Su Eminencia Reverendísima el señor cardenal Mario Poli, arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina,
Su Excelencia Reverendísima monseñor Oscar Ojea, obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina,
Su Eminencia el señor cardenal Luis Héctor Villalba,
Excelencias señores arzobispos y obispos,
Su Excelencia señor embajador Guillermo Oliveri, secretario de Culto de la Nación, en representación del presidente de la Nación
Su Excelencia señor Federico Pugliese, director general de entidades y culto de la Ciudad de Buenos Aires, en representación del Jefe de gobierno de la Coidad de Buenos Aires
Excelencias señoras embajadoras y embajadores y miembros del Cuerpo Diplomático,
Excelentísimos arzobispos y obispos, reverendos pastores de las Iglesias Cristianas,
Honorables representantes de la Comunidad Judía,
Honorables representantes de la Comunidad Islámica,
Honorables autoridades militares y de la Policía,
Reverendos sacerdotes, religiosos, reverendas religiosas,
Queridos hermanos y hermanas en Cristo.
Saludo a todos Ustedes muy cordialmente y estoy agradecido por su preciosa presencia hoy día en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires. La lista de invitados, leída hace un instante, fue relativamente larga, porque no quiero omitir a nadie, al contrario, a cada uno de ustedes quiero presentar mis respetos y expresiones de estima.
El 13 de marzo hemos celebrado el décimo aniversario del Pontificado de Su Santidad Papa Francisco. A través de toda la tierra argentina, en las diócesis y parroquias, el Pueblo de Dios le agradeció por los diez años del Papa argentino. Todas estas celebraciones fueron muy naturales y salieron del corazón de la gente creyente. Además estas conmemoraciones permitieron conocer más los documentos del Santo Padre y su enseñanza.
Celebrando diez años de su Pontificado, no queremos alabar la persona del Papa, sino que reconocemos la importancia en la vida eclesial de un liderazgo que mantenga la unidad de los cristianos. Santa Catalina de Siena nos recuerda que no existe el catolicismo sin la guía moral, humana y espiritual del Papa. La Iglesia lo necesita para mantenerse fiel y, al mismo tiempo, unida. A Pedro, Jesús le dijo “Tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos” (Mt 16, 18-19).
Como ustedes saben, yo soy polaco, entones recuerdo más que bien nuestro común orgullo nacional cuando nuestro compatriota Karol Wojty?a fue elegido Papa. En el mundo entero una sola persona puede ser Papa y esta persona era nuestro compatriota. Estoy seguro que este mismo orgullo lo sienten todos los argentinos. Celebrando 10 años del Pontificado del Papa Francisco, honoramos al excepcional Hijo de esta querida tierra argentina. El Santo Padre, durante estos 10 años, ha dado una contribución llevando la fe de la Iglesia que está en Argentina a la Iglesia Universal y ha dado honor a su Patria.
Hoy día comienza la Asamblea General de la Conferencia Episcopal y esta reunión de todos los obispos argentinos es una grata y apropiada ocasión para dar, todos juntos, gracias a Dios por este Pontificado, y lo hacemos en la Catedral de Buenos Aires que hace poco más de trece años era la Iglesia del Arzobispo Jorge María Bergoglio.
Esta celebración es también una forma de expresar nuestra lealtad y fidelidad al Sucesor de Pedro de nuestro tiempo. Lo apoyamos humana y espiritualmente ofreciendo por él nuestras oraciones.
Me he tomado la libertad de preferir las lecturas bíblicas que la Iglesia nos propone en la misa de la Vigilia de la solemnidad de Santos Pedro y Pablo.
En la primera lectura, de los Hechos de los Apóstoles, vemos los inicios de la Iglesia, cuando dos de los discípulos, Pedro y Juan, suben al Templo en Jerusalén.
“No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en el Nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y camina”. Estas palabras recuerdan no solo la misión de Pedro sino que de toda la Iglesia. El Papa Francisco con su fuerte opción por los pobres y marginados, subraya que la Iglesia posee un don de un valor incalculable: el poder de invocar el nombre de Jesús Nazareno.
