Viernes 15 de noviembre de 2024

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Fiesta de San José

Homilía de monseñor Jorge Eduardo Scheinig, arzobispo de Mercedes-Luján, en la Fiesta de San José (Mercedes, 18 de marzo de 2021)

Ponemos a nuestra Iglesia Particular de Mercedes-Luján bajo su cuidado
Bendición de los óleos
Ordenación diaconal y renovación de las promesas sacerdotales

Estamos celebrando la fiesta de San José, en el año en que el Papa Francisco le ha pedido a toda la Iglesia que le preste especial atención, para aprender de él y confiarse a su paternidad. En este sentido, es muy hermosa su Carta Apostólica Patris Corde, que con mucho gusto, al final de la misa quisiéramos regalar con los padres vicarios generales a todos ustedes, queridos hermanos sacerdotes y diáconos.

En esta celebración, junto a ustedes y a todas nuestras comunidades, quisiera poner a nuestra arquidiócesis bajo su cuidado.

Además, bendeciremos los óleos con los que ungiremos al Santo y Fiel Pueblo de Dios y daremos el orden sagrado del diaconado a nuestro hermano Mario.

Son signos vitales. Signos que nos ayudan a renovar nuestra fidelidad al Señor que hoy, nos convoca como su Asamblea Santa y hoy nos envía con máxima confianza.

Después de haber proclamado el Evangelio, me gustaría meditar sobre esa expresión que muy bien entienden los que creen en la Buena Noticia, es decir, que el Reino ha llegado, que Dios se hizo cercano y amigo: “José hizo lo que el Señor le mandó”.

Esta actitud de San José, la de hacer en todo la Voluntad de Dios, puede darnos una luz particular para saber transitar este tiempo histórico, tanto en la vida personal, como en la eclesial. Porque nos interpela justamente en nuestro modo de ser y de estar en la realidad, nos cuestiona en cómo estamos viviendo este momento histórico concreto.

Nosotros sabemos que hacer lo que Dios nos ordena es el modo cristiano de siempre, pero me parece muy oportuno dejarnos enseñar una vez más por José, el esposo de María, el padre del Señor.

Para hacer la voluntad del Padre Dios, necesitamos prepararnos
Posiblemente y sin saberlo José se fue preparando a este momento crucial de su vida, de la vida de María y de la historia humana. Fue disponiendo su corazón para hacer lo que el Señor le iba a ordenar en el momento oportuno, porque sabemos que nuestro Dios es el Señor del tiempo y de la historia.

No se trata de una preparación específica, como la que se da en una escuela o en un seminario. Se trata de lo que se ha ido viviendo en el tiempo, en la historia, con otros, en una familia, en un pueblo, en una comunidad parroquial, en toda la comunidad eclesial diocesana. Nos prepara la misma herencia histórica en la que vamos entrando de a poco. Lo que heredamos y se trasmite de generación en generación, ciertamente nos va ordenando, aun sin saberlo, a hacer la Voluntad del Padre.

En el Segundo libro de Samuel que hemos leído, queda patente que es Dios el que va haciendo el camino y que cada uno es parte de una trama cuyo historiador, cuyo narrador, es el mismo Dios.

En tiempos difíciles, necesitamos volver a nuestras raíces, a nuestra historia, a nuestra herencia, que es mucha más que lo que hicieron por ejemplo en nuestra Iglesia Particular, mis hermanos obispos antecesores, los sacerdotes y todo el laicado, hayan sido obras buenas o no tan buenas.

Necesitamos ser muy conscientes que somos herederos de una historia de Gracia, también de pecado, pero fundamentalmente de la Gracia del Espíritu que va llevando adelante sus designios, siempre con nosotros, nunca sin nosotros, sin su Iglesia. Aún y misteriosamente, Dios sacará algo bueno de nuestras muchas miserias.

Justamente por esto, es que siempre debemos estar todos en estado de Alabanza. Debemos glorificar a Dios constantemente, por su Amor y Misericordia!

Para darnos cuenta de cuánto hemos sido preparados, necesitamos rastrear las huellas de fidelidad o infidelidad a la voluntad de Dios. Cuánto hemos vivido con fe y a la escucha de Su Palabra, la historia de nuestra Iglesia Particular de Mercedes-Luján, o cuánto hemos hecho historia intentando hacer nuestra propia voluntad.

Más en concreto, pienso que necesitamos descubrir juntos como Iglesia, cuáles han sido nuestros “sí” al Concilio Vaticano II, a todo el magisterio pastoral de los Papas, al de Francisco, a la enorme riqueza de las Conferencias Episcopales de América Latina, y del Episcopado Argentino, y cuáles han sido nuestros “no”.

Deseo y espero con enorme esperanza, que este año podamos hacer un camino eclesial de “escucha y diálogo”, que más allá de los resultados, nos pongan en el camino de una evangelización renovada y a la altura de los tiempos, en fidelidad creativa y no mimética, a nuestras raíces y a nuestra herencia.

Disponernos de corazón
Descubierta la Voluntad de Dios, José se dispone a hacerla totalmente.

Esto supone una verdadera renuncia, no aparente ni temporal, sino una renuncia total a la propia voluntad. Y esto, lo sabemos, no es para cualquiera. Es para personas que se abren a Dios y desean vivir con Él, por Él y en Él.

