1. Con alegría estamos reunidos como Pueblo de Dios celebrando esta MISA CRISMAL en medio de esta pandemia que afecta nuestras familias, comunidades y al mundo entero.
En el mensaje del primero de enero los invitaba a vivir este año “Caminando juntos con pasión y esperanza”. Pronto tuvimos que asumir que es caminar juntos debía realizarse en medio de esta realidad desafiante que nos toca vivir. Dejando de lado muchos planes tuvimos que adaptarnos a muchos cambios. Esta misma misa celebrada en octubre es un signo de esos tantos cambios.
Pero a la vez es un tiempo más que propicio para volver de corazón a Dios y, solo con Él, mirar esta realidad, leer los signos de vida y esperanza que encontramos en ella y para animarnos a soñar y a trabajar por un mundo mucho mejor.
2. En el Evangelio escuchamos a Jesús que, leyendo la Sagrada Escritura se presenta a sí mismo como el Ungido del Señor que viene anunciar una buena noticia a los pobres y a traer la libertad a los oprimidos. La unción, con el aceite, es un rito que pertenece a la tradición del Antiguo Testamento donde la recibían los reyes, también los sacerdotes y, a veces, los profetas. El símbolo de la unción con el aceite expresa la fuerza necesaria para el ejercicio de la autoridad.
El profeta Isaías, por la unción anuncia con fuerzas que Dios va a intervenir para liberar al Pueblo del cautiverio en Babilonia. Jesús, por la unción con el Espíritu recibido anuncia con fuerzas que en Él, HOY, Dios viene a liberar a todos de la esclavitud del mal y del pecado, para que libres podamos vivir “un año de gracia”, o sea, un nuevo tiempo de plenitud.
3. En primer lugar es necesario reconocer que Lucas presenta a Jesús que obra “por la fuerza del Espíritu”. Es el mismo Espíritu Santo que vino sobre María en la concepción de Jesús (Lc 1,35); que vino a Jesús en su bautismo (3,16); que lo llenó y lo condujo al desierto (4,1). Es el mismo Espíritu que animará a la Iglesia naciente en su misión evangelizadora (cf. He 1-2). Hay un claro protagonismo del Espíritu Santo en la vida de Jesús que le permite asumir los dichos de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí”.
Queridos hermanos y hermanas, es necesario tener bien presente que por el bautismo todos fuimos ungidos y el Espíritu de Dios vive y habita en nosotros para darnos fuerzas y luz para llevar adelante la propia misión que Dios nos ha encomendado para que “a través de nuestro testimonio de fe y el anuncio del Evangelio, Dios siga manifestando su amor y pueda tocar y transformar corazones, mentes, cuerpos, sociedades y culturas, en todo lugar y tiempo”.[1]
Los sacerdotes el día de la ordenación hemos recibido una nueva Unción, el Espíritu nos ha consagrado para ser ministros, es decir, para una misión de servicio total y valiente al Pueblo de Dios. Como dice San pablo “el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad” (2Tim1,7). Una vida de auténtica unidad con Dios nos lleva a una generosa entrega a los demás, sobre todo a los más pequeños y vulnerables, una vida donde buscamos con renovadas fuerzas que su Reino nos ayude a vencer todo tipo de marginación o descarte de personas y nos ayude a trabajar por superar, con diálogo y valoración del otro, todo tipo de grieta o división.
Hoy doy gracias a Dios por la vida de cada uno de ustedes, sacerdotes de la diócesis que, en cada rincón de esta bella geografía riojana, cada día dan lo mejor de sí en el servicio a sus comunidades. A la vez pido para que esa unción recibida sea cada día más fecunda, dadora de vida. Que la humildad del Señor los ayude ser más dóciles a sus inspiraciones y más fraternos para siempre caminar con otros con un verdadero espíritu de sinodalidad.
4. Jesús presenta su vocación y anuncia su misión leyendo la Palabra de Dios, concretamente al profeta Isaías. Quisiera que su elocuente testimonio nos anime a vivir cada día a la luz de la Palabra de Dios. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica que “la palabra “Iglesia” designa la asamblea de aquellos a quienes convoca la palabra de Dios para formar el Pueblo de Dios y que, alimentados con el Cuerpo de Cristo, se convierten ellos mismos en Cuerpo de Cristo”.[2] Nos dirá el Papa Benedicto XVI: “la Iglesia se funda sobre la Palabra de Dios, nace y vive de ella. A lo largo de toda su historia, el Pueblo de Dios ha encontrado siempre en ella su fuerza, y la comunidad eclesial crece también hoy en la escucha, en la celebración y en el estudio de la Palabra de Dios”.[3] Y el Papa Francisco afirma: “Toda la evangelización está fundada sobre ella (la Palabra de Dios), escuchada, meditada, vivida, celebrada y testimoniada… Por lo tanto, hace falta formarse continuamente en la escucha de la Palabra. La Iglesia no evangeliza si no se deja continuamente evangelizar. Es indispensable que la Palabra de Dios «sea cada vez más el corazón de toda actividad eclesial»”.[4]
En la diócesis estamos en plena organización de la “Animación Bíblica de la Pastoral”, invito a todos los fieles a participar de una auténtica renovación de su vida cristina con una lectura cotidiana de la Palabra. Invito a cada grupo pastoral o comunidad a que puedan designar a algunos de sus miembros para capacitarse y ser los animadores Bíblicos de sus propios espacios. Y pido a los sacerdotes, diáconos, consagradas y consagrados a alentar y acompañar esta iniciativa para que toda renovación pastoral nazca y se nutra de la Sagrada Escritura que nos une a Cristo mismo: la Palabra de Dios hecha carne.
