Misioneros a tientas,
senvidores de la esperanza
Queridos catequistas:
La pandemia por el coronavirus generó en todos y a todos los niveles un gran impacto. La Iglesia no se quedó afuera de este tiempo difícil; no tenemos un Dios aparte sino el mismo Dios, Padre de todos que hace llover y salir el sol sobre sus hijos.
La fe verdadera se manifiesta cuando las cosas no están bien poniendo luz y ayudándonos a descubrir el paso de Dios. El discípulo de Jesús no espera que todo esté en orden para empezar a caminar, sino que, con un “oído en el evangelio y otro el pueblo", hace camino al andar.
Muchas acciones pastorales habituales debieron tomar otro rumbo. En nuestras catequesis debieron suspenderse los encuentros, las celebraciones de la misa presenciales y muchas expresiones de fe comunitarias.
Cumplir el aislamiento dispuesto nos obligó, sí o sí, a poner en marcha muchas cosas que nos venimos planteando en nuestra catequesis diocesana y que, en muchos casos, nos costaba arrancar. La inscripción automática, los encuentros habituales, el temario fijo, la escolaridad se nos hicieron imposibles. Nos dimos cuenta que eran nuestras seguridades y la realidad nos empujó a despojarnos de ellas para generar una catequesis más vincular, más atenta a cada uno y a hacer procesos. Las fechas no existen para marcamos el final de una preparación, sino que, vamos andando y caminando con el Señor en medio de la tormenta, tratando de dejar huellas en el mar.
Este tiempo, que también es tiempo de Dios nos desafia a más, a la novedad, a remventarnos y crear nuevas formas en la catequesis, que seguramente van a marcar un antes y un después.
Sin las habituales seguridades, se nos llama a los catequistas a ser ‘todo terreno', el catequista hoy es un “misionero a tientas que entra en cada casa y en cada vida sin ver demasiado". Es un “embajador de Jesús"; más que nunca “servidor de la esperanza" que se agarra fuertemente al Señor de la Vida y acompaña la obra de Espíritu en cada corazón.
Gracias por todo lo que hacen, gracias por no renunciar a su vocación en tiempos difíciles, gracias por no posponer el anuncio y por recrear en cada lugar la catequesis, con lo que tienen y con lo que pueden, sin condicionarse y sin condicionar.
Gracias seguir respondiendo a este llamado a sembrar la ternura de Jesús en el corazón de tantos chicos, jóvenes, adultos y en sus familias porque, en cada gesto de amor, el Reino crece.
Que la Virgen, aquella que reinventó cada día su vida para seguirle el paso a Dios, los ayude a seguir recreando día a día la Buena Noticia de su Hijo.
¡Que Dios los bendiga!
San Justo. 21 de agosto 2020
Mons. Eduardo H. García, obispo de San Justo