Siempre ha sido difícil caminar en humildad, pero muy especialmente en estos tiempos donde se exalta el poder de autodeterminación, unido al gusto por lo propio y a un aumento narcisista del yo.

Me pregunto si esta autorreferencialidad no es la que nos ha traído hasta aquí. Si este centrismo no está en la raíz de todos los males: división, enfrentamientos, guerras, muerte. Un desorden generalizado en cuya raíz está el imperio de nuestra voluntad, o la de los más fuertes.

Pienso que en este desmedido ego enfermo y enfermante, están el abuso de poder y el crimen de los abusos de menores. Aquí esta nuestro clericalismo que impide hacer la voluntad de Dios, aquí esta nuestra cultura eclesiástica que tanto daña y retrasa la misión evangelizadora.

Para esta total disponibilidad al Padre, como es la de nuestro querido San José, necesitamos de la misma gracia de Dios. Necesitamos de una gracia “palpable”. El Espíritu del Señor es el que desea y necesita “tocarnos” para acompañarnos en el camino de la vida. La bendición de los óleos, es el signo de este Señor cercano y fraterno.

Necesitamos ir hacia una Iglesia capaz de “ungir” a toda persona, para vivir la fraternidad. Ungir para llenarnos de la fuerza, del coraje y de la valentía que regala el Espíritu santificador para saber cuidar a todos, especialmente a los más frágiles y pobres.

No alcanza hoy con ser una Iglesia de mucho trabajo. Nuestro modo de ser Iglesia será lo que nos haga creíbles, es decir, muchos podrán creer en Jesús y acercarse a nuestras comunidades por nuestra manera de vivir la fraternidad, la cordialidad, el servicio y el cuidado de la creación y de los pobres, como tanto nos insiste el Santo Padre Francisco. Nuestro testimonio eclesial será nuestra verdadera y única autoridad.

Consagrarnos a Su Voluntad
La consagración de Mario y la renovación de las promesas sacerdotales, pueden ayudarnos a revivir los deseos más puros de nuestro corazón.

Nadie duda que los sentimientos de José son de una enorme honestidad y que eso mismo lo hacía obrar ? según su propio criterio ? , de la mejor manera. Pero el Señor lo va a conducir a algo mejor. Lo llevará a un “más” en el que deberá hacer un acto de confianza plena en Él. Ésta será su manera de consagrarse, es decir, entregarse totalmente a las Manos del Padre.

Queridas hermanas y queridos hermanos, en esta realidad histórica que estamos viviendo, en la que se nos presentan a diario tantas circunstancias difíciles, nadie está exento de ir a estados de profunda perplejidad y confusión, que nos llevan a buscar soluciones que en el fondo no ayudan ni a uno mismo, ni a los demás. No son tiempos fáciles para consagrarse a Jesús y a su Evangelio. No son tiempos fáciles para ser sacerdotes, diáconos, religiosas, religiosos, laicas o laicos que se disponen a vivir a fondo el Evangelio. No son tiempos fáciles para entrar al seminario y por eso no dejo de dar gracias por los jóvenes que han dejado todo para seguir a Jesús en el llamado a la vida sacerdotal.

San José nos enseña que “la solución”, “la salida”, es estar atentos a lo que Dios nos indique. Y cuanto más compleja se vuelva la realidad, como es por ejemplo en su caso, abandonar a la Madre del Señor y por lo tanto frustrar el proyecto salvador de Dios, más sutil será la voz del Señor. Porque nos consagramos a ÉL en máxima libertad y amantes de todo lo suyo, es decir, de Jesús y de su Evangelio, sin ningún otro interés.

No podemos ser consagrados autómatas, títeres de nadie, atados a esquemas tan propios que nos impiden ser testigos auténticos de Jesús.

Para consagrarnos sinceramente a la Voluntad del Padre, no podemos quedar prisioneros de los paradigmas que nos ofrecen las ideologías de turno, o de los propios criterios. Todos, como Pueblo de Dios, estamos invitados a consagrarnos a la Persona Viva de Jesús, el amado Señor. La invitación es jugar la vida consagrándonos al Amor.

José, le cree a Dios y lo lleva a su vida, lo asume y lleva a la práctica su Voluntad.

Estamos llamados a intentar una coherencia espontánea, libre y sana pero desde nuestras debilidades. José nos invita a vivir como él, en una autenticidad existencial que se vuelve creíble porque hay una coherencia sustancial entre lo que creemos, lo que decimos y hacemos.

Al recibir este don querido Mario, te incorporas plenamente a un modo de existencia, en la que sin perder en nada tu libertad, lo dejas todo para hacer la voluntad del Padre en todo y siempre, hasta el último aliento de tu vida.

Nuestra consagración a Dios es total. Esto significa que hoy te comprometes a volver siempre a Él, a dejar que Él sea tu único Señor y ésta querido Mario, será la principal batalla de tu vida. Quiero decirte, que hoy también el Señor se compromete con vos, porque sabe que esta pelea nos sobrepasa y por eso Él te garantiza toda su gracia. Creé que Jesús nunca te hará faltar nada para este hermoso camino de amor fiel. No tengas miedo a crecer. Confiá totalmente en el Señor!

La esposa de José, nuestra amada María, la Madre de nuestro Pueblo, es la que nos acompañará siempre en esta aventura, que no es otra que la aventura del amor.

Mons. Jorge Eduardo Scheinig, arzobispo de Mercedes-Luján