Querido hijo, hermano y amigo:
Como sabemos, habiendo celebrado el Año Sacerdotal en el Pontificado del querido Papa Benedicto XVI, el Papa nos dejó- como patrono de todos los sacerdotes al Santo Cura de Ars.
Entre sus muchas reflexiones de ese año, nos decía:
“El sacerdote no es simplemente alguien que detenta un oficio, como aquellos que toda sociedad necesita para que puedan cumplirse en ella ciertas funciones. Por el contrario, el sacerdote hace lo que ningún ser humano puede hacer por sí mismo: pronunciar en nombre de Cristo la palabra de absolución de nuestros pecados, cambiando así, a partir de Dios, la situación de nuestra vida. Pronuncia sobre las ofrendas del pan y el vino las palabras de acción de gracias de Cristo, que son palabras de transustanciación, palabras que lo hacen presente a Él mismo, el Resucitado, su Cuerpo y su Sangre, transformando así los elementos del mundo; son palabras que abren el mundo a Dios y lo unen a Él. Por tanto, el sacerdocio no es un simple «oficio», sino un sacramento: Dios se vale de un hombre con sus limitaciones para estar, a través de él, presente entre los hombres y actuar en su favor. Esta audacia de Dios, que se abandona en las manos de seres humanos; que, aun conociendo nuestras debilidades, considera a los hombres capaces de actuar y presentarse en su lugar, esta audacia de Dios es realmente la mayor grandeza que se oculta en la palabra «sacerdocio»[1].
Aprovechando la Memoria litúrgica del santo Cura de Ars, quiero renovar la gratitud por tu vida y entrega cotidiana, por el ejercicio apasionado de tu ministerio. Y te animo también, a renovar siempre este don recibido del buen Dios que- “mirándonos con misericordia”- nos llamó.
“El Sacerdocio es el amor del corazón de Jesús”, repetía con frecuencia el Santo Cura de Ars. Esta conmovedora expresión nos da pie para reconocer con devoción y admiración el inmenso don que suponen los sacerdotes, no sólo para la Iglesia, sino también para la humanidad misma. Tengo presente a todos los presbíteros que con humildad repiten cada día las palabras y los gestos de Cristo a los fieles cristianos y al mundo entero, identificándose con sus pensamientos, deseos y sentimientos, así como con su estilo de vida. ¿Cómo no destacar sus esfuerzos apostólicos, su servicio infatigable y oculto, su caridad que no excluye a nadie? Y ¿qué decir de la fidelidad entusiasta de tantos sacerdotes que, a pesar de las dificultades e incomprensiones, perseveran en su vocación de “amigos de Cristo”, llamados personalmente, elegidos y enviados por Él?”[2]
Haciendo eco de las palabras del Santo Padre, deseo que tu identidad sacerdotal, siga siendo ese distintivo necesario, para servir más y mejor a los hombres y mujeres de nuestras Fuerzas, sus familias, y, también, a los hombres y mujeres que han servido a ellas y ya gozan de su merecido descanso, como son nuestros queridos Retirados. Tu ser sacerdotal, tu hacer sacerdotal, es lo que más reclaman y reclamarán de tu servicio y entrega. Agradezco que así sea y que ese sea siempre tu único anhelo, de algún modo, parafraseando a san Agustín, puedas decir: “Con ustedes soy cristiano, para ustedes soy sacerdote”.
Nos dice el Papa Francisco, sobre la gratitud: “… es siempre (…) un “arma poderosa”. Sólo si somos capaces de contemplar y agradecer concretamente todos los gestos de amor, generosidad, solidaridad y confianza, así como de perdón, paciencia, aguante y compasión con los que fuimos tratados, dejaremos al Espíritu regalarnos ese aire fresco capaz de renovar (y no emparchar) nuestra vida y misión”.[3]
La gratitud al estilo de lo que nos enseña el Santo Padre, será una de las claves para custodiar este don que Dios nos dio: ser sacerdotes, siempre sacerdotes para nuestro Pueblo. Y es la gratitud renovada en el día de hoy, gratitud no solo personal- como obispo de esta diócesis- sino que creo es gratitud de todos los que peregrinamos en Ella, y que aprovechamos y valoramos tu ser sacerdotal.
Como experiencia personal, a punto de cumplir casi 40 de años de sacerdote, me uno a la gratitud por el don recibido, don que también “volvería a elegir”, según me preguntaron hace poco en una entrevista, si nacería de nuevo. Porque si bien somos llamados, Dios no anula nuestra libertad, y es nuestra respuesta, al estilo del cura de Ars, al estilo de la Virgen, una respuesta que- por amor- es plenamente libre. Agradezco junto a vos este gran don y que espero siga siendo sostenido por la oración mutua. Rezo por vos, como vos rezás por mí, no solo en cada eucaristía al pedir por el obispo, sino que también me sé presente en tus oraciones particulares. Muchas gracias, no solo por saberte llamado, sino también por responder- en el “día a día”, con generosa entrega.
Te deseo que tengas un feliz día de San Juan María Vianney.
Un gran abrazo y bajo el cuidado de la Virgen María, bajo la advocación de la querida Virgen de Luján, te dejo mi bendición.
Mons. Santiago Olivera, obispo castrense de la Argentina
Buenos Aires, 4 de agosto de 2023
Notas:
[1] Homilía del papa Benedicto Clausura del Año Sacerdotal. 11-6-2010.
[2] Papa Benedicto XVI. Inicio del Año Sacerdotal. 16-6-2009.
[3] Carta del santo padre Francisco a los sacerdotes en el 160° aniversario de la muerte del Cura de Ars. 4-8-2019.