Querida Iglesia de Mercedes-Luján,
Qué la fuerza del Espíritu Santo esté en el corazón de todas y todos ustedes!
Jesús vivió oculto en Nazaret hasta el momento en que Juan lo sumerge en las aguas del río Jordán, es decir, lo bautiza. En ese momento el Padre Dios manifiesta que Él es Su Hijo querido a quien debemos escuchar (Ver en los Evangelios de Mateo 3, 13-17 y Lucas 3,21-22). Luego Jesús va al desierto, como lo hizo el Pueblo de Dios cientos de años atrás y Él es tentado también, pero su respuesta será de total fidelidad a Dios, Su Padre.
El sí incondicional que da Jesús en el desierto es la preparación para su misión, que comienza con un mensaje claro y preciso:
“El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca.
Conviértanse y crean en la Buena Noticia” (Marcos 1, 15)
Conviértanse
En la larga historia de nuestra humanidad Jesús inaugura un nuevo tiempo, el tiempo de la cercanía de Dios. Él es el Dios que se hace hombre para estar definitivamente cercano a nosotros. Su hablar, su caminar, su sentir, su hacer, su vivir, es la manera que Dios ha elegido para mostrarnos que Su Amor y Su Misericordia por nosotros son definitivos y sin límites.
Podríamos decir que esa es la parte que hace Dios. Pero nos invita a que también nosotros hagamos nuestra parte: convertirnos y creer. Es como si nos dijera: “yo me acerco para no separarme jamás de ustedes que son mi pueblo, les pido que con toda libertad, se acerquen ustedes a mí y no se separen jamás”.
El tiempo litúrgico que comienza el miércoles de ceniza, la cuaresma, es una muy buena oportunidad para “probar”, es decir, “tener el gusto” de su cercanía, de su profundo Amor y Misericordia.
Tal vez, es la primera vez que me doy cuenta de quién es Dios y cuanto me ama. Esa primera vez, se convierte en un acontecimiento imborrable. Es muy posible que ya lo hayas experimentado, entonces, éste es el tiempo de volverlo a sentir en lo profundo del corazón. El tiempo de conversión, es un tiempo precioso de renovación.
Deseo invitarlos a vivir este camino de conversión juntos, no de manera solitaria, sino juntos, como comunidad eclesial. Necesitamos generar como una corriente, como un río de vida, en el que podamos dejarnos llevar por el testimonio vivo de otras personas. Estoy seguro que si conociéramos los deseos de ir a Dios de nuestras hermanas y hermanos y sus ganas de vivir de otra manera, todos nos sentiríamos como más animados y motivados, con más esperanza e impulsados a hacer cosas para que el mundo cambie para bien.
Son tiempos para dar testimonio y recibirlo de los otros con un corazón abierto.
Si hacemos la experiencia de una conversión sincera ya estaremos transitando el camino del Evangelio y podríamos darnos cuenta que algo está cambiando en nuestra vida y que jamás estaré sola o solo, porque siempre estarán nuestro Dios y nuestros hermanos y hermanas, caminantes del mismo camino, el de Jesús.
Este es un tiempo de Gracia. Pidamos juntos para el mundo el regalo de la conversión.
Crean en la Buena Noticia
Jesús nos invita a algo más cuando nos dice: crean en la Buena Noticia.
Entonces, si el primer desafío es convertirnos, el segundo es hacer una opción por Él, elegirlo por sobre otros y por sobre otras propuestas para la vida, por más buenas que parezcan. Este es un reto permanente a nuestra libertad y a nuestras convicciones más profundas que a medida que vamos creciendo, es fundamental renovarlas. Es el desafío de hacer de nuestra fe una relación personal y vital con nuestro Dios hecho hombre, Jesús.
Vivimos tiempos sociales de mucha incertidumbre, de perplejidad, de dudas existenciales. Nadie sabe lo que nos va a pasar en este año y mucho menos dentro de diez. El año pasado nos sucedió algo inédito en la historia, de una manera global (todo el mundo), de un modo brutal y rapidísimo, caímos en la cuenta de lo frágiles que somos y lo difícil que es encontrar “soluciones para todos”. Es como si de pronto todos hubiésemos quedado a la intemperie.
En este contexto es que estamos invitados a creer más en Jesús, en que está Vivo, Resucitado, que es lo que celebraremos en la Pascua. Jesús está entre nosotros dándonos ánimo, es decir Su Espíritu, para que podamos volver a elegirlo desde lo más profundo de nuestro ser.
Necesitamos estar bien convencidos que elegirlo a Él y a su Evangelio, es hacer nuestro el sueño de Jesús y su propuesta concreta para la vida, que no es otra cosa que una manera de vivir, un estilo de vida que resumiría así: estar totalmente confiados a Dios y tener un corazón lleno de amor para con los otros, lleno de fraternidad.
Me conmueve recordar al Papa Francisco en el atrio de la Basílica de San Pedro, ese viernes 27 de marzo del 2020, en una tarde lluviosa y solo, animándonos a la esperanza y a volver a Jesús:
“Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección. No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás”.
El Santo Padre, como nadie en el mundo, ha levantado su voz de anciano sabio y con su corazón de profeta enamorado y apasionado por Jesús y su Evangelio, nos invita a vivir la fraternidad: “No hay tiempo para la indiferencia. O somos hermanos o se viene todo abajo”.[1]
Como Iglesia Arquidiocesana, estamos comprometidos a seguir sumergiéndonos en esa hermosa Carta Encíclica: Fratelli Tutti, para aprender un nuevo estilo de vida que nos haga bien y haga bien al mundo.
Este es un tiempo para realizar una conversión profunda y renovar la fe.
Convertirnos y creer es:
Abrirnos a Su Amor y a Su Misericordia y volverlo a elegir a Jesús y a su Evangelio,
optar por su manera de vivir y su propuesta de fraternidad para el mundo.
Que la Virgen Santísima esté en el corazón y en el hogar de ustedes.
Mons. Jorge Eduardo Scheinig, arzobispo de Mercedes-Luján
Te propongo algunas preguntas para poder hacernos de manera personal, familiar y en la comunidad de hermanos.
Preguntas para tu respuesta personal
Preguntas para hacernos en familia
Por momentos estamos tentados a mirar todo lo que no hicimos y quedarnos sólo con que nuestros hijos no van a misa. Pero una familia cristiana es una familia en la que todos sus miembros se abren, cada persona a su modo y a sus tiempos, al Amor de Dios y confiando en Él, se lanzan a la aventura de la vida compartida.
Preguntas para hacernos en comunidad
Nota
[1] Asamblea General de las Naciones Unidas. Encuentro virtual del 4 de febrero de 2021.