Queridas hermanas y hermanos:
Nos convocan hoy, los 25 años del fallecimiento del querido Venerable Cardenal Eduardo Pironio, en el Santuario nacional de los argentinos, donde nos recibe La Patrona, la Virgen madre de Dios y madre nuestra, Señora de Luján, donde Eduardo Pironio ha querido que descansarán sus restos mortales, aquí a los pies de “La Pura y Limpia Concepción”, a la que desde pequeño le tuvo gran cariño y devoción, así como la tiene a lo largo de su historia, el pueblo argentino.
Que bien nos hace como Iglesia Peregrina, participar de la Eucarística en el “domingo día del Señor”, memorial de la Pascua de Jesucristo, presencia siempre viva de ese amor inagotable y fecundo, nacido en la pasión y muerte en Cruz de Jesucristo, que con la fuerza del Espíritu, venció el pecado y a la misma muerte, ofreciéndonos la Vida Nueva de la Resurrección, espiritualidad profundamente hecha vida en Eduardo Pironio, ya que cada día de su vida, la Eucaristía era para él, como “su lugar en el mundo”.
Hoy Pironio <cara a cara> ante Dios, nosotros todavía <peregrinos>, venimos a Lujan, para seguir caminando juntos como hermanos, pidiendo y madurando en el “hoy de la Iglesia la sinodalidad”, que pide compromiso, busca la comunión, lleva al encuentro y la participación, renovando la esperanza y la alegría, haciendo un mundo nuevo, donde lo Divino y lo humano se entrelazan, Cristo ofreciéndose por nosotros, y nosotros: celebrando y glorificando a Dios, con el servicio a los hermanos y con el anhelo un día, de compartir todos juntos como Pueblo de Dios, la plenitud y el gozo del cielo prometido por Jesús.
El Cardenal Pironio fue el testimonio de una vida que irradiaba la frescura de la alegría y el sereno gozo de quien “se sabía mirado y amado por la misericordia infinita del Padre”, fuente inagotable del amor Trinitario. Vivía ante la <presencia> de un “misterio inefable” que se le había hecho muy <cercano> por el evangelio y vida de Jesús, donde lo Divino y lo humano convivían en el Corazón de Jesús Hijo de Dios, haciendo la voluntad del Padre, capaz de transformar la misma historia, que llevaban a que la vida de Pironio: su voz, mirada y gestos, fueran expresión de una “admiración y asombro”, signo fuerte de una espiritualidad, nacida en la fecundidad de la Cruz y en la belleza, gozo y alegría de la Resurrección, ayudando a los jóvenes y a toda la gente, a sentir la fuerza del espíritu, que abría a la Trascendencia, y daba confianza para animarse a ir y mirar la realidad cotidiana difícil de esos tiempos, con la misma mirada de compromiso y ternura por Jesús.
Decía el Cardenal Pironio a los seminaristas y sacerdotes, que “es de la contemplación sabrosa donde sale la predicación fecunda” (1). Hombre de los Tiempos Conciliares del Vaticano II, nos invita hoy a todos a rumiar continuamente los Evangelios, que en él engendraron una notable experiencia de amor a la Palabra de Dios, que en su amplio y fecundo Ministerio Pastoral, enseñó y compartió con Laicos, Religiosas, Sacerdotes, Seminaristas y Obispos, dejando <primerear> en su vida la fuerza del Espíritu Santo.
Una de las palabras más significativas del Cardenal en su predicación era la “luz”, que también acabamos de escuchar hoy en La Palabra de Dios. En la primera Lectura del Profeta Isaías: “Así habla el Señor: Si compartes tu pan con el hambriento y albergas a los pobres sin techo, si cubres al que ves desnudo y no te despreocupas de tu propia carne, despuntará tu luz como la aurora…delante de ti avanzará la justicia y detrás de ti la gloria del Señor. Llamarás, pedirás auxilio y el dirá <<¡Aquí estoy>>! Si eliminas de ti todos los yugos, y el gesto amenazador y la palabra maligna; si ofreces tu pan al hambriento y sacias al que vive en la penuria, tu luz se alzará en las tinieblas y tu oscuridad será como el mediodía.