5. Finalmente, Jesús, en Nazaret –decíamos- expresa que su misión es traer una buena noticia a los pobres, dar la vista a los ciegos, la liberación a los oprimidos, y proclamar la llegada de un tiempo nuevo de un “año de gracia”.
La realidad de la pandemia ha puesto de manifiesto muchas debilidades del mundo en que vivimos: una pobreza extrema en gran parte de la humanidad, un limitado acceso a la alimentación o educación en muchos niños, niñas o adolescentes, un deterioro del medio ambiente, carencias laborares o salarios bajos, acrecentamiento de la violencia y de apego a las adicciones, por nombrar algunos aspectos.
Pero muchas cosas pueden mejorar si nos animamos a aportar lo mejor de cada uno para un cambio, si nos animamos a trabajar codo a codo con otros, aunque podamos tener algunas diferencias, dejando de lado todo tipo de mezquindades que nos encierran en nuestros propios planes. El Papa, tan involucrado con este tiempo, nos acompaña y anima a algo nuevo. En su última encíclica, Fratelli tutti, sobre la fraternidad y la amistad social, de un modo claro y profundo, nos alienta a salir de la indiferencia y el aislamiento y a ser protagonistas, siempre junto con otros, de un mundo nuevo que cambie un sistema que solo beneficia a algunos y deja a una gran mayoría tirados al costado del camino. Y hoy mismo nos ha propuesto un “Pacto Educativo Global” que busque “Poner en el centro de todo proceso educativo formal e informal a la persona, su valor, su dignidad, para hacer sobresalir su propia especificidad, su belleza, su singularidad y, al mismo tiempo, su capacidad de relacionarse con los demás…”; Proponiéndonos “comprometernos a estudiar para encontrar otras formas de entender la economía, la política, el crecimiento y el progreso, para que estén verdaderamente al servicio del hombre y de toda la familia humana…”; Alentándonos a- “Salvaguardar y cultivar nuestra casa común, protegiéndola de la explotación de sus recursos, adoptando estilos de vida más sobrios… siguiendo los principios de subsidiariedad y solidaridad y de la economía circular”.[5]
Esta es nuestra hora, no dejemos pasar el tren de la historia sin habernos animado a luchar, junto a los demás, por un mundo más justo e inclusivo, con más oportunidades para cada uno de sus habitantes.
6. Estamos transitando este año Mariano, y celebrando el centenario de la Aureolización de la Imagen de San Nicolás, con la gracias de contar con cuatro beatos mártires que han dejado que la unción bautismal y sacerdotal se manifieste en un servicio generoso al Reino hasta dar la vida.
La unción que recibimos en el bautismo es para la santidad.Santidad que es obra del Espíritu en cada uno de los bautizados y que se realiza en el tiempo histórico que nos toca.
Queridos hermanos en el sacerdocio, gracias de corazón por la vida y ministerio de cada uno de Ustedes. Que la renovación de las promesas sacerdotales que ahora vamos a realizar nos anime en una vida cada día más unidad a Dios, y un servicio cada vez más generoso y comprometido con el camino de santidad del pueblo de Dios, involucrándonos en todas las realidades de su vida con auténtico espíritu de servicio, siempre de rodillas, lavando los pies de cada uno –como lo hizo el Señor-; embarrados, asumiendo y acompañando las tantas realidades de sufrimiento especialmente de los más pobres. Jesús, Buen Pastor, no dejará de animarnos para no desfallecer en el camino y nos dará oportunamente la gracia que más necesitamos.
Que el ejemplo de María y de tantas santas y santos nos anime a abrazar con generosidad esta hora de la historia con la esperanza de que su Reino se manifieste cada vez más en ella.
Así sea.
Mons. Dante Braida, obispo de La Rioja
Notas
[1] Francisco. Mensaje por jornada mundial de las misiones 2020
[2] N° 777
[3] Benedicto XVI. Verbum domini 3.
[4] Cf. Francisco. Evangelli Gaudium 174-175
[5] Francisco. Pacto Educativo Global 15/10/2020