Textos bíblicos: Hc 3, 1-10; Jn 21,1.15-19
Hoy iniciamos estos días de gracias en las vísperas de la fiesta de los Apóstoles Pedro y Pablo, columnas de la Iglesia naciente en quienes Cristo puso su confianza para que su mensaje y su presencia lleguen a todos los puntos de la tierra.
Los tres primeros días de la novena reflexionaremos sobre la FE, los tres siguientes sobre la ESPERANZA y los tres días finales sobre la MISIÓN.
2. El evangelio nos presenta a Pedro que responde a Jesús Resucitado manifestando tres veces su amor hacia Él, luego de haberlo negado también tres veces.
Ante una respuesta humilde y decidida de Pedro Jesús le vuelve a confiar la misión para la cual lo había llamado, ser pescador de hombres. Ahora le dice: “apacienta mis ovejas”.
Pedro cree en Jesús, acepta con confianza su enseñanza pero además le da lugar en su corazón por amor.
Señor, Tu sabes que te quiero, le responde tres veces.
La fe verdadera en Dios es la que se expresa en el amor hacia Él, y permite dejarse amar por Él. Es una fe que, al mismo tiempo se abra a amar a los demás obrando el bien con actitud de servicio permanente.
Lo vemos en la primer lectura que escuchamos encontramos a Pedro que mirando fijamente a un paralítico que le pedía limosna le concede, en Nombre de Jesucristo de Nazaret, la posibilidad de volver a caminar. Le Dice: “no tengo ni oro no plata, pero te doy lo que tengo: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y camina”.
La fe de Pedro en Jesús se manifiesta en un acto concreto de amor: ayudar al prójimo en su necesidad.
3. El Papa Francisco en su primera encíclica habla justamente de la FE[1]. Allí nos invita como creyentes a poner la confianza en Cristo comprendiendo que la fe no es solo creer en Él, sino también creer con Él, junto al Él. Nos dice: “En muchos ámbitos de la vida confiamos en otras personas que conocen las cosas mejor que nosotros. Tenemos confianza en el arquitecto que nos construye la casa, en el farmacéutico que nos da la medicina para curarnos, en el abogado que nos defiende en el tribunal. Tenemos necesidad también de alguien que sea fiable y experto en las cosas de Dios. Jesús, su Hijo, se presenta como aquel que nos explica a Dios (cf. Jn 1,18). La vida de Cristo —su modo de conocer al Padre, de vivir totalmente en relación con él— abre un espacio nuevo a la experiencia humana, en el que podemos entrar… Para que pudiésemos conocerlo, acogerlo y seguirlo, el Hijo de Dios ha asumido nuestra carne, y así su visión del Padre se ha realizado también al modo humano, mediante un camino y un recorrido temporal. La fe cristiana es fe en la encarnación del Verbo y en su resurrección en la carne; es fe en un Dios que se ha hecho tan cercano, que ha entrado en nuestra historia”.[2]
Por tanto la fe es apertura a Dios y a los demás. Esto implica salir de todo tipo de referencia si mismo y toda actitud de autorefencialidad que nos pone en el centro a nosotros y no a Dios. Dice también Francisco: “Lo que san Pablo rechaza es la actitud de quien pretende justificarse a sí mismo ante Dios mediante sus propias obras. Éste, aunque obedezca a los mandamientos, aunque haga obras buenas, se pone a sí mismo en el centro, y no reconoce que el origen de la bondad es Dios. Quien obra así, quien quiere ser fuente de su propia justicia, ve cómo pronto se le agota y se da cuenta de que ni siquiera puede mantenerse fiel a la ley. Se cierra, aislándose del Señor y de los otros, y por eso mismo su vida se vuelve vana, sus obras estériles, como árbol lejos del agua”.[3]
Finalmente dirá: “La nueva lógica de la fe está centrada en Cristo. La fe en Cristo nos salva porque en él la vida se abre radicalmente a un Amor que nos precede y nos transforma desde dentro, que obra en nosotros y con nosotros”.[4]
4. Querida familia aquí reunida, estamos aquí porque tenemos fe y queremos seguir creciendo en la fe. En esta misa venimos a dejarnos llenar más por la presencia de Dios, dejar que su Palabra llegue más hondo en nuestros corazones y, al mismo tiempo, renunciar a nosotros mismos para que Él sea el centro de nuestra vida y pueda obrar en nosotros como Él quiera. Por eso la novena es un tiempo de oración, de conversión, de sanación y transformación interior. Pero al mismo tiempo es un tiempo de apertura a Dios para que Él pueda realizar por nosotros todas las obras buenas que quiera realizar para mejorar y transforma el mundo.
Hoy día hay muchas personas necesitadas de ser ayudadas y acompañadas en su pobreza, como aquel paralítico que encontraron Pedro y Pablo. Personas solas, o angustiadas, personas presas de alguna adicción que no pueden caminar por la vida, personas sin trabajo o carentes de salud. Personas que no encuentran el sentido o rumbo en sus vidas.
Como creyentes tenemos que salir de nosotros mismos y abrirnos a escuchar, comprender y tender una mano oportuna. Por la que la fe verdadera es la que se expresa en la caridad concreta, en hechos solidarios.
5. Al mismo tiempo la verdadera fe nos abre caminar con otros. A vivir como familia, como hermanos y hermanas, formando comunidades de vida. Por eso es una hermosa expresión de fe cuando una familia crece unida, orando y compartiendo la vida cotidiana. Cuando se fortalecen los lazos entre los agentes de pastoral de una parroquia y entre los distintos grupos que la integran. Es un signo de fe cuando los sacerdotes trabajan unidos junto con su obispo, y se ayudan mutuamente expresando la ‘radical forma comunitaria’ que tiene el ministerio ordenado.[5] Es un gran signo de fe cuando la Vida Consagrada en sus diversos carismas camina en estrecha comunión eclesial.
La fe siempre nos abre a Dios, a caminar con otros y al servicio misionero permanente.
Pidamos a San Nicolás que nos ayude en estos días a profundizar en nuestro camino como creyentes, a descubrir en mayor profundidad cómo podemos vivir la fe en estos tiempos y que podamos vivirla con fidelidad y alegría. Así sea.
Mons. Dante Braida, obispo de La Rioja
Notas:
[1] Papa Francisco. Lumen fidei. 2013
[2] Idem n° 18.
[3] Ibid 19
[4] Ibid 20
[5] Cf. Juan Pablo. Pastores dabo vobis n° 21.