En el Evangelio nos dijo Jesús “Ustedes son la Luz del mundo…no se enciende una lámpara, para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero…así ha de brillar ante los ojos de los hombres, la luz que hay en ustedes a fin de que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en el cielo”.
El Cardenal Pironio leyó en los signos de los tiempos de sus días, no tan distinto al nuestro, la urgencia de iluminar, de ponerse la patria al hombro, de ser “sal de la Tierra y luz del mundo”, como nos decía Jesús en el evangelio de hoy, para acompañar la pobreza y el gran dolor de la humanidad frente a las incomprensiones, desconsuelos y tragedias que se viven, solo venciendo el individualismo, el desaliento y la falta de interés y, comprometiéndose en el servicio a los hermanos , hay que saber decir al estilo de Dios como Jesús que se metió <todo> en nuestra realidad humana <<¡Aquí estoy!>>, como lo hizo Eduardo Pironio, con una vida ejemplar, desde la contemplación en la apertura a lo trascendente, enseñando, guiando al reconocer la dignidad de cada ser humano. Lo hizo con una vida entregada y generosa, con la cordialidad del respeto hacia toda persona, sin fingimientos, sin prejuicios, con bondad y delicadeza, sin discriminar ofrecía a todos amistad franca, sin simulaciones, con claridad de gestos, que no esquivaban la sonrisa alegre que mira a los ojos, porque calma prejuicios y temores, lleva al diálogo y es capaz de provocar la amistad fraterna.
Necesitamos hoy su vida sus virtudes, su ejemplo, su mentalidad, su espiritualidad, ese temple de amor a Dios y de amor a la realidad que toca vivir para transformarla, para no dejarnos abatir por la mediocridad e indiferencia, la simulación o la mentira, o lo que es peor la corrupción o la violencia que vivimos ante tantos niños que sufren, abuelos olvidados, familias sin trabajo para seguir siendo pacientes y capaces de saber dar lugar al otro, preocupados por los más vulnerables. Acudamos a sus escritos, que nos servirán para escucharnos más, a callar y estar abiertos al pensamiento distinto haciendo el esfuerzo y creer de verdad que el otro tiene muchas cosas valiosas para aportar. Y aunque cueste mucho, pero Eduardo Pironio lo vivía, muchas veces callar no es de cobarde, sino que al estilo de Cristo en su pasión y Cruz de una gran fortaleza, porque la verdad, aún en la misma muerte, es capaz de ser camino de Vida Nueva.
Por último hermanos un camino que recorría con gozosa entrega el Cardenal Pironio era el de la apertura y disponibilidad a la Iglesia a la que sentía como madre, con humilde sentido obediencial a la voluntad del Padre, desde sus asesorías a los Jóvenes y a la Junta Central de la ACA, pasando por las distintas tareas pastorales que se le pedían tanto en el país y en américa donde los problemas sociales y eclesiales eran muchos, y luego ya, en Roma, junto a los queridos Papas San Pablo VI y San Juan Pablo II, su manera pastoral, está bien expresada hoy en la Segunda Lectura al decir del Apóstol San Pablo en la Primera Carta a los Corintios. No era el prestigio de la elocuencia o de la sabiduría humana, Pironio irradiaba un poder, una presencia de lo Divino, de lo Trascendente, de algo que no salía solo de su esfuerzo humano, sino fundamentalmente de la vinculación estrecha con Cristo en la oración, y por eso sus charlas y predicaciones, iban al centro, a lo esencial, a Cristo y a Jesucristo Crucificado, lo hacía desde sus fragilidades, debilidades y temores, nunca imponiéndose, ni buscaba ganar adeptos, no estaba hecho para fascinar o deslumbrar, sino para llevar a la conversión, y por eso la gente se quedaba solo con la fuerza del Espíritu que actuaba ante una disponibilidad, de alguien que como la Virgen, abrió totalmente el corazón al Señor, y por eso todos solo percibían las maravillas de Dios.
Que María de Luján, siga derramando su ternura y compasión por el pueblo argentino.
¡Viva la Virgen!
Mons. Luis Alberto Fernández, obispo emérito de Rafaela y asesor nacional de la Acción Católica Argentina