Viernes 15 de noviembre de 2024

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Corpus Christi

Mensaje de monseñor Fernando Martín Corxatto, obispo de Neunquén, con motivo del Corpus Christi (28 de mayo de 2024)

Queridos sacerdotes, consagrados y comunidades:

 “Adorar la Hostia santa debería ser el centro de la vida de todo hombre!
San Carlos de Foucauld

Próximamente celebraremos la fiesta del Cuerpo y la Sangre del Señor, en la cual somos invitados a proclamar con fuerza -y hasta públicamente de ser posible- nuestra fe en Jesús Sacramentado.

En este Año de la Oración me ha parecido oportuno volver a recordar, reforzar y pedirles, que sigamos haciendo posible con más intensidad la “Adoración a Jesús Sacramentado”. En distintas ocasiones el Papa Francisco se refiere a ella, y también le pide a la Iglesia recuperar esta dimensión que le es propia, porque “cuando el hombre no adora al verdadero Dios (o no se reconoce lo santo), crea sus ídolos”.

Muchos son los testimonios a lo largo de la historia que nos muestran cómo este gesto de amor al Señor vivo y presente allí, cambia la vida de las personas.

"Si perdemos el sentido de la adoración, perdemos el sentido de movimiento de la vida cristiana, que es un camino hacia el Señor, no hacia nosotros". “En la vida cristiana no es suficiente saber; sin salir de uno mismo, sin encontrar, sin adorar, no se conoce a Dios. La teología y la eficiencia pastoral valen poco o nada si no se doblan las rodillas; si no se hace como los Magos, que no sólo fueron sabios organizadores de un viaje, sino que caminaron y adoraron" (Francisco).

Agradezco a las comunidades, que ante mi pedido -hace ya 3 años saliendo de la pandemia-, fueron incorporando esta oración de adoración, que nos hace tomar conciencia de esa expresión del apóstol Pablo: “La vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amo? y se entregó a si? mismo por mi?” (Gál.2,20). Y soy consciente cómo cuesta que muchos de nuestros fieles, incluso cercanos y comprometidos en tantas tareas, descubran el valor infinito de ese momento frente a Él. Nos hace falta una catequesis sobre la oración de adoración y de la Eucaristía. La oración y particularmente la adoración, es el ‘motor de la evangelización’.

En un mensaje del Papa Francisco al Comité organizador del Congreso Eucarístico de Estados Unidos les decía: “La Eucaristía es la respuesta de Dios al hambre más profunda del corazón humano”, al hambre de vida verdadera: en ella Cristo mismo está realmente en medio de nosotros para alimentarnos, consolarnos y sostenernos en nuestro camino… A veces entre nuestros fieles algunos creen que la Eucaristía es más un símbolo que la presencia real y amorosa del Señor… Es más que un símbolo, es la presencia real y amorosa del Señor... En la Eucaristía encontramos a Aquel que se ha donado completamente a nosotros, que se ha sacrificado para darnos la vida, que nos ha amado hasta el final… La Eucaristía nos impulsa a un amor fuertemente comprometido por el prójimo, porque no podemos realmente comprender y vivir el significado si tenemos cerrados los corazones a los hermanos y a las hermanas, especialmente a los que son pobres, sufren, están agotados o perdidos en la vida”.

Y esto va unido también a la necesidad de promover las vocaciones al sacerdocio, porque, como decía San Juan Pablo II: “No hay Eucaristía sin sacerdocio, como no existe sacerdocio sin Eucaristía... La Eucaristía y el sacerdocio, que se remontan hasta el Cenáculo, son dos Sacramentos nacidos juntos y que están indisolublemente unidos hasta el fin del mundo. Siguiendo la invitación de Jesús, hay que rogar ante todo al Dueño de la mies para que envíe obreros a su mies (cf. Mt 9,37-38)”. Siempre el Señor suscita en nuestras comunidades laicos que sienten este llamado de rezar y acompañar las vocaciones. Hay que volver a invitar y promover la pastoral vocacional en las comunidades.

“Permanezcan en mí, como yo en ustedes” (Jn 15,4); “El que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él” (Jn 14,21). Estas palabras de Jesús que hemos escuchado en este Tiempo Pascual que ha concluido nos invitan a esa búsqueda de intimidad personal, a ese intercambio de amor. Y como diría Santa Teresa de Jesús, ‘la vida refleja nuestra oración’, la oración verdadera no nos aleja de la historia concreta de cada día, al contrario, nos compromete más.

En este Año de la Oración, y como en cada tiempo que vivimos, no podemos conformarnos con una oración superficial, incapaz de llenar la vida. Sin oración la vida de fe se debilita, nos convertimos en ‘cristianos en riesgo’ y así vemos a tantos hermanos y hermanas que se dejan tomar y confundir con “propuestas religiosas alternativas y transigiendo incluso con formas extravagantes de superstición” (S. Juan Pablo II).

Como lo hemos expresado en el Retiro Diocesano de comienzo del año, muchos son los modos de oración que el Espíritu ha suscitado y suscita permanentemente en su Iglesia, y damos gracias a Dios por ellas, pero hay tres que son una invitación común para todo el Pueblo de Dios: la EUCARISTÍA, la ADORACIÓN y el SANTO ROSARIO.

Con sencillez y humildad, les pido que, en todas las comunidades, aunque sean pequeñas, volvamos a poner estos modos como fuente de vida. Pidámosle al Espíritu Santo, a quien hemos celebrado en Pentecostés, nos inspire los caminos creativos parra resignificar estos pilares orantes en nuestras comunidades.

«Un periodista le preguntó a la Madre Teresa de Calcuta: “¿Qué es lo más importante, a su juicio, en la formación de las monjas?”. Respondió ella: “Lo más importante es que tengan un amor hondo, personal, al Santísimo Sacramento, de tal forma que encuentren a Jesús en la Eucaristía. Así podrán encontrarle también en el prójimo y servirle en los pobres… Desde el momento que empezamos a tener una hora de adoración cada día, el amor a Jesús se hizo más íntimo en nuestro corazón, el cariño entre nosotras fue más comprensivo y el amor a los pobres se nos llenó de compasión, y así se nos ha duplicado el número de vocaciones. Dios nos ha bendecido con muchas vocaciones maravillosas. La hora que dedicamos a nuestra audiencia diaria con Dios es la parte más valiosa de todo el día.”

María Auxiliadora, a quien celebraremos en estos días, nos auxilie para que, como Ella, nos abramos confiados a la obra y a la misión que el Señor nos confía en estos tiempos.

Reciban mi abrazo fraterno, mi oración cada día a los pies del Señor y mi bendición.

Mons. Fernando Martín Croxatto, padre obispo de Neuquén