El evangelio de esta fiesta de Todos los Santos que hoy leemos se inicia con esta referencia: “Lo seguían grandes multitudes, que llegaban de muchas partes” (Mt 4,25). Según la narración de Mateo, hacía poco que Jesús había iniciado su misión en las periferias donde acudían al “encuentro de Juan” que los recibía, que se dejaba encontrar por ellos. Allí fue Jesús para sumarse a esos encuentros diciendo: “conviene que así cumplamos todo lo que es justo” (3,15).
Luego Jesús ira junto al “pueblo que se hallaba en tinieblas”, proclamando la conversión “porque el Reino de los Cielos está cerca” (4,17). En ese lugar y en ese inicio de misión elige a los primeros discípulos (4,18-21).
A esos lugares de postergados también estamos llamados para que nuestras vidas hagan posible con disponibilidad y cercanía el Amor de Jesús y que así el Reino de los Cielos se siga instalando. Por eso aquello que rezamos y que pedimos: “Que tu Iglesia Señor, sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando”.
Hoy Alberto, Héctor, Miguel Ángel y Federico, con la Ordenación Sacerdotal son “separados totalmente para el bien, para que con sus vidas nos hablen de Dios”. Haciendo camino con Jesús y su pueblo, dando esperanza con sus entregas, saliendo de lo que encierra, de intereses limitados, de lo que vacía y no ayuda para al camino que nos presentan las Bienaventuranzas y que hoy Dios les dará un sentido pleno para sus vidas al ser consagrados.
Leía que es “bienaventurado quien está en el lugar justo”. Y Jesús fue al lugar del encuentro con la multitud que se convocaba porque allí ocurría eso tan simple y tan necesario: les hablaba de Dios, con su palabra y con su vida. Jesús nos enseña a estar en el lugar justo, donde está la necesidad. Y a Él acuden “los que tienen alma de pobres, los pacientes, los afligidos, los hambrientos y con sed de justicia, los misericordiosos, los de corazón puro, los que trabajan por la paz, los perseguidos por ser justos” (Mt 5,1-12).
Estamos llamados para que siguiendo a Jesús, acompañemos y sostengamos dando esperanza. Tan simple y claro como lo ejemplifica el Papa Francisco en la Gaudete et Exsultate 7, al describir a los “Santos de la puerta de al lado”, porque hoy celebramos el día de la santidad oculta, la que en silencio y con vida entregada hacen naturaleza la bondad. Esos hermanos y hermanas que son presencia, pero que suelen no ser muy visibles, con ese don que ayuda tanto que es el anticiparse con gestos. Es muy en ellos lo que dice el Papa de San Francisco, que son los que “siempre predican el evangelio, a veces con palabras”. Con estos maestros aprendemos a salir de esa tentación de tener que demostrar lo que somos o lo que hacemos y poder incorporar la primera bienaventuranza, el “tener alma de pobres”. Nos ayudará esa actitud simple el valorar los más diversos recorridos de la fe del pueblo sencillo y muy santo, muchas veces ocultos y que con mucha oración también nos sostiene a todos.
Para ustedes que serán ordenados y para todos nosotros las Bienaventuranzas nos invitan a renovar nuestras consagraciones y hoy especialmente los sacerdotes les impondrán las manos incorporándolos a la comunidad presbiteral para que juntos crezcamos en la fraternidad, que nos ayuda a buscar siempre el dialogo, con aquel “primerearnos” porque la cercanía y la confianza siempre nos recuperan.
Como nos enseña San Pablo, el vivir y crecer en la confianza, es muy sanador porque nos ayuda a acompañarnos y a esperarnos, a suponer siempre lo mejor de los otros. Es la confianza que al apóstol lo llevo a encarar momentos muy limite, porque “el sabia en quien había puesto la confianza” (2 Tim 1,12). Tendremos los gestos que ayudarán a seguir alentando la esperanza que tanto necesitamos.
Termino con una de las bienaventuranzas: “ser misericordiosos”. Que aprendamos con lo que Jesús expresó con su Vida, la misericordia de Dios, inclinándose ante toda miseria humana, hasta la entrega con su amor hecho ofrenda. Hoy pido eso para ustedes, que sus vidas sean ofrenda para tantos que en este tiempo difícil y necesitado de claridad, se entreguen para poder comprender cómo acompañar a los que les cuesta sostenerse. Creo que ustedes llevaran en su corazón ese mensaje hecho vocación, porque han crecido como diáconos, como servidores, en el silencio y en ese silencio se terminó de forjar el sacerdocio que hoy recibirán con la imposición de las manos.
Mons. Jorge Torres Carbonell, obispo de Gregorio de Laferrere