El Santo Padre en el nombre de Jesús invita a todos a levantarse y caminar juntos en la fraternidad y en la amistad para construir un mundo mejor, más justo y pacífico. Como escribe en la carta encíclica Fratelli tutti, nos propone una forma de vida con sabor a Evangelio.
El Evangelio según San Juan, nos presenta la aparición de Jesús después de la resurrección en el lago de Galilea. “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? Jesús hace tres veces esta pregunta, como un eco de las tres negaciones de Pedro. La respuesta de Pedro fue siempre igual, si, te quiero y siempre Jesús le respondía “apacienta mis ovejas”.
No podemos tener dudas que la misión de Pedro y sus sucesores es siempre la misma y única: ser pastor del rebaño del Señor. Proclamar el Evangelio “para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor» (Flp 2, 10-11).
Entre los muchos documentos de este pontificado, no podemos dejar de mencionar la Exhortación Evangelii gaudium (la alegría del Evangelio) sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual.
El Santo Padre llama a una conversión pastoral. Todos somos discípulos y misioneros, somos el Pueblo que camina hacia su Padre. El Papa quiere una Iglesia en salida con las puertas abiertas. Una Iglesia que llega a las periferias humanas y no está cerrada para nadie. La Iglesia como la casa del Padre abierta siempre y a todos. Para el Papa, la Iglesia es un hospital de campo con heridos buscando a Dios.
Todos estos temas de la enseñanza papal sobre la conversión pastoral, coinciden en la óptica de la Asamblea General del Sínodo de los Obispos convocado por el mismo Papa, programada para tres años y celebrada bajo el lema: "Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión".
Con este Sínodo, papa Francisco tiene grandes esperanzas, convencido de que ya es hora de que la Iglesia sea mucho más sinodal. Se trata de un nuevo modo de funcionamiento de la Iglesia: Basado en el diálogo interno, en la escucha mutua, en una mayor apertura a los laicos. Y, sobre todo, abrir el Espíritu Santo a nuevas inspiraciones y leer correctamente los "signos del tiempo", escuchando su voz, que habla no solo a través de la jerarquía, sino también a través de todo el Pueblo fiel.
Los tres pilares básicos del sínodo -que también están incluidos en su título- son la comunión, la participación y la misión. Lo primero es hacer que la Iglesia sea verdadera comunión. Comunión sacramental, pero también comunión fraterna. De ahí la necesidad de abrirse a todos, a sus necesidades y a modos de pensar. La comunión es también la construcción del diálogo interior en la Iglesia. Participación, es decir, despertar la responsabilidad de la Iglesia entre todos sus miembros. Por último, una misión que es la tarea primordial de toda la Comunidad, proclamar el Evangelio de Salvación.
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“Te aseguro que cuando eras joven tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras”. Las palabras de Jesús dirigidas a Pedro, son, de una u otra manera válidas para cada sucesor. El Cardenal Jorge Mario Bergoglio, a sus 76 años de vida, dejó su Patria para quedarse en la ciudad eterna de Roma y ser el 266 (duocentésimo sexagésimo sexto) Sucesor de San Pedro y desde hace diez años, sin descanso, agrega sus ladrillos y piedras a la construcción de la Iglesia y del Reino de Dios.
De estas palabras de Jesús dirigidas a Pedro, podemos fácilmente entender que la misión del Papa no es fácil y está estrechamente relacionada con el sacrificio. El Santo Padre termina casi cada carta, discurso o documento con las palabras: “recen por mí”. Y nosotros estamos hoy día en su antigua catedral, para rezar por el Papa Francisco; que tenga mucha salud y fuerzas, que tenga todas las gracias terrenas y celestiales necesarias para ser el Pedro de nuestro tiempo.
En el día de su aniversario, el Santo Padre ha dicho que su regalo preferido para esta circunstancia sería el don de la paz en el mundo entero. Hoy día nos unimos a sus plegarias para que Dios, que con cariño de Padre cuida de los hombres a quienes ha dado un único origen, conceda que todos nosotros formemos una sola familia que vive en paz y en el amor fraterno. Y así sea.
Mons. Miroslaw Adamczyk, nuncio apostólico