Con hondo dolor hemos recibido la información sobre el impacto devastador del terremoto que ha sacudido en la mañana del pasado sábado 14 de agosto al pueblo haitiano. Volvió a vivirse la pesadilla del sismo de 2010. Sumemos que esta región experimentó de 2016 a 2021 dos grandes desastres: el ciclón Matthew, cuyas secuelas y heridas aún están abiertas.
A esto se agrega la prolongada y compleja crisis social, económica y política que padece el país caribeño. Parte de esa crisis tiene que ver con la corrupción pública y privada que no permite salir de la postración.
Pero el problema no es solamente debido a las cuestiones internas. El mundo mira para otro lado. Se realizan gastos cuantiosos en la construcción de hoteles de lujo en medio del desierto, estadios de futbol que se utilizan tres veces al año... Además, son un insulto los millones de dólares que se mueven en transferencias de deportistas. Derroche por un lado, graves necesidades en otros.
Más de 2.000 personas han muerto, más de 400 están desaparecidas, 12.300 han resultado heridas, 53.000 casas destruidas y 77.000 dañadas. A nivel eclesial hay 142 edificaciones de la Iglesia destruidas, y más de 50 escuelas católicas devastadas. Una vez más, niños que quedan huérfanos, familias destruidas afectivamente. Horas de incertidumbre y dolor. Algunos medios de comunicación pronto se olvidan de los pobres. Por eso te pido buscar en sitios confiables de internet y seguir con atención la descripción de la situación.
Nos enseña San Pablo en una de sus cartas que “si un miembro sufre, todos sufren con él” (I Cor 12, 26). Sin dudas todos queremos expresar nuestra cercanía y solidaridad con nuestras hermanas y hermanos haitianos. Nos duelen y movilizan las imágenes e historias que vamos conociendo. Nos conmueven las irreparables pérdidas humanas y los daños materiales ocasionados por la tragedia. En particular, como hombres y mujeres de fe, manifestamos nuestro afecto y comunión; como Iglesia samaritana y en salida misionera queremos ser testigos de la misericordia de Dios, especialmente entre los más necesitados y vulnerables. Debemos promover solidaridad eficaz. Acercarnos al dolor con la oración.
El papa Francisco, cuando era cardenal Bergoglio y arzobispo de Buenos Aires, dijo en la misa celebrada en la Catedral porteña por las víctimas del terremoto ocurrido en Haití el 12 de enero de 2010: “Hoy en esta misa escuchamos que la Virgen nos dice ‘hagan lo que Él les diga’ y Él nos dice ‘acercate’. No te distraigas, no te hagas el distraído. Mirá a ese pueblo que está sufriendo, a esos hombres y mujeres haitianos, a esos ancianos, a esos niños. Tantos muertos, tantos heridos, tantos que están sufriendo despojados por este tremendo terremoto. No nos conformemos con leer las noticias del diario o ver por televisión alguna cosa. Acercá tu corazón allí. ‘Estoy de vacaciones, no puedo…’ Un corazón cristiano nunca está de vacaciones. Siempre está abierto al servicio allí donde hay una necesidad, porque sabe que donde hay una necesidad hay un derecho y este pueblo, por ser hermano nuestro, tiene derecho a nuestra atención”.
No somos ajenos a la dura situación que se vive en Haití durante esta hora de incertidumbre y aflicción. El Papa Francisco nos enseña en la carta encíclica Fratelli Tutti que “en estos momentos donde todo parece diluirse y perder consistencia, nos hace bien apelar a la solidez que surge de sabernos responsables de la fragilidad de los demás buscando un destino común”. En este sentido, bien sabemos que “la solidaridad se expresa concretamente en el servicio, que puede asumir formas muy diversas de hacerse cargo de los demás” (FT 115).
Por eso, es imprescindible unir esfuerzos para acompañarlos y ayudarlos, haciendo nuestra su situación en este momento de emergencia. Hace falta desarrollar acciones pastorales conjuntas encaminadas a la reconstrucción el tejido social, a la puesta en marcha de acciones humanitarias para el cuidado de la vida, y a apoyar la misión evangelizadora de la Iglesia haitiana. Desde el CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño), CLAR (Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosas y Religiosos), Caritas del Continente yla Confederación Interamericana de Educación Católica (CIEC) estamos promoviendo la Campaña “Juntos por Haití”. Sumate vos también.
Bien sabemos que “la verdadera calidad de los distintos países del mundo se mide por esta capacidad de pensar no sólo como país, sino también como familia humana, y esto se prueba especialmente en las épocas críticas” (FT 141).
No bajemos los brazos.
¡Todas y todos somos Haití!
Mons. Jorge E. Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo