerdotes, religiosos, religiosas, diáconos
Queridos hermanos en Cristo
Honorable intendente
Honorables representantes y autoridades civiles
El culto de los santos acompaña a la Iglesia desde el comienzo de su historia. En la carta a los Hebreos leemos: “acuérdense de quienes los dirigían, ellos les trasmitieron la palabra de Dios, miren como acabaron sus vidas e imiten su fe”.
Ya en los siglos II y III la Iglesia conmemoraba el aniversario de la muerte de los mártires celebrando la Eucaristía en sus tumbas. En realidad el culto de los santos es una expresión de la fe de la Iglesia. La Iglesia es una comunidad de los hijos e hijas de Dios y no se limita sólo a los vivientes, sino también a los que pasaron después de la muerte y son salvados. Son santos entre los santos y contemplan a Dios cara a cara. Somos una Iglesia aquí en la tierra y en el cielo, nuestra Patria, todos estamos en comunión, esto nosotros lo llamamos justamente comunión de los santos.
El concilio Vaticano II en el decreto Lumen Gentium dice claramente “todos los fieles de cualquier estado o condición están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad.” Es decir que la santidad no es privilegio de unos pocos, sino que es una llamada general dirigida a todos los cristianos. Nadie nace perfecto pero lo puede ser a través de su vida con Cristo y en Cristo. San Juan Pablo II durante su largo pontificado ha beatificado 1340 personas y ha canonizado 483. El santo papa no lo ha hecho para batir record, para nada. Él lo ha hecho para mostrar a todos nosotros que el santo y la santa viven a nuestro lado. Los santos no son algo del pasado distante, sino que una realidad cotidiana.
El Santo Padre Francisco lo dice muy claramente en la exhortación apostólica sobre el llamado a la santidad donde nos habla de los santos de la puerta de al lado.
Queridos hermanos y hermanas, hoy hacen exactamente 5 años que el Santo Padre ha canonizado a José Gabriel del Rosario Brochero. El santo que nació en Argentina, que se santificó en Argentina y que aquí murió. El cura Brochero o cura gaucho como se dice comúnmente de él, Juan PabloII lo llamó el santo cura de Ars argentino refiriéndose a la persona de San Juan María Vianney, patrono de los párrocos.
Queridos amigos ustedes seguramente saben mucho más que yo sobre la vida y obra del santo cura Brochero. Frente de mi oficina en Buenos Aires se encuentra una imagen del santo, eta famosa imagen del cura Brochero en una mula con un cigarrillo en la boca. Entonces cuando entro a mi oficina, me han explicado que se trata de un santo sacerdote muy popular en Argentina. Mi pensamiento fue: “debe ser un santo fuera de lo común”. En realidad así es y no por su imagen física, sino que por ser hombre de fe y sacerdote entregado a Dios y a su pueblo. Tenemos fotos del santo que nos muestran un hombre sencillo y fuerte. Tenemos también muchos dichos de él que nos muestran su personalidad y también su espiritualidad.
Me permito citar algunos para ver mejor la persona de nuestro santo: “Dios es como los piojos, está en todas partes pero prefiere a los pobres”. Otro dicho dice: “la gracia de Dios es como la lluvia que a todos moja” son frases que nos dicen mucho sobre la fe del cura Brochero. Para él la presencia de Dios en nuestra vida fue muy natural y obvia. Dios se dirige a todos y su gracia es gratuita. En estas palabras del cura Brochero se siente el eco de Jesús que dice que el padre del cielo hace salir su sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos.
Antes de su ordenación le escribe al obispo: “Señor obispo, he examinado nuevamente mi vocación y he permanecido firme en el propósito de consagrarme al servicio de Dios Nuestro Señor y a su santa Iglesia. Deseo dar principio a la recepción de las órdenes.” Recuerda más tarde: “al ordenarme como sacerdote sentí mucho miedo, apenas soy un pobre pecador tan lleno de límites y miserias, me preguntaba ¿podré ser fiel a la vocación? ¿en qué enriedo me metí? Pero enseguida una sensación inmensa de paz invadió todo mi ser. Si el Señor me había llamado, él sería fiel y sostendría mi fidelidad.”
