Su Excelencia Reverendísima Mons. Enrique Eguía Seguí, Vicario General de la Arquidiócesis de Buenos Aires,
Reverendo Pbro. Alejandro Russo, Rector de la Basílica Catedral,
Reverendos Sacerdotes diocesanos y religiosos,
Reverendas Hermanas Religiosas,
Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,
Saludo también a todos los que participan en esta celebración a través de los medios de comunicación.
Estamos celebrando ya el cuarto domingo de Cuaresma y, en un par de semanas, concluimos este tiempo de preparación a la Pascua. El domingo de Ramos abre la Semana Santa y, después, viene la solemnidad de la Pascua. Las fiestas están cerca. La liturgia de hoy día comienza con las palabras de la Antífona “Alégrese, Jerusalén, y que se congreguen cuantos la aman. Comparten su alegría los que estaban tristes, vengan a saciarse con su felicidad”. Por esta razón, en la liturgia de la Iglesia, este cuarto domingo de Cuaresma es un día más alegre que los otros. La antigua tradición litúrgica permite hoy llevar la casulla de color rosado en lugar del morado, usado durante toda la Cuaresma.
A parte de la alegría provocada por la cercanía de las fiestas pascuales, tenemos hoy día, en nuestros corazones, también otro gozo. Celebramos hoy día el decimo aniversario de la inauguración del Pontificado del Papa Francisco. Hasta el tiempo del Santo Papa Pablo VI se trataba de la coronación del Papa con la tiara papal, triple corona. En realidad, la última coronación papal ha tenido lugar hace sesenta años. Desde los tiempos de Juan Pablo primero, los papas han decidido renunciar a la coronación e iniciar solemnemente su pontificado con una misa con los cardenales y el Pueblo de Dios.
Nuestro querido Papa Francisco ha celebrado esta misa, justamente hace 10 años en la solemnidad de San José, el 19 de marzo de 2013.
Cuando se celebra un aniversario del Pontificado, es algo más que natural recordar todos los éxitos y eventos o recordar todos los documentos y viajes del Papa.
Pero me permito más bien, recordar hoy día, algunos temas de la homilía del Papa durante la Misa de inauguración de su Pontificado. El Santo Padre habló de la misión de San José de custodiar a María y a Jesús y más tarde, a la Iglesia.
El Papa afirmó que la vocación de custodiar no es solo de San José sino que de todos nosotros. Nos corresponde a todos nosotros: “custodiar toda la creación, la belleza de la creación, como se nos dice en el libro del Génesis y como nos muestra san Francisco de Asís: es tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos” (fin de la cita).
Son muy interesantes estas palabras pronunciadas justamente al comienzo del pontificado. Es justamente el Papa Francisco que nos ofreció la primera carta encíclica ecológica “Laudato si” publicada en el 2015. El Santo Padre desde el comienzo de su misión papal tuvo muy claras visiones sobre lo que debe hacer y de lo que quiere hablar.
El documento se centra en el cuidado del entorno natural y de todas las personas, así como en cuestiones más amplias de la relación entre Dios, los seres humanos y la Tierra. El subtítulo de la encíclica, «El cuidado de nuestra casa común», refuerza estos temas clave. Laudato Si’ se dirige justamente a «cada persona que habita este planeta» (LS 3). Por lo tanto, se ofrece como parte de un diálogo continuo dentro de la Iglesia Católica y entre los católicos y el mundo en general.
No solo custodiar la naturaleza y la tierra, sino que custodiar sobre todo las personas humanas. De nuevo me permito de citar al Papa: “Es custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón. Es preocuparse uno del otro en la familia: los cónyuges se guardan recíprocamente y luego, como padres, cuidan de los hijos, y con el tiempo, también los hijos se convertirán en cuidadores de sus padres. Es vivir con sinceridad las amistades, que son un recíproco protegerse en la confianza, en el respeto y en el bien. En el fondo, todo está confiado a la custodia del hombre, y es una responsabilidad que nos afecta a todos. Sed custodios de los dones de Dios” (fin de cita).
En estas palabras encontramos posteriores temas de la enseñanza de nuestro Papa Francisco. La Iglesia abierta absolutamente a todos; la Iglesia misericordiosa que parece más un hospital de campo que una casa cerrada. En estas palabras, a lo largo de estos diez años, podemos ver su amor por los pobres, por todos los marginados de la sociedad y los emigrantes.
El ministerio de ser Papa es también un poder. ¿De que poder se trata? – se preguntó el Papa hace diez años. “Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz; debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de san José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente a los más pobres, los más débiles, los más pequeños” (fin de la cita).
Queridos hermanos y hermanas podemos preguntarnos hoy día ¿porque celebramos de manera especial el décimo aniversario del Pontificado de un papa?
En el momento de la muerte de Juan Pablo II, en el 2005, trabajaba en la Nunciatura Apostólica en Bélgica. En esta ocasión, fueron abiertos muchos libros de condolencias, todos estos libros abiertos en el país, fueron después entregados a la Nunciatura. Pude entonces leerlos y entre muchos textos, hubo una corta frase que me impactó y que todavía ahora recuerdo. Alguien escribió: “no siempre de acuerdo pero siempre en unión de la fe”.
