Querido Padre:
En nombre de mis hermanos sacerdotes y de todo el pueblo de Dios que peregrina en Avellaneda-Lanús le dirijo estas palabras.
Como cada 15 de agosto nos reunimos para honrar a nuestra patrona la Virgen de la Asunción, a la que desde hace más de 160 años este pueblo celebra con tanta fidelidad y devoción… Este año es particularmente especial. Nos convoca de una forma inusual: la situación sanitaria nos impide congregarnos como era habitualmente y sin embargo gracias a las redes y tecnologías podemos sabernos juntos y en comunión… Al no poder acercarnos a nuestra catedral, es María la que se acerca a nuestros hogares a través de diferentes pantallas…
Sin embargo, esta celebración tiene un condimento que agrega un sabor diferente a nuestros festejos patronales… Y es que nos toca decirle hasta pronto… No digo despedir… porque despedir implica echar afuera… y usted estará presente en nuestro corazón y en cada rincón de esta Diócesis que como padre, hermano, vecino y Pastor ha recorrido…
Es así que surgen en nuestros corazones sentimientos encontrados de dolor por su partida y de gratitud por la experiencia compartida, de inmensa gratitud, por su persona, vida y ministerio. Fue nuestro Obispo durante 19 años y 5 meses.
Hemos sido testigos que las palabras “hágase en mi según tu palabra” que María responde a la iniciativa de Dios resuenan como un eco en cada momento de su vida: en el gozo, en el dolor, en la gloria. Como todos los discípulos misioneros que nos animamos a seguir Jesús, el Buen Pastor, que nos ha llamado… cada momento y ante cada situación sea oscura o difícil, esta respuesta, aunque parezca absurda, o no la entendamos, nos llena de paz… porque estamos en manos de un Padre, a quien con filial confianza lo llamamos Abba como nos enseñó Jesús.
Usted y nosotros, junto cada hermano que peregrina en esta Iglesia Diocesana hoy decimos al Señor… “hágase según tu palabra” …. con el dolor de la partida, pero también con la esperanza de saber que su futuro y el nuestro están en las manos paternales, fuertes, misericordiosas de quien es fiel desde toda la eternidad y sigue guiándonos; confiamos y vivimos con la certeza de san Pablo porque sabemos que Dios dispone todo para el bien de los que lo aman... ¿Qué podemos temer entonces?
Me tocó acompañarlo desde la primera hora, desde su llegada a la diócesis allá por el 2001. Vienen a mi memoria tantos momentos, tantas situaciones. Soy testigo de sus esfuerzos y desvelos en ese tiempo. A la hora de preparar estas palabras me surgió la tentación de desgranar año por año, para detenerme y repasar agradecida y cordialmente el ejercicio de su “oficio de amor” entre nosotros. Pero preferí, como dice Ud. muchas veces… porque “me tendría que extender demasiado”, apelar a la memoria de cada creyente que ha sido protagonista de esos momentos a lo largo de este tiempo…
Hay un legado que sintetiza todo, que nos queda como la obra suya más importante: la realidad eclesial de Avellaneda-Lanús. Creo sin equivocarme que fue una situación original en nuestra iglesia argentina. Una diócesis que recibe una porción de otra iglesia particular para constituir una nueva realidad … realidad que ya está por celebrar sus 20 años.
Recuerdo cuando organizo la primera reunión con los curas de Lanús y Avellaneda, me dijo… “compra unas buenas facturas”, seguramente para dar la primera impresión favorable en un momento de no poca tensión… quiso que todos nos sintiéramos recibidos, a gusto… Recuerdo emocionado ese día y los grandes pasos que comenzamos a dar juntos…. Todos pusimos lo mejor: sacerdotes, diáconos, religiosas, laicos … todos… pero para honor de la verdad… usted se puso al hombro esto… no fueron las facturas las que ayudaron sino su calidez, cercanía, el empezar a caminar incansablemente cada rincón de nuestra geografía eclesial… para unirnos como un pueblo con “un solo corazón y una sola alma”, sin perder nuestra identidad, asumiendo historias, modos pastorales, acentos….
Y como un fruto madurado desde los comienzos de nuestro caminar como Avellaneda-Lanús… el seminario San Pablo VI … una apuesta fuerte para el futuro, una usina para hacer la iglesia nueva, ya con 17 años de camino y tantos frutos…
Por eso querido padre con Ud. queremos dar gracias a Dios porque en su Providencia nos hizo encontrarnos y caminar juntos… y también le queremos dar gracias a Dios por confiarnos:
También queremos pedirle perdón por los disgustos y sufrimientos que pudimos ocasionarle, porque quizá no hemos sido fieles a lo que nos encomendó, nos faltó pasión en el anuncio del evangelio, compromiso de vida… quizá también porque esperaba más y lo defraudamos.
No se olvide de nosotros en su Eucaristía. Somos testigos que nos conoce a cada uno y que lleva grabado en el corazón nuestros nombres, nuestras historias. También su testimonio queda guardado en nuestro interior y será motivo de oración por su vida y ministerio.
Rece para que esta Diócesis tenga pronto, lo más pronto posible, un nuevo pastor según el Corazón de Dios, lleno del Espíritu Santo y de la alegría del Evangelio.
Lo encomendamos a la Virgen María, esperanza y consuelo nuestro. Que ella sea la estrella que guie este nuevo tiempo que le toca y nos toca vivir.
Le pedimos a Santa Teresa que en esta etapa que se abre en su vida encuentre en Cristo su “compañía”, que no esté “sin tan buen amigo al lado”, mirándolo a Él, con una mirada de fe, con una mirada contemplativa, que sea una mirada llena de amor.... una mirada cargada de admiración por su belleza y su bondad... una mirada agradecida. Hoy Santa Teresa le dice "No te pido más que le mires a él". El regalo de este icono que le entregamos en nombre de la diócesis le ayude a mantener sus ojos fijos en los de Jesús.
El Señor lo Bendiga con su mirada.
Muchas gracias
Pbro. Gabriel Favero