Lecturas bíblicas: Ap12, 10-12a | Sal 125 | Jn 12,20-28
1. Con renovada esperanza, estamos reunidos en esta mañana celebrando a los cuatro mártires, en particular haciendo memoria de la vida y santidad del beato Wenceslao Pedernera.
Damos la bienvenida a todos los que han venido de distintas localidades de Los llanos, de la Capital riojana, las distintas comunidades del decanato San Pedro, laicos y sacerdotes del Equipo nacional de la Animacion Bíblica de la Pastoral y tenemos muy presente a Coca Cornejo, esposa del beato Wenceslao, que en este momento está internada, muy bien, recuperándose de una cirugía, y a su familia.
Ni bien fue beatificado Wenceslao asumió como ‘patrono de la pastoral de la familia campesina’ en La Rioja. Hace unos días recibimos la grata noticia de que fue nombrado en ‘patrono de la Animación Bíblica de la Pastoral’, considerando que su conversión se da cuando escucha la predicación de la Palabra de Dios, que luego asume la lectura de la Biblia como parte de su vida para vivir plenamente sus compromisos cotidianos, y porque muere con un entrega generosa y un reflejo fiel de la entrega de Jesús: ‘Perdonen’; ‘no odien’ – dirá-. Cómo patrono de la Animación Bíblica de la Pastoral, el beato nos anima a cada uno de nosotros y a cada área pastoral a leer la Palabra cada día, orar con ella y vivir de ella.
2. El Evangelio que escuchamos nos lleva a poner los ojos fijos en Jesús que nos da una enseñanza clave para vivir plenamente la vida y dar muchos frutos. Primero dice que cuando unos extranjeros-griegos quieren acercarse a Jesús, él dice que ‘ha llegado la Hora’.
La hora, explicará, cuando él será glorificado, refiriéndose a su pasión y resurrección. Y, para que lo comprendamos bien pone una comparación del grano de trigo que para dar frutos tiene que primero ‘caer en tierra y morir’. Si esto no ocurre el grano queda solo, infecundo.
Luego explicará que significa esta comparación:
“El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna”.
Desapego y desprendimiento de todo es el camino de la Vida verdadera.
Nos preguntamos: ¿en qué percibimos una vida desapegada en el Beato Wenceslao? En dejar su tierra natal, dejar Mendoza, dejar seguridades laborales y de vivienda. Sumar vida y Evangelio a estas tierras riojanas.
Mirando nuestras vidas nos preguntamos: ¿A qué estamos hoy apegados? ¿En qué nos vemos más desprendidos? “El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre”.
El servicio al Evangelio ser refiere por un lado tiene que ver con a ayudar a los demás en todo lo posible: ‘El que quiera ser primer que se haya servidor de todos’ dice el evangelio de Marcos. En Juan el servicio a Jesús implica también ‘dar la vida’ por Él.
¿En qué percibimos el servicio en la vida de Wenceslao? Compromiso en la vida de familia, organización campesina en cooperativas, en trabajar la tierra, en tender una mano al que pedía ayuda. Luchar contra las injusticias de este mundo…
Ese mismo servicio llegará al extremo de dar la vida en como Jesús en una entrega martirial.
Muere como testigo del Evangelio que leyó y al que creyó cómo fuente de vida plena.
Para crecer y dar frutos nosotros debemos también aceptar el sufrimiento que implica el desapego, el servicio, la entrega de cada día. Solo a través de esa aceptación aparecen los abundantes frutos en nuestras vidas.
3. La expresión del grano de trigo que cae en tierra y muere da muchos frutos hace referencia también al trabajo rural y de la tierra que el beato Wenceslao tenía como oficio o profesión junto a su esposa y tantos hermanos y hermanas con los que compartió la vida.
En ese mundo fue descubriendo injusticias muchas veces en el pago de los trabajos realizados por el peón rural y también en la falta de tierras para quien la quiera trabajar. Problemas que persisten aun hoy.
Siguiendo las enseñanzas de la revelación que vemos en la Biblia: La tierra creada por Dios es para todos. Es un don de Dios. “La pérdida de la concepción de la tierra como don de Dios para el bienestar de todos está en la raíz de toda concentración, apropiación indebida y depredación de los recursos naturales.”
