Palabras Iniciales (dichas luego del saludo inicial)
El Concilio habla de esta Misa como el signo más elocuente de la vida de la Iglesia en la comunidad, en la diócesis, en la prelatura, en la Iglesia local; nuestros señores sacerdotes se reúnen a celebrar en torno al obispo, hoy en torno al Administrador, el Padre Pablo.
Además es como que nos metemos en la fuente de nuestro sacerdocio a renovar nuestras promesas sacerdotales, al mismo tiempo son, perdón, y es testigo de esta renovación el mismo Pueblo Santo de Dios. Al mismo tiempo vamos a bendecir los aceites y a consagrar el crisma, que son aquellas marcas y signos de nuestra pertenencia a Jesús y a nuestra incorporación a la Iglesia. El aceite de los catecúmenos que se usa para el bautismo, es el aceite de los enfermos, es signo del Señor que se acerca al hombre en su realidad mayor que es la enfermedad y el crisma, que marca nuestra pertenencia a Jesús por el bautismo, por la confirmación, por el orden sagrado; además se consagran lugares como templos. Es decir es una misa donde uno descubre que la Iglesia es fuente de vida y de vida en la comunidad del Pueblo de Dios, que es la Iglesia.
No lo pudimos celebrar la mayoría de las diócesis cuando mayormente se celebra, que es en el contexto de la Semana Santa, es bueno hacerlo hoy en el curso de este año. Cuando la dificultad es mayor, también ha de ser más fuerte nuestro arraigarnos a Jesús, por eso celebremos con profunda fe poniéndole el corazón a toda la gente de la prelatura, desde las cumbres de los cerros hasta los valles y sus riquezas, del norte al sur y del este al oeste, de la alta puna de la cordillera allá en Antofagasta, que todos estén en nuestro corazón, es la misa de la Iglesia local. Para poder entrar en esa sintonía con Jesús, al cual pertenecemos totalmente, todo nuestro ser y Él nos pide que le demos el ser para poder prolongarse, eso lo dice especialmente hoy San Juan Eudes, a quien celebramos, unifiquémonos, pidámosle al Señor perdón por nuestros pecados, por los pecados de esta iglesia local, dejemos que Él con su mirada misericordiosa, derrame la bendición de su perdón…
Palabras Finales (dichas antes de bendición)
Muchas gracias a todos, al Padre Pablo por haberme invitado a presidir, a ustedes queridos hermanos por haber concelebrado, a ustedes queridos hermanos todos, el Pueblo de Dios por haber compartido esta celebración.
¿Es un rito más?, nos podríamos preguntar, no. Como decíamos al comienzo y lo afirma el Concilio, es la misa más importante del año, con la que se expresa la unidad de todo el Pueblo de Dios. La bendición de los aceites, que a mí siempre me ha hecho pensar, porque nuestra gente nos pide el aceite, incluso los carismáticos han difundido muchísimo eso; y aquí está la fuente de nuestra vida, de nuestra pertenencia desde la realidad de la Pascua del Señor porque normalmente el contexto es la Semana Santa, desde la Pascua del Señor, desde su muerte y resurrección nace nuestra incorporación a Cristo. Y es Él el que ha querido, el Señor ha querido quedarse a través del pan, del vino, de estos aceites y de los sacerdotes, que son los que tienen que prolongar esta tarea, porque en la misma última cena es cuando dice “Hagan esto –se lo dice a los apóstoles- en memoria mía”. Sin los sacerdotes no se puede seguir con esto, la prolongación del Cristo visible, que es la Iglesia, se hace a través nuestro y ¡qué bueno que nos juntemos y renovemos nuestro ser! renovando nuestras promesas y en el gesto sacramental de la consagración de los aceites, bendición y consagración de los aceites; bendición de los aceites y consagración del crisma. Esto es lo que nos une a todos, esta es la señal del Espíritu que nos hace pertenecer a Cristo y al Padre, esto es lo que nos hace una sola Iglesia.
Los tiempos de pandemia nos han sacudido a todos y nos siguen sacudiendo, fíjense, nosotros estamos celebrando en el momento más crítico de la pandemia, al menos en nuestro norte argentino y en Salta, en particular Jujuy, en todo el país porque ha aumentado el número de contagiados, el temor crece. Todos tratamos de dar respuestas, confiamos en nuestras autoridades, confiamos en los científicos, confiamos en quienes saben y tienen que conducir, pero necesitamos de Dios. Nosotros sabemos y estoy seguro, ustedes más que yo, el sentir profundo de nuestro pueblo que busca a Dios como nunca, en estos días, porque sabe que Él es el que dirige la historia y experimenta la necesidad de ver y vivir algunos signos de su cercanía. Nosotros con nuestras actitudes, la Eucaristía que podemos celebrar, gracias a Dios, en nuestra provincia es un servicio que le debemos hacer a la gente. Todo el servicio sacramental, la comunión a los enfermos, el arrimarnos a sus casas es la presencia de Jesús que fortalece. Pero eso nos llama a nosotros curas también a potenciar la oración como vínculo con el Señor
Queridos hermanos, entonces sostengámonos desde la misa crismal, los unos a los otros, recemos los unos a los otros. Ese insistente llamado del Papa Francisco “Recen por mí”, hagámoslo nuestro cada uno de nosotros y continuemos viviendo en paz, con mucha serenidad, Jesús no nos va a abandonar, nos confiamos a la Santísima Virgen, Nuestra Madre del Rosario, vayamos en paz.
Mons. Mario Antonio Cargnello, arzobispo de Salta