Queridos hermanos, en la primera lectura, el profeta Isaías nos propone una mirada esperanzada sobre el tiempo que Dios nos invita a vivir. Frente a todas las vicisitudes y los sufrimientos del pueblo de Israel cautivo en Babilonia, de parte de Dios, el profeta Isaías les comunica que tendrán una nueva oportunidad para vivir mejor, para vivir con dignidad, para ser felices en plenitud. La Palabra de Dios viene a rescatar de la tristeza al pueblo elegido proponiéndole una mirada llena de esperanza.
Así también en estos días, el Papa Francisco en la encíclica Fratelli Tutti (Todos hermanos), nos habla de un mundo difícil, distinto del que habíamos imaginado; un mundo donde los sueños se han hecho pedazos, donde las seguridades han caído, donde hay grandes dificultades y graves exclusiones, un mundo que se cierra y endurece Sin embargo, nos dice el Papa Francisco, hay esperanza, no en nosotros, sino en Aquél que nos invita a mirar la historia de otro modo, a ser, a sentirnos, a vivir como hermanos unos de otros.
El evangelio nos propone una parábola, esa forma de narrar propia de Jesús para involucrar a sus oyentes y buscar juntos un sentido a lo que les está explicando. En este caso, se trata de una fiesta que organiza un señor muy importante, un rey, invitando a mucha gente. Sin embargo, esos invitados han respondido de una manera negligente, descuidada, incluso maleducada, maltratando a los que eran mensajeros que llevaban la invitación. Se trataba de una gran fiesta y este Rey estaba ilusionado con ella. Cuando el Rey se enteró de la suerte de sus mensajeros entonces mandó hacer justicia con los ingratos y quiso salvar la fiesta. Y así entonces, salieron a invitar a otros; fueron a convocar a otros para que participen de la alegría de esta fiesta.
Es un evangelio muy provocativo porque nos está invitando a pensar en la vida cristiana como una fiesta en la que tantos de nosotros llamados por la fe, al celebrarla podemos descuidar nuestra vida cristiana, podemos desentendernos y despreciar incluso lo propiamente religioso, postergándolo con otras urgencias o siguiendo otra escala de valores.
En cambio, el cristiano, el creyente que vive la vida cristiana como una fiesta y descubre su valor entenderá el sentido de la convocatoria y responderá con su vida y con sus actos. Lo importante es advertir que Dios llama a todos, Dios convoca a todos, Dios nos espera a todos.
El evangelio nos presenta un remate todavía más dramático. La parábola dice que este Rey cuando entra a la fiesta encuentra a uno que está mal vestido; es decir, no está vestido como para participar de una fiesta y entonces se enoja. Así también, muchos de nosotros hacemos de nuestra vida cristiana, de nuestro ser cristianos, un testimonio amargo. En cambio, como cristiano estás llamado, estás invitado a una fiesta. ¡Vestite de fiesta! Es decir, que tu vida, tus gestos, testimonien la alegría de la fe. Había un filósofo que decía que creería en Cristo si los cristianos tuviéramos cara de resucitados. Porque es cierto que muchas veces el agobio, las preocupaciones, pero también la mala onda, una suerte de pesimismo crónico, nos juegan una mala pasada y descuidamos lo que significa comunicar la alegría del Evangelio, la alegría de la fe.
En esta misa estamos celebrando la Jornada Mundial de las Misiones. La Iglesia es misión, la iglesia es anuncio del Evangelio, la Iglesia existe para evangelizar. Para ello nos la ha dejado Cristo en la persona de los Apóstoles. Los obispos somos corresponsables junto con el Papa de la acción misionera de la iglesia y por eso nos empeñamos en proponer la oración por las misiones, en desarrollar una Pastoral misionera en la diócesis, y cooperar con la acción misionera de la Iglesia.
En nuestro caso aquí en Mendoza tenemos la alegría de compartir una experiencia misionera con la hermana diócesis de La Rioja. Más precisamente en la ciudad de Chepes, dos hermanas nuestras Carolina y Natalia están en nombre de nuestra Pastoral misionera haciendo una experiencia de irradiación evangélica, celebrando la fe con esa comunidad hermana de los Llanos riojanos. Para ellas entonces nuestro saludo, nuestra oración para que la iglesia sea siempre misionera, y nuestro agradecimiento por hacernos presentes como Iglesia peregrina, como Iglesia en salida. También estamos invitados a ayudar a esta misión. Bastará preguntar en el arzobispado cómo podemos colaborar, cómo podemos hacer llegar nuestra pequeña contribución, para que esta misión siga dando tan buenos frutos como ellas mismas nos han contado recientemente, sobreponiéndose a las dificultades de este tiempo de pandemia.
Ayer celebré junto a la comunidad de Schoenstatt los 40 años del santuario en Mendoza. Fue la oportunidad de dar gracias a Dios por esta experiencia de fe y espiritualidad mariana que se ha hecho fuerte en nuestra Arquidiócesis para venerar a la Virgen, la Madre de Dios, nuestra señora que siempre está para alentar nuestro camino cristiano. Aprovecho entonces esta misa para saludar a la comunidad de Schoenstatt, para animarlos a ser siempre una comunidad de Alianza, una comunidad misionera muy amada del Padre.
Este domingo entonces, nos invita a la reflexión. Los cristianos todos, en distintas experiencias, en distintos llamados, hoy nos sentimos comprometidos a la misión. La pregunta que debemos hacernos es sobre nuestra identificación con el testimonio misionero de Cristo, si salimos a invitar a otros a la fiesta grande de la vida cristiana.
Mons. Marcelo Daniel Colombo, arzobispo de Mendoza