En el Antiguo Testamento la vida del Pueblo estaba ligada a una tierra y, sobre todo en el Nuevo Testamento, Jesús hablará de la pertenencia a su Reino que tiene que ver con el uso adecuado de la tierra aquí, con Justicia y equidad y, a la vez, con una perspectiva trascendente: fuimos creados para una morada eterna, la “tierra sin males”.
Por eso, que el Reino de Dios crezca entre nosotros requiere que trabajemos por un mundo más justo donde todos los seres humanos podamos desarrollarnos dignamente.
El Concilio Vaticano II, que buscó aplicar aquí Mons. Angelelli en su pastoral junto a Wenceslao, se refiere también a que a los bienes de la tierra son destinados para uso de todos los hombres y pueblos, debido a ello deben llegar a todos en forma equitativa bajo la tutela de la justicia y la caridad. “Así el hombre no debe usar como exclusivamente suyas, sino como comunes, las cosas que posee legítimamente, en el sentido que debe aprovecharlas no sólo él, sino también los demás. Señala el derecho a poseer bienes suficientes para sí mismo y para la propia familia, también indica que se debe ayudar a los pobres no sólo con los bienes superfluos.” En muchas de sus visitas a Latinoamérica Juan Pablo II ya decía: “La tierra es un don de Dios, don que Él hizo para todos los seres humanos” (…) “No es lícito, por tanto, porque no es conforme con el designio de Dios, usar este don de modo tal que sus beneficios favorezcan sólo a unos pocos, dejando a los otros, la inmensa mayoría, excluidos”.
Por eso son condenables “Las injusticias provocadas por las formas de apropiación indebida de la tierra por parte de propietarios o empresas nacionales e internacionales y en algunos casos con el apoyo de instituciones estatales. Despojando a pequeños agricultores y a los pueblos indígenas de sus tierras y creando modos de explotación de la tierra que deterioran el medio ambiente”.
A su vez, el papa Francisco, con Laudato Sí, nos llama fuertemente al cuidado del ambiente y nos invita a un cambio de estilo de vida con más sobriedad que no esté basado en solo en el consumo y acumulación de bienes.
Hace poco también en el Encuentro Social del NOA, se ha tratado este tema de “La problemática de la tenencia y el uso de las tierras evitando la concentración y la extranjerización, el cuidado del ambiente y los reclamos por los derechos de los pueblos originarios”, llegando a la conclusión de que hoy es más que necesario continuar trabajando en la organización de las comunidades rurales, en la mesa de tierras para abordar estas problemáticas y buscar juntos, con las autoridades competentes, soluciones superadoras.
4. Para que muchos de estos cambios sean posibles es necesario el cambio del corazón de las personas. Tanto la enseñanza bíblica y como la Doctrina Social de la Iglesia transmiten la necesidad de ordenar la problemática de la tierra al amor infinito de Dios manifestado en la creación y en la Redención de Cristo, que nos habla de humanismo integral, fraternidad, misericordia y justicia, dándonos un mandamiento nuevo: el del Amor. Así, la conversión que tiene que ver con percibir y erradicar toda forma soberbia y ambición y asumir como clave el mandamiento del amor. Los auténticos cambios sociales son efectivos y duraderos también cuando están fundados sobre un cambio profundo de la conducta personal.
Volviendo al Evangelio. “Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.” Ese es el camino para un cambio profundo en cada uno y también en la sociedad. Es el camino que asumió el beato Wenceslao y sus compañeros mártires. Es un camino que pasa por la alegría de la conversión permanente asumiendo el sufrimiento de la pascua que siempre conduce a una vida mejor aquí y a la Gloria eterna.
5. Demos gracias a Dios hoy por la vida y santidad encarnada de nuestro beato Wenceslao, demos gracias por su familia y por todos los que con él trabajaron por un mundo más justo y fraterno.
Demos gracias también por la vida que Dios nos da hoy a cada uno y por la posibilidad de recibir su Palabra y de vivirla asumiendo los desafíos de este tiempo.
Demos gracias por la tierra que nos dio por las personas que pone a nuestro lado para habitarla y mejorarla para el bien de todos, mientras caminamos a nuestra morada definitiva, la Patria Eterna, para la cual fuimos creados. Así sea.
Mons. Dante Braida, obispo de La Rioja