Queridos hermanos:
Con inmensa alegría podemos celebrar con la presencia de sus hijos, la fiesta de Nuestra Madre, Patrona y Fundadora, la Santísima Virgen del Rosario. Le doy gracias a Dios por esta posibilidad pero sobre todo por habérnosla dado como Madre.
Nuestros corazones están llenos de distintos sentimientos, pero sobre todo de alegría y gratitud a Nuestra Madre; cuánto que agradecer por toda su protección a lo largo de nuestra historia (a partir de 1.730) pero sobre toda su presencia silenciosa, cercana y maternal en este tiempo tan difícil de la pandemia.
Cuánto que pedirte, Madre: lleva al cielo, a los que fallecieron, consigue para los enfermos la salud que anhelan, fortalece a los que sufren, premia a los que trabajan abnegada y silenciosamente al servicios de sus hermanos.
Consuela a los que están angustiados, solos, tristes, con dificultades económicas o laborales.
Intercede ante tu Hijo por el fin de la pandemia y por la solución de todos los problemas que ha traído para nuestro pueblo.
Pero también, mirando a nuestra Madre, queremos decirle que nos duele como nos hemos alejado del proyecto de Jesús. Nos ha invadido el frio de una nueva ola de secularismo, hemos avanzado en la anticultura de la muerte, con la trágica promulgación de la ley del aborto que en su lógica nos está llevando a la eutanasia, la legalización de la droga, el desprecio de la vida que se manifiesta en la violencia y en la inseguridad Nos duele Madre, estar tan divididos, ver cuántos hermanos e hijos tuyos son pobres, cuanta injusticia…
No queremos quedarnos en el lamento, no es propio de los que queremos seguir a tu Hijo Pascual. Renovamos nuestra certeza que la salvación y la auténtica alegría es Jesucristo y por eso hoy ante tu imagen venerada queremos renovar nuestro compromiso a un nuevo impulso evangelizador, a predicar a tiempo y destiempo la alegría de la fe y el don de la salvación como nos invita Francisco en Evangelium Gaudium”
Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad y, aunque atraviese épocas oscuras y debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece. .. “Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual. En realidad, toda auténtica acción evangelizadora es siempre «nueva»”
Francisco
Por eso nos ayuda, contemplar, hoy, a María Esperanza Nuestra
María, NOS ENSEÑA A ESPERAR:
* Esperar es caminar juntos,
* Esperar es salir de nuestras pequeñas cuevas, hacia la inmensa fuerza del Misterio de Dios, que es su Reino que ya estamos viviendo,
* Esperar es aceptar el riesgo de la vida de Dios en nuestra vida y decirle “SI”
* Esperar es la gracia de Su Hijo, porque como en Caná, Ella está intercediendo ante Jesús por nuestras necesidades.
La esencia de nuestra Esperanza es la salvación, el cielo, la posesión de Dios. Al cual hay que alcanzar, viviendo aquí en la tierra con un compromiso con su Voluntad y trabajando en construir un mundo más refeljo de la casa de Dios. Anticipo de Su casa definitiva. María nos enseña a pedirla como gracia.
Cruz--- momento, Icono de la Esperanza
María nos dice: no están para pequeñas satisfacciones del mundo, sino para grandes alegrías. El CIELO.
En esta tarde queremos también mirar a San José, Su castisimo esposo: unida a ella en el plan de Dios. Su vida fue totalmente orientada a amar a Jesús y a María. . José vivía enamorado de María y amaba como padre de manera tierna y entrañable a su hijo adoptivo-. Lo que unifica la vida de José es el amor. Su corazón rebosa de amor por ellos y por Dios su Padre. Es un amor que manifiesta un don total de sí mismo.
Estamos sufriendo como humanidad un fenómeno global que ha afectado a todos. Quizás una de las vivencias más fuertes que tenemos es la incertidumbre. San José nos enseña a abandonarnos en brazos del Padre y confiar; su vida no fue fácil pero se abandonó a la providencia amorosa del Padre. Su vida fue un constante acto de fe y confianza.
Ante tantas dificultades José no fue un hombre de brazos cruzados. Todo lo contrario. Él busca resolver con valentía creativa los inconvenientes que la vida le iba presentando.
Cuánto que aprender de María y José.
«Si os asalta el desánimo, pensad en la fe de José; si os invade la inquietud, pensad en la esperanza de José, descendiente de Abrahán, que esperaba contra toda esperanza; si la desgana o el odio os embarga, pensad en el amor de José, que fue el primer hombre que descubrió el rostro humano de Dios en la persona del Niño, concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María». Benedicto XVI
Al pensar en María y José, inmediatamente se hace presente el Niño: La Sagrada Familia de Nazaret. Al contemplarla le pedimos que nos ayude a convertimos en custodios de la belleza de la familia, como salió del corazón de Dios a imagen de la Trinidad Santísima teniendo como modelo a la Sagrada Familia.
Apoyemos la familia, defendámosla de todo lo que comprometa su belleza. Acerquémonos a este misterio del amor con asombro, discreción y ternura. Y comprometámonos a salvaguardar sus preciosos y delicados vínculos”.
La experiencia de la Pandemia ha puesto de relieve el papel central de la familia como Iglesia doméstica y ha subrayado la importancia de los vínculos entre las familias"; como decía con insistencia San Juan Pablo II “la evangelización en el futuro depende en gran parte de la iglesia domestica…escuela de amor, del conocimiento de Dios, del respeto a la vida y a la dignidad del hombre”.
Como decía el Cardenal Poli en Luján “cuando todo se mueve lo más firme que nosotros tenemos es la familia. Apuesten a sus familias…. Dedíquenle tiempo. Ahí están nuestros principales valores, es lo mejor que tiene la Patria. Dedíquenle tiempo porque todo lo que recibimos en la familia, todo lo que se mama en la familia, nos dura la vida entera. Ahí se cultiva el amor, ahí está la fuerza de nuestra Nación. Apuesten a la familia”
El futuro de la patria de forja en la familia.
“Jesús, María y José en ustedes contemplamos el esplendor del verdadero amor, a ustedes, confiados, nos dirigimos. Santa Familia de Nazaret, hagan también de nuestras familias lugar de comunión y cenáculo de oración, auténticas escuelas del Evangelio y pequeñas iglesias domésticas. Santa Familia de Nazaret, que nunca más haya en las familias episodios de violencia, de cerrazón y división; que quien haya sido herido o escandalizado sea pronto consolado y curado. Santa Familia de Nazaret, hagan tomar conciencia a todos del carácter sagrado e inviolable de la familia, de su belleza en el proyecto de Dios. Jesús, María y José, escuchen, acojan nuestra súplica. Amén”. (Papa Francisco)
Madre del Rosario te pedimos por los hogares que se elevan
y por los hogares que amenazan ruinas. Que así sea
Mons. Juan Alberto Puiggari, arzobispo de Paraná