Estas palabras me parece que dan un sentido más profundo de quien es, para nosotros católicos, el Papa. Al momento de la elección el Papa cambia nombre, no es más Jorge Mario Bergoglio sino que Papa Francisco. Es nuestro Pastor y guía en la fe. Es el Sumo Pontífice. El más alto sacerdote de nuestra Iglesia.
En realidad, la Iglesia está en construcción perenne desde hace dos mil años. El Papa Francisco es el 266 (duocentésimo sexagésimo sexto) papa y él también agrega sus ladrillos y piedras a la construcción de la Iglesia y del Reino de Dios. Ser católico significa estar en unión de la fe con el Sucesor de Pedro.
Mucha gente, a veces, ve la tarea del Papa únicamente a la luz de la sociedad civil, pero el Papa no es un director de una grande corporación internacional, él es Vicario de Cristo, Sucesor de Pedro; él es la piedra de nuestros tiempos y nuestro guía espiritual.
Con nuestra celebración de estos días, queremos agradecer a Dios por todo lo que ha hecho durante estos diez años a través del servicio del Papa Francisco. Sería superficial mencionar, que no fueron años fáciles, basta recordar la pandemia y la guerra.
Ser Pastor de la Iglesia universal es todo menos una tarea fácil, él necesita nuestro apoyo y sobre todo nuestro apoyo de oración. El Santo Padre termina casi cada carta, discurso o documento con las palabras: “recen por mí”. Y nosotros estamos hoy día en su antigua catedral, para rezar por el Papa Francisco; que tenga todas las gracias terrenas y celestiales para ser el Pedro de nuestro tiempo.
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Queridas hermanas y hermanos, hace poco tiempo hemos escuchado el Evangelio sobre un hombre ciego de nacimiento. En los tiempos de Jesús, la gente creía fácilmente que cada desgracia, también enfermedad, era un castigo por los pecados. Por esta razón han preguntado a Jesús: “¿quién ha pecado, él o sus padres, para que haya nacido ciego?”. La respuesta de Jesús fue clara: “ni él ni sus padres han pecado”. Dios es misericordioso y ama a todos seres humanos, y especialmente a aquellos que son pecadores. Recordamos sus palabras: “No tienen necesidad del médico los sanos, sino los enfermos. No vine a llamar justos, sino a pecadores” (Mc 2,17).
Es interesante, para mí, la actitud de los amigos y vecinos del hombre ciego. Ellos tenían una buena vista y conocían bien al hombre, pero se preguntaban: “¿No es este el que se sentaba a pedir limosna? Unos opinaban: es el mismo. No, respondían otros, es uno que se le parece. Él decía: soy realmente yo”. La actitud de los vecinos representa de ser ciegos espiritualmente. En realidad tenían buena vista, pero no querían ver el milagro.
Esto nos pasa a todos nosotros que teniendo buena vista, no vemos algunas realidades. No vemos el mal que hemos hecho. No vemos la injusticia o las necesidades de los demás. El cuarto domingo de cuaresma es justamente un llamado a ver más claramente nuestra vida, para ver el mal que debemos evitar y el bien que debemos hacer.
Podemos ver no solo con los ojos sino que con nuestra mente, corazón o sensibilidad, pero lo más importante es ver el mundo con los ojos de la fe. Nuestro hombre ciego del Evangelio es de nuevo un buen ejemplo para nosotros. “¿Crees en el Hijo del Hombre? Él respondió ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Jesús le dijo Tú lo has visto, es el que te está hablando. Entonces él exclamó: Creo Señor”.
Son pocos los que se recuerdan que la primera carta encíclica firmada por el Papa Francisco en el 2013 y preparada “a cuatro manos” con el Papa emérito Benedicto XVI fue Lumen fidei, Luz de la fe.
Uno de los capítulos de este documento fue intitulado “Si no creéis, no comprenderéis” (cf. Is 7,9). Si no crees no comprenderás. La versión griega de la Biblia hebrea, la traducción de los Setenta realizada en Alejandría de Egipto, traduce así las palabras del profeta Isaías al rey Acaz. De este modo, la cuestión del conocimiento de la verdad se colocaba en el centro de la fe. El Papa habla de la necesidad de recuperar la luz de la fe para iluminar la existencia. “Quien cree, ve”, asegura el Papa.
Pedimos a Dios la Luz de luz para vivir, como dice San Pablo en nuestra segunda lectura, como hijos de la luz en la bondad, la justicia y verdad.
Terminamos con una oración: Escucha, Señor, la plegaria de tu pueblo y haz que nuestro Papa Francisco, Vicario de Cristo en la tierra, confirme en la fe a todos los hermanos, para que toda la Iglesia se mantenga en comunión con él por el vínculo de la unidad, el amor y la paz.
Mons. Miroslaw Adamczyk, nuncio apostólico en la Argentina