Su Eminencia, el señor cardenal Luis Héctor Villalba, arzobispo emérito de Tucumán,
Su Excelencia monseñor Carlos Alberto Sánchez, arzobispo de Tucumán,
Su Excelencia monseñor Roberto Ferrari, obispo auxiliar,
Excelentísimos señores obispos aquí presentes,
Reverendos sacerdotes diocesanos y religiosos,
Reverendos diáconos,
Reverendos religiosos y religiosas,
Estimados seminaristas,
Honorables representantes de las autoridades civiles.
Queridos hermanos y hermanas, fieles de la arquidiócesis de Tucumán.
Saludo a todos ustedes muy cordialmente en el nombre del Santo Padre que tengo honor de representar en su país y en mi nombre proprio. Estoy muy contento de poder estar hoy día con ustedes para celebrar la clausura de las celebraciones de los 125 años de la creación de la Diócesis de Tucumán.
Agradezco al Señor Arzobispo por su amable invitación que me ha dirigido hace largo tiempo.
Hace 126 años, precisamente el 15 de febrero de 1897, el Papa León XIII ha creado la Diócesis de Tucumán, nominando a su primero Obispo en la persona de Mons. Pablo Padilla y Bárcena.
En la historia de Argentina, 125 años no son pocos y representan el largo camino del Pueblo de Dios que vive en esta tierra.
San Pablo, en su Carta a los Efesios, los anima a que cuando celebren al Señor con cantos, salmos e himnos, no se olviden de dar gracias “siempre y por cualquier motivo a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef. 5, 20).
Que lindas y preciosas estas palabras para nosotros cuando celebramos 125 años de vida diocesana de Tucumán. Queremos y debemos agradecer a Dios por todo. Durante nuestra misa no podemos olvidar que se trata de una misa de agradecimiento. La gratitud es una memoria de nuestro corazón.
Aunque celebramos 125 años de una diócesis, recordemos que la vida de fe en Jesús Cristo continua en la tierra entera desde hace más de 2000 años; nuestra Iglesia Santa, Católica y Apostólica existe desde hace más de 2000 años. Entonces ¿Qué celebramos hoy día? Celebramos la fundación de una iglesia particular que está relacionada con el Pueblo que vive aquí en las antiguas tierras de la provincia de Tucumán. Las Iglesias particulares en las cuales se constituye y existe la Iglesia católica una y única. Ustedes, queridos hermanos y hermanas son parte de esta una y única santa Iglesia Católica. Estoy seguro de que los argentinos, desde hace diez años se sienten orgullosos de que el Sucesor de Pedro sea uno de ustedes, nuestro querido Papa Francisco.
Desde hace 125 años ustedes, queridos hermanos y hermanas, tienen su Iglesia propia; corno uno posee su propia casa, su propio techo. Una iglesia con un obispo, sacerdotes, religiosas, con todo esto que nos permite a construir el reino de Dios.
Queridos Hermanos y Hermanas, la Buena Noticia es anunciada en su tierra. Por esta razón, en primer lugar, queremos agradecer a Dios por el trabajo de evangelización de esta Arquidiócesis.
En la celebración de los 125 años de vida diocesana recordamos a todos los diez Obispos y Arzobispos. Entre los Prelados fallecidos menciono a Mons. Juan Carlos Aramburu, quien sería nombrado posteriormente Cardenal y Arzobispo de Buenos Aires, y también Mons. Alfredo Horacio Zecca que falleció hace poco tiempo.
Esta Arquidiócesis también tiene el honor y el privilegio de tener a Su Eminencia Luis Héctor Villalba, Arzobispo emérito. La elevación de Mons. Villalba a la dignidad cardenalicia fue también una señal del reconocimiento del Papa a la Arquidiócesis de Tucumán.
Hoy día pensamos con gratitud al Arzobispo actual, Mons. Carlos Alberto Sánchez que pastorea desde casi seis años, pero conoce profundamente la realidad de Tucumán, hijo de esta tierra. Nació y creció en esta ciudad. Hace treinta y cinco años fue ordenado sacerdote en esta Iglesia Catedral. Él es coadyuvado por el Obispo Auxiliar, Mons. Roberto Ferrari.
Celebrando 125 años de vida de la diócesis, recordamos a los Obispos, pero todo obispo necesita de colaboradores más cercanos y directos, se trata de los sacerdotes, religiosos y religiosas. Demos gracias a Dios por los pastores de esta tierra. Les agradecemos por haber proclamado la Buena Noticia a todos. jGracias a ustedes sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas!