Queridos hermanos y hermanas cada vocación sacerdotal es una repetición de aquella que Jesús ha hecho a sus discípulos. Quiero recordar aquí la llamada de sus primeros apóstoles: Juan y Andrés. Cuando ellos han preguntado a Jesús ¿Dónde vives Rabbi? Jesús respondió: vengan a ver, ellos fueron y vieron y se quedaron con Jesús. Como sabemos al día siguiente llamó a Natanael y le dijeron: “ven y veraz” He aquí dos palabras claves: ven y veras. En las descripciones de la llamada a los discípulos podemos encontrar una definición de cada discípulo de Jesús. La primera cosa es encontrar a Jesús y solo después de haberlo invitado conocido, podemos invitar a los otros. Conocimos al salvador, ¡vengan a conocerlo para que se salven! Menciono esto porque he encontrado otra bellísima frase del Cura Brochero: “En la cruz está nuestra salud y guía, la fortaleza del corazón, el gozo del espíritu, y la esperanza del cielo. Somos cristianos cuando nos encontramos con Jesucristo”. El cura Brochero conoció a Cristo y quería llevar a los demás a Él. No olvidemos que José Gabriel del Rosario Brochero recibió una buena educación, incluyendo aquella universitaria. Él obtiene el grado de maestro de filosofía en la Universidad de Córdoba, después fue prefecto de estudios en el Seminario Mayor, cuando fue nombrado vicario interino del cuarto de San Alberto, lugar de gran extensión, con difícil acceso, con poca educación y abandono espiritual, pronto recorrió en mula todo el territorio y empezó a conocer a los feligreses y adaptarse a las necesidades. Una de las necesidades fue un lenguaje sencillo. Su palabra se tornó sencilla, llana, familiar pero al mismo tiempo fue variada, incisiva y gráfica matizada con algunas anécdotas luminosas y comparaciones tan ingeniosas como fáciles.
Para llevar a la gente a Jesucristo, apreciaba con gran eficacia los ejercicios espirituales que tenemos al lado de nosotros un testimonio de su fe, de su celo apostólico. El cura Brochero fue un sacerdote lleno de amor por los fieles y conocía bien la misericordia de Dios. Es interesante darse cuenta que fue canonizado el año de la misericordia. Él afirmaba: “Cuanto sean más pecadores, mas rudos o inciviles mis feligreses, los han de tratar con más dulzura y amabilidad en el confesionario, en el púlpito y aún en el trato familiar.” Tratar con misericordia.
El santo cura también observaba que “el sacerdote que no tiene lastima de los pecadores, es medio sacerdote.” No se puede olvidar su empeño y trabajo a favor de los enfermos durante la epidemia de cólera en Córdoba y a las personas más contagiadas con lepra, le tocó a él con todos sus sufrimientos y antes de morir.
Juan Pablo II en su penúltima carta a los sacerdotes con ocasión del jueves santo del año 2004 recordaba que los sacerdotes han nacido de la Eucaristía, no hay Eucaristía sin sacerdocio, como no existe sacerdocio sin la Eucaristía. Lo entendió perfectamente San José Gabriel del Rosario cuando dice: “La hostia consagrada es un milagro de amor, es un prodigio de amor, es una maravilla de amor, es un complemento de amor, es la prueba más acabada de su amor infinito hacia mí, hacia ustedes, hacia el hombre.”
El cura Brochero fue seguramente un buen pastor, capaz de buscar cada oveja perdida por amor. Expresó una vez su profundo deseo: “yo me felicitaría si Dios me saca de este mundo sentado confesando y predicando el Evangelio”. Él fue según las palabras de nuestro papa Francisco: “pastor con olor a oveja”.
Queridos hermanos y hermanas: hoy recordamos su quinto aniversario de canonización. Queremos dar gracias al único Dios y agradecer por todas las cosas maravillosas que ha hecho en la vida del santo sacerdote José Gabriel del Rosario Brochero. Él como cada santo es para nosotros un ejemplo de cómo seguir a nuestro maestro y redentor Jesucristo. Claro que no podemos ser un segundo cura Brochero. Él para nosotros es ejemplo de cómo amar a Dios y su Iglesia. Es ejemplo de cómo amar a nuestro prójimo, él es para nosotros ejemplo de fe y de confianza en Dios. Los santos son también nuestros intercesores y justamente por la intercesión del Cura Brochero y siguiendo sus ejemplos podamos renovar el fervor de nuestra fe y llenos de la caridad podamos procurar el bien a todos. Pidamos hoy día en este santuario por su intercesión todas las gracias terrestres y celestiales para nosotros, para la Iglesia y Argentina. Así sea.
Mons. Miroslaw Adamczyk, Nuncio Apostólico