En este domingo estamos celebrando la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. También queremos rezar especialmente y pedir por las necesidades de nuestra Patria, para que en esta hora de la historia tengamos grandeza de espíritu, para que todo lo que hagamos esté dirigido especialmente al compromiso con el bien común. La referencia a la magnanimidad es clave, para cualquier instancia de diálogo, como instrumento indispensable de toda construcción social, política y cultural.
En nuestra Diócesis desde hace algunos años nos hemos dispuesto a celebrar el Corpus Christi, con la relevancia que tiene que tener esta solemnidad. Quiero subrayar que al celebrar tan festivamente el Corpus, continuamos en la senda de San Roque González y los misioneros de las reducciones guaraníes hace 400 años en nuestra tierra colorada. Las comunidades indígenas tenían una gran devoción al Cuerpo y Sangre del Señor. En aquel entonces mientras se realizaba la procesión, los indígenas traían sus instrumentos de trabajo, plantas, ramas, animales para que fueran bendecidos con el Corpus Christi. Debo agradecer al pueblo de Dios la creciente valoración y la alegría popular de nuestra liturgia, donde miles de personas adoran al Cuerpo y Sangre del Señor.
En Posadas, nos reunimos masivamente en el Anfiteatro «Manuel Antonio Ramírez» y desde allí, caminaremos por las calles de la ciudad con Jesús Eucaristía hasta el atrio de la Catedral donde recibiremos la bendición con el Santísimo Sacramento. Es una ocasión valiosa para manifestar públicamente nuestra fe y rezar por las necesidades de todo el pueblo.
El texto del Evangelio que leemos este domingo (Jn 6,51-58), nos dice: «Yo soy el pan bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo». En la Última Cena el Señor instituye la Eucaristía y desde aquel momento los cristianos nos reunimos los domingos para celebrar la Misa: «El primer día de la semana, cuando nos reunimos para partir el pan…» (Hch 20,7).
La Eucaristía es el momento culminante del amor, de la donación Pascual de Jesucristo. Es aquello que expresa la necesidad de vivir en la caridad y sobre todo practicarla. La comunión del pan y del vino, del Cuerpo y la Sangre, implican que nosotros formamos un solo cuerpo: «todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan» (1 Cor 10,17).
Desde la Eucaristía Pan de vida y fundamento de comprensión del amor cristiano, entendemos más profundamente el valor de la vida humana, de la familia, la justicia, el trabajo como servicio y sobre todo la inclusión de los más pobres y marginados como claves de todo proyecto cultural y de toda forma de proyección política, económica y social. El papa Francisco en su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium hace referencia a esta indicación que el Señor realiza a los discípulos: «Denles ustedes de comer». «La Iglesia ha reconocido que la exigencia de escuchar este clamor brota de la misma obra liberadora de la gracia en cada uno de nosotros, por lo cual no se trata de una misión reservada sólo a algunos: La Iglesia, guiada por el Evangelio de la misericordia y por el amor al hombre, escucha el clamor por la justicia y quiere responder a él con todas sus fuerzas. En este marco se comprende el pedido de Jesús a sus discípulos: «¡Denles ustedes de comer!» (Mc 6,37), lo cual implica tanto la cooperación para resolver las causas estructurales de la pobreza y para promover el desarrollo integral de los pobres, como los gestos más simples y cotidianos de solidaridad ante las miserias muy concretas que encontramos. La palabra solidaridad está un poco desgastada y a veces se la interpreta mal, pero es mucho más que algunos actos esporádicos de generosidad. Supone crear una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos.» (EG 188)
El pan compartido en la Eucaristía y celebrado en este domingo del Corpus Christi, nos invita a poner en ejercicio la caridad y comprometer nuestras opciones cotidianas sabiéndonos responsables del país, provincia y futuro que debemos construir.
Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo Domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas