Nos reunimos para celebrar la fiesta del Santo Patrono de esta Iglesia Catedral, de la ciudad misma y de quien finalmente dio también su nombre e identidad a nuestra provincia. Nacimos bajo el amparo y ejemplo de un santo. Y de él debemos sacar día a día inspiración para seguir sus pasos desde esta bendita tierra, camino a la patria celestial.
Las lecturas de hoy nos encaminan a vivir una fe “encarnada”. Luego de la plenitud de la revelación dada por el mismo Cristo, no podemos tomar sino este y único camino para llegar a Dios. Con la mirada puesta en el cielo, pero con los pies bien puestos sobre la tierra. Un corazón que no se divide, sino que se inspira para vivir en abundancia construyendo su reino.
Isaías nos recuerda cuales son los sacrificios que agradan verdaderamente a Dios. No queda atada la relación Dios – hombre, a lo solo cultual, sino que el sacrifico “agradable” tiene que ver necesariamente con las obras de caridad. Y la Providencia de Dios iluminará la vida de sus fieles recompensando con creces sus acciones y sus necesidades. Ya el Pueblo de Israel, entonces, tenía marcado por sus profetas el camino que debían seguir para ser fieles al Dios que los había liberado de la esclavitud. Qué importante nunca pasar de largo frente a lo concreto y tan humano como lo es la realidad de quienes transitan junto a nosotros el camino de la vida, pero sin embargo con un claro acento y opción preferencial por los más desprotegidos y necesitados. Allí esta puesta, en ellos la mirada atenta y misericordiosa de Dios, allí quiere que también nosotros pongamos nuestra atenta mirada para que su luz brille entonces en nuestra vida.
Lo mismo, en la segunda lectura, San Juan nos lleva en definitiva a vivir una fe que se manifieste y exprese en las obras. Ellas mismas harán presente exteriormente lo que proviene de lo más profundo de nuestro interior. No amar de palabra, sino de obra y de verdad.
El evangelio correspondiente para esta celebración Jesús mismo vuelve a poner su mirada sobre este camino que nos lleva a Dios, respondiendo la pregunta de uno de los maestros de la ley:
¿Cuál es el mandamiento principal?
Y su respuesta fue “Amarás al Señor, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” y finalmente completó diciendo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Toda la ley y los profetas quedan finalmente sintetizada en esos dos mandatos.
Nuestro camino de vida de fe es un camino que solo culminará cuando lleguemos a nuestro destino final. Estamos llamados para vivir plenamente junto a Dios. Decía más arriba nuestra mirada debe estar puesta en la patria celestial. Pero nuestro camino terrenal es el lugar donde debemos transitar a la luz de estas enseñanzas para llegar al destino de la verdadera vida. Vida que ya desde ahora se verá entonces iluminada si somos capaces de poner en práctica lo que Dios nos pide.
A eso llamamos camino de santidad.
Jesús nos dijo: he venido para que tengan vida y vida en plenitud.
Justamente la santidad es hacer la voluntad de Dios aquí y ahora. Según la propia historia y la particular vocación de cada uno.
Recordar hoy a nuestro patrono San Luis rey, nos permite hacer memoria de alguien que supo poner en práctica la Palabra de Dios. Contamos hoy con su intercesión, propia de todos los santos que están junto a Dios, pero especialmente contamos con su modelo y con su ejemplo.
Me surge en primer lugar destacar la importancia de una familia, que acoge y que educa en la fe. Eso ha recibido él de sus padres, particularmente de su madre…, y el mismo también ha dado y compartido lo que ha recibido.
El testamento que deja a su hijo entrega, podemos decir como legado principal, una vida de fe. A partir de allí podrá su hijo desarrollar sus verdaderos dones. Sin Dios, nada podemos hacer. Si Dios no nos sostiene, en vano nos afligimos. Le pide en primer que lugar que ame a Dios con todo su corazón. Sin ello nada puede salvarse, le dice.
Finalmente, San Luis es un claro ejemplo de que el evangelio puede ser vivido desde todo lugar. Y también desde un lugar de poder y gobierno, como fue el estar a cargo justamente de un reino. Y no dudo que nada de eso habrá sido fácil.
El Evangelio de Cristo todo lo inspira, todo lo penetra. Todo lo transforma.
Debemos ser nosotros portadores de la Buena Noticia en nuestro tiempo y preguntarnos cómo se viven hoy las enseñanzas de Jesús. Cómo se hace carne el Evangelio en nuestras vidas. Como amamos a Dios con todo el corazón, con todas nuestras fuerzas, con todo nuestro espíritu.
San Luis bendice nuestra ciudad…, nuestra provincia y particularmente nuestra Diócesis. le pedimos por su intercesión que seamos una Iglesia viva que acoja y llegue a los más necesitados de su amor, de su misericordia y de su perdón.
Que nuestras acciones hagan visible el amor de Dios.
La santidad es un proceso y camino que nunca se deja de recorrer y de comenzar. Porque cada día Dios sale a nuestro encuentro.
Hoy me toca compartir junto a ustedes una nueva etapa de la Diócesis. Ésta es junto a ustedes mi primera fiesta patronal. Nos vamos conociendo y descubriendo. Intento vivir justamente lo que San Luis nos ha trazado como camino en su testamento. Tener a Dios por único norte. Vivir y poner en práctica sus palabras. Hacer vivo en Evangelio en estas tierras. Amar a los pobres y afligidos. Le pido por su intercesión que nos ayude a construir una Iglesia atenta y misionera. Que salga al encuentro de quienes aún no hemos podido llegar.
Le pedimos a nuestro santo patrono por nuestro pueblo de San Luis, que cada uno pueda tener a Dios en su corazón, que a nadie le falte lo necesario para vivir dignamente. Que ilumine a todos los que tienen el servicio de gobierno para que procuren el bien común para todos. Y que siguiendo también el buen ejemplo de San Luis Rey podamos vivir el amor a María, madre de Jesús y madre nuestra quien siempre nos protegerá y nos llevará hacia su Hijo nuestro Señor.
Mons. Gabriel Bernardo Barba, obispo de San Luis
Ciudad de San Luis, 25 de Agosto de 2020