Después de haber celebrado durante cincuenta días la Pascua del Señor, hoy la Iglesia nos invita a hacer memoria de estos acontecimientos que son fundantes de nuestro ser y de nuestro hacer. Hoy la Iglesia celebra la Fiesta de Pentecostés, en donde el Señor regala su Espíritu, el Espíritu del Hijo y del Padre.
El evangelista Juan que acabamos de proclamar nos dice que esa comunidad estaba llena de miedo y por eso se encierran. Están desorientados, no saben lo que les puede pasar. Se preguntan si les va a pasar lo mismo que le pasó al Maestro, si al identificarlos como sus seguidores, iban a correr la suerte de la crucifixión, de la muerte. Tienen miedo, están angustiados, apenados, tristes.
Es un sentimiento que los seres humanos conocemos bien y en estos días son sentimientos comunes. No son sólo personales, sino son sentimientos colectivos. Encerrados, con miedo, con angustia, desorientados.
Pero pasa algo que los va a cambiar. No van a cambiar las circunstancias. Van a cambiar ellos. En esa comunidad se hace presente Jesucristo Vivo.
Y para que no duden, les dice: “Acá están las pruebas de la cruz, soy Yo”. El Señor está Vivo, Resucitado.
Cambia la vida, sienten paz, sienten alegría, porque el Señor les asegura su existencia, les asegura la Vida. La presencia del Señor da seguridad.
Si había miedo, desorientación, angustia, la presencia viva del Señor les da la seguridad de que lo que creen es cierto, que el Evangelio es cierto, el Señor está Vivo.
El Señor dice cosas que son fundamentales. “Como el Padre me envió Yo los envío a ustedes”. De la misma manera que Jesucristo fue enviado, los discípulos tienen la misma misión que Él.
¿Cuál es la misión que tiene Jesucristo? Venir al mundo, hacerse carne en la historia, y hablar de Dios, que Dios es Amor, es Misericordia, Dios perdona siempre. Y que libera de toda opresión, que salva del pecado y que el hombre está llamado a la Vida en abundancia, a la Vida eterna, ya.
La misión de Jesucristo es poner al hombre de pie, la misión de los discípulos es la misma. Tenemos la misma misión que Jesucristo, que es liberar al hombre, a las personas, alcanzar la salvación de Dios que es puro amor.
Y Jesús tiene un gesto que no quisiera que pase desapercibido, que es soplar sobre ellos, que en aquella comunidad rápidamente asociaban al soplido de Dios. En el Génesis el Señor sopla sobre el barro y pone al hombre en la existencia, da vida. El soplido de Dios pone al barro en vida.
“Ustedes tienen la misma misión que yo tengo. Reciban el Espíritu”. Sopla sobre el barro de esa comunidad y les dice “Vayan y perdonen”.
No se trata de decir algo superficial. A veces nosotros creemos que el perdón de Dios es como el nuestro. Que lo máximo que hacemos cuando perdonamos es olvidar. No es así el perdón de Dios. El perdón de Dios hace que una persona sea una persona nueva. El perdón de Dios es un nuevo nacimiento.
Cuando Dios perdona vuelve a la vida. Hace nacer de vuelta. Nos hace nacer de nuevo.
Pentecostés es la confirmación de que la Iglesia tiene la misma misión que Jesucristo. Nos está confirmando en la misión, que es hacer nuevas todas las cosas, que la vida humana sea nueva siempre.
En la primera lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles se habla de esa venida del Espíritu Santo a la comunidad. Y en seguida la comunidad entiende este lenguaje de Dios, el lenguaje de la salvación. Pero no solamente lo entiende, lo hace entendible a las diferentes lenguas. La misión de la Iglesia es hacer entendible que Dios quiere hacer vida, poner en existencia nueva siempre. Esa es nuestra misión, queridas hermanas, queridos hermanos.
Cuando la Iglesia predica, hace catequesis, cuando la Iglesia anuncia, comunica la palabra desde sus diferentes formas, en las escuelas, en las comunidades, a través de los medios, cuando la Iglesia celebra, cuando una comunidad reza o una familia celebra la oración, cuando la Iglesia hace caridad, se pone al servicio de los necesitados, de los más pobres, los enfermos, los encarcelados, los últimos, estamos haciendo lo que hizo Jesús. Es tan fuerte esto que sin el Espíritu no podríamos.
Nosotros podríamos hacer lindas obras, podemos predicar bien, podemos celebrar lindo, hacer buena caridad, pero sin el Espíritu no podemos generar existencia nueva. Si no está el Espíritu de Dios, nuestra tarea será potente, pero no regenerará, no recreará, no pondrá en la existencia nueva la vida.
Hoy que estamos siendo confirmados por el Señor – para eso nos regala el Espíritu-, estamos como Iglesia invitados todos a poner el hombro para que nuestra patria se sane de raíz, para que adquiera una existencia nueva.
No alcanza con remendar, no alcanza con emparchar, con atar con alambre las cosas – costumbre argentina si la hay – . Necesitamos novedad, algo nuevo, que transforme de adentro la vida, no de afuera. El Señor sopla sobre nuestro barro, sobre lo que somos. Nos envía a generar existencias nuevas, vidas nuevas.
Y esto que tenemos que hacer todos juntos como Iglesia, también tenés que animarte a hacerlo, vos como cristiana, como cristiano, discípulo misionero del Señor.
Esto es una misión que hacemos juntos, pero también estamos invitados a hacerla como cristianos que somos y tenés toda la fuerza de Espíritu. El Señor sopla sobre vos.
“Vos esposo, vos esposa, con la fuerza del Espíritu, en estos tiempos y circunstancias muy difíciles, donde nos llenamos de miedo, de angustia y de desorientación, tenés que darle seguridad a tu esposa, a tu esposo, darle la seguridad de tu amor, que es mucho más que tener buenos gestos. Tenés que hacerle sentir tu amor a tu compañero de camino, de vida, porque estás lleno del Espíritu, para que siempre encuentre la novedad de su ser”.
“Queridos papás. Sus hijos, nuestros niños, nuestros adolescentes, nuestros jóvenes, absorben los miedos, las angustias, lo sabemos bien. Y las circunstancias no van a cambiar fácilmente. Tenés toda la fuerza del Espíritu para darle la seguridad de tu presencia a tu hija, a tu hijo. Yo estoy con vos, siempre, en todo momento, en toda circunstancia”.
“Amigos, compañeros de trabajo, tenemos la fuerza del Espíritu para darle seguridad al otro de que podés sostener, que nos podemos sostener unos a otros, porque estamos atentos. Y tal vez no podemos cambiar las circunstancias, pero sí podemos darle la seguridad de que estamos atentos, que podemos sostenernos”.
“Cristianas y cristianos en un barrio llenos del Espíritu de Pentecostés. En un vecindario podemos hacer vida nueva generando fraternidad, generando interés de los unos por los otros. Hoy el Señor sopla, nos regala su Espíritu, nos está confirmando. “Así como el Padre me envió, Yo también los envío a ustedes. No tengan miedo”. Su presencia nos llena de paz, de alegría. Nos llena de seguridad.
El Espíritu siempre está trabajando en la historia. Con un poquito de fe te das cuenta que está. Si no estuviera, el mundo estaría perdido y sumido en una profunda oscuridad. Si hay luz, es porque el Espíritu está. Este Espíritu que está entre nosotros nos invita a vivir de otra manera y a poner una novedad en la existencia.
Pidámosle al Espíritu que nos de esa seguridad para darle seguridad a los otros.
Mons. Jorge Eduardo Scheinig, arzobispo de Mercedes-Luján