“Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí -como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas.” (Jn 10, 14-15).
En la montaña santa, Moisés le había pedido a Dios que le revelara su Nombre. Desde la zarza ardiente, Dios le respondió: “Yo soy el que soy” (Jn 3, 14). Ahora es Jesús el que habla así: “Yo soy el Buen Pastor…” (Jn 10,11).
Jesús nos muestra el significado último del Santo Nombre revelado a Moisés. No es especulación teórica. Es vida y camino.
En el pastoreo de Jesús hasta dar la vida, comprendemos que Dios es Amor. En su conocer a las ovejas y ser conocido por ellas, sabemos que es amor personal, concreto y comprometido con cada ser humano. En su buscar a las que está lejos para devolverla al redil, que es amor que quiere reunir a todos en una sola familia, especialmente a los alejados y más perdidos.
Y que ese amor del Dios Pastor se contagia, al punto que se hace vocación y misión que toma toda la vida. Desde el bautismo, esa pasión por la vida habita el alma de cada discípulo.
Este domingo celebramos la Jornada Mundial de oración por las Vocaciones. Rezamos para que cada cristiano deje salir y viva intensamente esa fuerza que lo habita. La vida es vocación, llamada de Dios a cada ser humano. Es vocación a la libertad, a una vida plena por el amor que se hace cargo, se apasiona y se entrega.
En su mensaje para esta Jornada, el papa Francisco destaca la figura evangélica de san José. Entre otras cosas, nos invita a dejarnos llevar por los sueños de Dios, como hizo José. En este tiempo desafiante, especialmente frente a la mezquindad que parece achicar el horizonte, necesitamos escuchar la voz de Dios, soñar con la vida grande que nos propone y, de esa manera, mirar con valentía el futuro que Él nos abre.
Podemos rezar así: “Jesús Buen Pastor, escucha la voz de la Iglesia, el rebaño que Tú apacientas con la fuerza de tu Espíritu. Te rogamos para que cada bautizado y confirmado escuche tu voz, viva intensamente su vocación y misión al servicio del Reino de Dios. Amén”.
Mons. Sergio O. Buenanueva, obispo de San Francisco