Hermanos y Hermanas en Cristo:
En la solemnidad de los Santos Pedro y Pablo, la Iglesia conmemora dos grandes personas que han jugado un papel fundamental al comienzo de la Iglesia.
Dios, como dice la oración colecta, nos llena de una santa alegría en la celebración de los santos Pedro y Pablo, pero aún si la celebración es una sola, ellos fueron dos personas muy distintas y con vidas muy diferentes.
Pedro fue un sencillo pescador de Galilea. El Señor lo llamó a ser no solo Apóstol sino también, a ser cabeza de los doce apóstoles. En realidad él fue el primer papa en la historia de nuestra Iglesia.
En el evangelio según San Mateo, que acabamos de escuchar, Jesús le dijo después de su confesión de fe: « ¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre que está en los cielos! Y yo te digo a ti que Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo».
San Pedro nunca leyó este evangelio, porque la vida de Jesús fue escrita en el evangelio solo después del martirio de Pedro. Conocemos mejor la historia de este primer papa, a través de su triple negación del Señor durante la noche de la pasión hasta la escena, después de la resurrección, a las orillas del mar de Tiberíades, cuando Jesús le preguntó tres veces «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» Y el Señor cada vez le respondió «Apacienta mis ovejas».
San Pablo, al contrario, era una persona culta y pertenecía a la clase de los fariseos: nunca conoció a Jesús en persona, pero es justamente él quien se convirtió en el Apóstol de las naciones.
A estas dos personas las ha unido para siempre la persona de Jesús. Ambos han creído que Él es Señor, Maestro, Mesías y Salvador del mundo. Por Él han dejado todo, dedicándose a la proclamación de la Buena Nueva. Como afirma la liturgia de hoy, “Pedro es nuestro guía en la fe que profesamos; Pablo, expositor preclaro de los divinos misterios. Pedro consolidó la Iglesia primitiva con los israelitas que creyeron; Pablo fue preceptor y maestro de los paganos”.
Ambos fueron Apóstoles firmes de Jesús; ambos fueron constantes en la tribulación y perseverantes en la oración. Ambos han ofrecido su vida por Jesús.
Hoy día celebramos la fiesta del Papa y rezamos por otro Apóstol firme en Cristo; rezamos por el sucesor de Pedro, Su Santidad Papa Francisco.
Este año, el 13 de marzo, han pasado ocho años de pontificado de Papa Francisco. Nosotros creemos profundamente que Dios nos da el pastor universal que necesitamos nosotros y nuestro tiempo. Cada Sumo Pontífice trae su contribución a la vida de la Iglesia. Permítanme de señalar en modo telegráfico y lamentablemente no completo, por falta del tiempo, el último año del pontificado.
El Papa Bergoglio es el primer papa latinoamericano y argentino. Él ha llevado a la ciudad eterna de Roma la riqueza de la fe de este País, su cultura y el entusiasmo del pueblo argentino. La elección del Papa Francisco ha dado a la Iglesia un nuevo viento de esperanza. Él mismo ha llevado su sencillez, bondad y cordialidad.
Sabemos, evidentemente, que tenemos un papa jesuita, y no obstante esto, él ha escogido el nombre de Francisco y no uno de los nombres de los santos jesuitas u otros papas, sus predecesores. Ha hecho esto, no solo para mostrarse cercano a los pequeños y pobres tan queridos a San Francisco de Asís, sino que también, con referencia a la otra misión de San Francisco, la de reconstruir la Iglesia. Recordemos que San Francisco empezó su misión como albañil reconstruyendo la pequeña Iglesia de San Damián en Asís.
En realidad, la Iglesia está en construcción perenne desde hace dos mil años. El Papa Francisco es el 266 (duocentésimo sexagésimo sexto) papa y él también agrega sus ladrillos y piedras a la construcción de la Iglesia y del Reino de Dios.
Mucha gente, a veces, ve la tarea del Papa únicamente a la luz de la sociedad civil, pero el Papa no es un director de una grande corporación internacional, él es Vicario de Cristo, Sucesor de Pedro; él es la piedra de nuestros tiempos y nuestro guía espiritual.
La reforma de la Iglesia que quiere el Papa Francisco es aquella interior y profunda, él quiere poner a Cristo siempre al centro de la Iglesia. En realidad esta es la única y verdadera reforma de la Iglesia: Cristo al centro.
El Santo Padre quiere también escuchar a toda la Iglesia y a sus hermanos obispos. Justamente la próxima Asamblea General del Sínodo de los Obispos será dedicada al tema: Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”.
Hay también una novedad: el próximo octubre, el Papa dará inicio a un camino sinodal de tres años de duración, articulado en tres fases (diocesana, continental y universal), compuesto por consultas y discernimiento, que culminará con la Asamblea de octubre de 2023 en Roma.
Me parece oportuno recordar las palabras del Santo Padre en ocasión del Sínodo de los Obispos sobre la Familia. Saludando a los padres sinodales durante la primera Congregación General, él dijo a los presentes que: “se debe escuchar con humildad y acoger con corazón abierto lo que dicen los hermanos. Con estas dos actitudes se ejerce la “sinodalidad”.
En Octubre del año pasado, el Santo Padre ha publicado su tercera carta encíclica “Fratelli tutti”, sobre la fraternidad y la amistad social. El Sumo Pontífice recuerda que todos nosotros estamos involucrados en la construcción de un mundo mejor.
El Papa Francisco, al presentar al mundo la nueva encíclica, el domingo 4 de octubre de 2020, dijo: “La ofrecí a Dios en la tumba de San Francisco, de quien me inspiré, como en el anterior Laudato sí. Los signos de los tiempos muestran claramente que la fraternidad humana y el cuidado de la creación constituyen el único camino hacia el desarrollo integral y la paz, ya indicado por los Santos Papas Juan XXIII (vigésimo tercero), Pablo VI (sexto) y Juan Pablo II (segundo)”.
El inicio del octavo año del Pontificado fue marcado por la pandemia del Corona Virus. Era el 27 de marzo de 2020 cuando Francisco rezó en una Plaza de San Pedro desierta. El mundo sabía desde dos semanas que el Covid-19 era una pandemia.
En el pasaje del Evangelio elegido para ese día, que fue el mismo del domingo pasado, vemos a Jesús con sus discípulos en la barca en un mar atormentado por la tempestad. Partiendo de aquella escena, el Santo Padre observó que también nosotros “nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que los discípulos del Evangelio, fuimos sorprendidos por una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en el mismo barco, todos frágiles y desorientados, pero al mismo tiempo importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de consuelo. Todos estamos en este barco...”.
Las palabras del Papa fueron y son las palabras de la esperanza, de la fe y de la confianza y son una invitación a “remar juntos” para superar el duro tiempo de la pandemia. El Santo Padre, en este año de San José, nos muestra este gran santo como el padre de la valentía que protegió a la santa Familia como protege hoy día la Iglesia.
Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo, hoy día celebrando la fiesta del Papa, queremos agradecer a Dios por el pontificado del Papa Francisco; por todo el bien que ha hecho por la Iglesia y por el mundo entero.
Queremos también asegurar nuestras oraciones y buenos deseos. Le deseamos al Santo Padre una buena salud y muchas fuerzas para cumplir su misión al timón de la Iglesia. Así sea, Amén.
Mons. Miroslaw Adamczyk, nuncio apostólico en la Argentina