A la estimada comunidad de la Diócesis de Concordia y a todo su pueblo, a mis queridos familiares, amigos y conocidos
Hemos transcurrido un año que nos sorprendió y desconcertó con la dura pandemia, que demora en irse.
Vivimos un tiempo de dolor y temor. Enfermos proliferados. Familias quietas entre las cuatro paredes de casa, encontrándose o desencontrándose en lo cotidiano. Escuelas sin el bullicio de niños y jóvenes. Pérdidas de trabajo y tembladeral de la economía. Vacío de las calles, y templos llenos de ausencias. Fallecidos sin funeral. Y hoy, el debate legislativo sobre la privación al niño no nacido del derecho a la vida.
Sin embargo, entre muchos fue naciendo un tiempo de esperanza y solidaridad. Trabajadores de la salud enmascarados arriesgando la propia para sanar a otros. Laboratorios investigando frenéticamente. Servidores anónimos en emprendimientos solidarios. Redes digitales despiertas, comunicándonos en el aislamiento. Regreso a la celebración de la fe en el hogar y en familia. Conciencia de que debemos cuidarnos y cuidar al los demás, y también proteger la casa común, la Creación que Dios nos ha regalado para todos y para quienes vendrán después de nosotros. Soñamos que la solidaridad haya llegado para quedarse y multiplicase.
En esta realidad de dolor y de esperanza, Dios nos ofrece el don de celebrar una nueva Navidad. Con humildad, silencio interior y profunda fe entremos en el Misterio de Belén: Dios hecho Niño, nacido de María, contemplado por José, proclamado por los ángeles, adorado por los pastores y reconocido por los Magos de Oriente como rey, Dios y hombre. Sabemos que no es sólo un hecho del pasado. Jesús viene también hoy, con la gracia del Espíritu Santo, a darnos paz, consuelo y fortaleza para caminar en la esperanza. Jesús viene a reunir la humanidad redimida en su Reino, para ofrecerlo al Padre.
Un nuevo año se abre para nosotros.
Podemos preguntarnos, sin esperar una respuesta clara de las previsiones de los expertos, ¿cómo será?
Debemos preguntarnos, con el compromiso que nace de la esperanza y la solidaridad, ¿qué nueva humanidad se podrá gestar en esta tierra que gime? ¿qué podrá aportar cada uno de nosotros?
Pedimos a Dios el don impredecible de su Misericordia providente. Le rogamos ofreciendo lo nuestro. Si dejamos atrás expectativas autónomas y egocéntricas, encontraremos delante un horizonte más austero en feudos individuales y más rico en humanidad.
La fraternidad y la amistad social son las vías para construir un mundo mejor, más justo y pacífico, con el compromiso de todos: pueblo, gobernantes e instituciones.
Escuchamos el llamado de esta hora de la historia a un tiempo de servicio expectante y activo en nuestras acciones y ocupaciones. Escuchamos el clamor a luchar por la vida, toda la vida y la vida de todos, desde su concepción, en los proyectos de los jóvenes y las familias, en la debilidad de la enfermedad, en las situaciones de pobreza y penurias de cualquier tipo, en el acompañamiento de su tránsito final. Respondemos al llamado siguiendo a Jesús que viene. Él es el Camino, la Verdad y la Vida.
María, Madre de Jesús y Madre nuestra, nos acompañe con su ternura que nos hace fuertes en los gozos, las esperanzas, las angustias y las tristezas. Le pedimos nos ayude a vencer dificultades y a dar nuestro aporte de vida para un nuevo tiempo al ritmo y forma de lo humano. Pedir nos abre el corazón. Tenemos la certeza que su intercesión ante el Padre Celestial nos alcanzará un don mayor que nuestros sueños.
A toda la comunidad diocesana de Concordia, a los hermanos que profesan la fe en Cristo y a los que reconocen al Dios único, a todos los hombres de buena voluntad, a las familias, a las comunidades, a los amigos, a cada corazón, especialmente los que sufren, les deseo una santa Navidad. ¡Deseo que todos reciban a Jesús, y en Él la abundancia de sus bendiciones!
Concordia, Navidad 2020
Mons. Luis Armando Collazuol, obispo de la diócesis de Concordia