Cuando era joven me gustaba salir con amigos a acampar en los tiempos de vacaciones. Especialmente nos atraían los lagos del sur y el pie de las montañas. Una cuestión importante al momento de armar las carpas era seleccionar bien el terreno y colocar adecuadamente las estacas para sostener el piso y el techo. La tormenta y los vientos eran la prueba de haber realizado bien esa primera tarea.
Se han cumplido hace unos días los 5 meses de haber comenzado en la Argentina con las diversas medidas para hacer frente a la crisis sanitaria producida por el Covid-19. En el mundo las consecuencias fueron diversas. En nuestro país la pandemia ha sido y es agresiva, en unos lugares más que en otros. En San Juan veníamos con una situación bastante más aliviada.
En los últimos días comenzaron a aparecer varios casos de contagios que pusieron en alerta a toda la sociedad, y condujeron a medidas de restricción de “fase 1” para los próximos 14 días. En las redes sociales se expresaron sentimientos de desconcierto, miedo, dolor, enojo, furia. Es bueno que cada uno pueda ubicarse ante esta situación y ver qué tiene en el fondo del corazón.
¿Qué me pasa a mí? ¿Cuáles fueron las emociones espontáneas que me brotaron? ¿Qué es lo que “me hace perder” este aislamiento de dos semanas?
Una vez confrontado el ámbito personal, hace falta levantar la mirada para ver más allá de mi entorno más cercano. ¿Qué le pasa a los otros, los más duramente golpeados? Los pobres que no tienen para comer, los que vuelven a perder el trabajo. Los enfermos aislados, enfrentando sufrimiento en soledad y sus familias sin poder acompañarles. Los comerciantes y empresarios que comenzaban a afirmarse para levantar cabeza.
La distancia de la familia y los amigos.
Ante estas situaciones palpamos nuestra fragilidad. Podemos sentirnos heridos y agobiados, fatigados de tanto soportar. Corremos el riesgo de bajar los brazos, o pensar que tanto esfuerzo no es reconocido. Hace falta recuperar la sabiduría y fortaleza de la estaca. Uno de los Libros Sapienciales de la Biblia nos dice que las palabras de los sabios son como estacas bien hincadas por un pastor para cuidar a su rebaño (Eclesiastés 12, 11). ¡Qué imagen hermosa!
Otra frase de la Sagrada Escritura también nos afirma y sostiene diciendo que “esta esperanza que nosotros tenemos, es como un ancla del alma, sólida y firme” (Hb 6, 19).
En tiempos de turbulencia debemos aferrarnos a lo seguro. Pongamos nuestros ojos fijos en la mirada tierna de Jesús que nos abre su corazón para llamarnos: “vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré” (Mt 11, 28).
Tres cosas te pido: rezar, cuidar, ayudar.
Oremos a Dios para que nos sostenga en la esperanza con ánimo firme, asumiendo el dolor confiando en que Jesús asume nuestras aflicciones. Él está junto a nosotros y no nos abandona.
Cuidarnos y cuidar a nuestros familiares, amigos, vecinos; la sociedad toda. No transemos con la irresponsabilidad o clandestinidad. Nadie se salva solo.
Ayudar a los más pobres acercando alimentos o dinero a los que están llevando adelante iniciativas solidarias.
En las celebraciones que realizamos en los Medios de Comunicación y espacios virtuales queremos acompañarte.
No te olvides: estamos juntos en la misma barca.
Mons. Jorge E. Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo