Queridos hermanos:
Nos hemos reunido en la Capilla de nuestro querido Seminario para orar por nuestra patria, en un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo. Como el año pasado, la situación de Pandemia, no nos ha permitido, como lo hacemos todos los años, celebrarlo en la Catedral, con la presencia de autoridades y fieles.
Nuestros padres, nos enseñaron a pedir y agradecer. Ellos sabían que el futuro de la patria naciente, su unidad, su libertad, su grandeza, es un don de Dios confiado a nuestra libertad, un regalo de amor que debemos cuidar y mejorar. En estos tiempos marcados por la pandemia, no debemos debilitar la voluntad de ser una nación, una familia fiel a su historia, a su identidad y a sus valores humanos y cristianos.
Fieles a las tradiciones, que tiene su origen en los próceres de mayo de 1810, nos convoca hoy, a esta capilla, la necesidad de agradecer y elevar nuestras oraciones por la Argentina.
Hoy, más que nunca necesitamos de Él. Venimos, en primer lugar, como corresponde, a darle gracias por esta tierra bendita, tan rica y fecunda; por nuestro pueblo, con sus crisoles de razas y con el aporte enriquecedor de las distintas migraciones. Le damos gracias por la fe cristiana y mariana que marcaron fuertemente el alma de nuestro pueblo.
Cómo no agradecer a Dios, a tantos argentinos, que no aparecen en las portadas de los diarios, pero que están escribiendo una parte gloriosa de nuestra historia: médicos, personal de la salud, fuerzas de seguridad, educadores, comunicadores, trabajadores esenciales, sacerdotes, religiosas, que cada día ponen en riesgo su vida por servir a sus hermanos
Pero hoy, en estos días de prueba y sufrimiento, queremos decir, con mucha fuerza y confianza: “Jesucristo Señor de la historia, te necesitamos”.
Dejemos que la Palabra de Dios que hemos escuchado nos iluminen:
El Apóstol Pablo en la primera lectura en la carta a los Corintios nos interpela: “Que cada cual se fije bien de qué manera construye”
El fundamento ya está puesto y nadie puede poner otro, porque el fundamento es Jesucristo” 1Cor. 3 11.Resuenan con fuerza las palabras del salmista. “Si el Señor no construye la casa, en vano trabajan los albañiles, si el Señor no protege la ciudad, en vano vigila el centinela” Ps. 127
En el Evangelio, Lucas, nos recuerda las palabras de Jesús que nos dice: “cuídense de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por su riqueza” “Insensato, esta noche vas a morir”.
La Palabra de Dios, iluminan el hoy: “las circunstancias actuales desenmascaran nuestra vulnerabilidad y dejan a la luz las falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestros proyectos. Esta pandemia pone al descubierto todos los intentos de cajonear y olvidar lo que nutrió el alma de nuestro pueblo; todas las tentativas de anestesiar con aparentes propuestas salvadoras, incapaces de apelar a nuestras raíces…” (Francisco) Nos hemos sentido fuertes, y capaces de todo. “codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material... nos hemos anestesiados ante la injusticia y no hemos escuchado el grito de los pobres.
Esta crisis es una gran oportunidad para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es.
Es tiempo de restablecer el rumbo de la vida privada y social hacia Ti Señor.
“Queremos pedirles a los dirigentes de todos los sectores, auténtica capacidad de liderazgo para ejercer con nobleza la vocación política, comunicando claramente la situación en cada momento, suscitando y alentando el compromiso y el empeño de todos, dejando de lado descalificaciones y posturas que promuevan el resentimiento y la división. “La grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo.” (Papa Francisco, Fratelli Tutti n. 178) “Declaración Obispos Argentinos.
A esta la dramática extensión de la pandemia con su secuela de enfermedad y muerte, se han acentuado otros problemas: la pobreza, el hambre, la falta de educación, de trabajo y de salud. Nos preocupa también otros problemas no medidos por las estadísticas económicas pero no por eso menos graves: la pérdida de valores, especialmente el de la vida, la ley del aborto, la violencia e inseguridad siempre amenazante, la tentación de las adiciones para nuestros jóvenes que no encuentran horizontes, las heridas que se siguen abriendo en vez de cerrarse... la falta de virtudes ciudadanas, de respeto al prójimo; podríamos seguir con una larga lista de lamentos que desgarran nuestra alma de argentinos.
Pero no es el momento de bajar los brazos, de quedarnos en la actitud pasiva del llanto, sino que hay que reaccionar como Jesús, amando.
Así debe ser la actitud del cristiano, superar la parálisis frente al mal, vencer la tentación de la queja inútil, de la protesta por la protesta. Como respuesta al momento tenemos que cultivar en nosotros el patriotismo, virtud olvidada y callada, que procura cultivar el respeto y amor que debemos a la patria, mediante nuestro trabajo honesto y la contribución personal al bienestar común, que nos lleve a todos sin excepción a preguntarnos qué puedo, y qué debo hacer para cooperar al bien de nuestra querida Argentina. La indiferencia o él no te metas, es imperdonable ante tanto sufrimiento.
Todos somos constructores y responsables de su futuro. Estamos en la misma barca, como nos dice Francisco, nadie se salva sólo. No esperemos a ver que hacen los otros, no miremos con indiferencia lo que no me toca, despertemos de la inmadurez de pretender un estado paternalista. La Argentina es una obra de todos, que se hace con el deber de cada día, hecho con esfuerzo, con honestidad pensando más en los otros que en el propio interés. Actitud que supone heroísmo para no cansarse, para no claudicar, para comenzar cada mañana, en nuestro lugar, para creer y esperar que con la gracia de Dios otra Argentina es posible legar a nuestros hijos
Queremos ser constructores de un mundo más solidario, más justo, más humano, el que anhela el corazón del hombre.
Hoy nos toca colaborar para sacar a nuestra patria, de las grandes dificultades en que se encuentra, para poder realizar esta noble tarea, todos debemos superar los individualismos, los intereses egoístas y de sectores y trabajar decididamente en pro de ello.
En este, día, en que se mezcla la preocupación y la esperanza, venimos aquí a implorar al Señor, que ilumine nuestro camino y fortalezca nuestra alma.
Demos gracias a Dios e invoquemos la protección de Nuestra Señora de Luján, patrona de la Argentina.,. Ella sabe que las grandes cosas deben construirse con valentía, cada día en medio de las cosas pequeñas, con la entrega y prontitud propias de quienes quieren seguir a Jesús.
Madre, danos la generosidad, la valentía, la sabiduría y la honestidad necesaria para construir una Argentina distinta y una historia mejor.
Madre que sepamos escuchar a Tu Hijo que nos dice “Tengan confianza” Mt 9,22 “Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”
Que San José nos ayude a tener una presencia diaria, discreta, de servicio, de acogida, de valentía creativa para ser bálsamo de tanto dolor.
Que Así sea
Mons. Juan Alberto Puiggari, arzobispo de Paraná