Recordemos las palabras de Jesús: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación”. Pero además Jesús añadió "El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará”
La predicación del Evangelio, de la Buena Noticia no tiene por objetivo una formación intelectual; se trata de la salvación de las almas, a través de la fe; a través del misterio de Cristo. No es suficiente conocer la Buena Noticia, se debe creer en ella.
Aquí recordamos a los fieles creyentes de esta Iglesia local en Tucumán; a todos los laicos comprometidos, los catequistas, miembros de diferentes movimientos y apostolados y, sobre todo, el Santo Pueblo de Dios que vive aquí. Agradecemos a Dios por la fe de este pueblo.
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Estamos reunidos en la Catedral de Nuestra Señora de la Encamación en el día de la Anunciación.
"Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros". La encarnación del Hijo de Dios es el misterio básico de nuestra fe cristiana. El que profesamos en el Credo diciendo que "por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y se hizo hombre".
La celebración de hoy es también "una fiesta conjunta de Cristo y de la Virgen: del Verbo que se hace hijo de María y de la Virgen que se convierte en Madre de Dios. Con relación a Cristo, corno memoria del "sí" salvador del Verbo Encarnado, corno conmemoración del principio de la Redención. Con relación a María, corno fiesta de la nueva Eva, virgen fiel y obediente, que con su "sí" generoso se convirtió, por obra del Espíritu, en Madre de Dios y también en verdadera Madre de los vivientes" (Pablo VI, Marialis cultus 6).
Nuestra primera lectura de hoy día, del libro de Isaías nos ofrece el más profundo sentido de nuestra celebración hodierna. El profeta le ofrece al rey Acaz, en el siglo VII antes de Cristo, la ayuda de Dios para la solución de sus problemas. Pero el rey se fía más de su alianza militar con los asirios. Y entonces es cuando el profeta le anuncia un signo: “la virgen está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emmanuel, que significa ‘Dios-con-nosotros’”.
Este es el gran mensaje de la fiesta de hoy día: “Dios está con nosotros”. En este momento, no puedo dejar de citar las palabras de San Pablo de su Carta a los romanos (8):
“Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?
El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos concederá con él toda clase de favores?
¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada?
Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rom 8, 31-39).
Estamos entonces con la gran alegría de que Dios no es un Dios lejano, sino "Dios con nosotros", que ha querido hacerse hombre para que nosotros podamos unirnos a su vida divina. Y, por otra parte, nos sentimos animados, por el ejemplo de María, a contestar con nuestro “sí” personal, vital, desde nuestra historia concreta, a ese acercamiento de Dios, superando así los planteamientos más superficiales de la vida a los que podría invitarnos nuestra comodidad o el clima de la sociedad.
Es la fiesta del “sí” y del amor: el de Dios y el nuestro. Si también nosotros respondemos a Dios "hágase en mí según tu Palabra", corno hicieron Cristo desde el primer momento de su existencia y María de Nazaret en el diálogo con el ángel, se volverá a dar, en nuestro mundo, una nueva encamación de Cristo Jesús. Por obra de su Espíritu seguirá brotando la salvación y la gracia y la alegría de la Buena Noticia.
Y María de Nazaret -la "nueva Eva", que obedeció a la voz de Dios, al contrario que la primera-, se convertirá en la mejor representante y modelo de los que pertenecemos a la nueva humanidad que Dios ha formado en torno a su Hijo. Una de las preces de Vísperas así lo pide: "dispone nuestros corazones para que reciban a Cristo corno la Virgen Madre lo recibió".
La fiesta de hoy día, de la Anunciación que celebremos a la clausura del año jubilar, es una ocasión para todos nosotros de decir a Dios nuestro “sí”, ¡aquí estoy, Señor para hacer tu voluntad! Querernos renovar nuestra fe, para continuar la proclamación de Buena Nueva a todos.
Las celebraciones jubilares son corno las del cumpleaños de la Arquidiócesis de Tucumán; es su fiesta, permítanme pues de presentar a todos Ustedes, en primer lugar al Señor Arzobispo, a los sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y todos los fieles, los mejores deseos, que Dios les conceda de ser felices mensajeros de la Buena Noticia; que en la Arquidiócesis no falten vocaciones, que crezca la fe del Pueblo; que todos vivan en la paz con muchas gracias terrestres y celestiales, de salud y prosperidad; que Dios les bendiga. Amén.
Mons. Miroslaw Adamczyk, nuncio apostólico