“Practiquen la benevolencia, la humildad, la dulzura, la paciencia” (Col 3,12)
1. Esta casa de Jesús, Divino Niño Alcalde, nos reúne en esta noche para vivir la fiesta de la Sagrada Familia e iniciar la participación en varias celbraciones muy queridas y sentidas por el Pueblo Riojano: El Tinkunaco mañana, la fiesta de San Nicolás el día 1° y la solemnidad del Niño Alcalde el día 2.
Este año este día 30 coincide con la fiesta de la Sagrada Familia por eso ponemos nuestra mirada especialmente en este Dios que se acerca a la humanidad para liberarla de todo mal y mostrarle horizontes de Vida Plena. Y este acercamiento lo hace asumiendo nuestra naturaleza humana naciendo en una familia concreta junto a José y María.
Una familia que, como todas, se alegra con el nacimiento del Niño y, a su vez, tiene que transitar su propio camino de vida. En el Evangelio vemos una de las vicisitudes que tuvo que atravesar: emigrar porque la vida del Niño estaba en peligro por la decisión de Herodes, quien tenía el poder en esa región, de matar a todos los niños menores de dos años porque supo que había nacido quien reinaría en un futuro en ese Pueblo.
José, un hombre justo y atento a la voz de Dios, se deja guiar por Él en el camino hacia Egipto y su posterior regreso para radicarse en una pequeña aldea, Nazaret, donde crecería y se integraría al Pueblo.
Contemplemos la imagen de la Sagrada Familia y dejemos que ella ilumine la vida de nuestras familias. Dice el papa Francisco que cada familia tiene algo de la Sagrada Familia y, a su vez, la Sagrada Familia tiene mucha luz para orientar a cada familia.
2. En una familia todos sus miembros tienen que aportar lo suyo para el bien y crecimiento de todos.
Nos dice el apóstol Pablo: “Mujeres, respeten a su marido, como corresponde a los discípulos del Señor.
Maridos, amen a su mujer, y no le amarguen la vida. Hijos, obedezcan siempre a sus padres, porque esto es agradable al Señor. Padres, no exasperen a sus hijos, para que ellos no se desanimen” (Col 3,18-21).
Para que ese crecimiento con el aporte de todos pueda darse es indispensable el diálogo familiar con la participación de todos. Al respecto les comparto unos aportes del papa Francisco a este diálogo familiar en su exhortación apostólica sobre el Amor en la familia (Amoris laetitia 136-141):
– “El diálogo es una forma privilegiada e indispensable de vivir, expresar y madurar el amor en la vida matrimonial y familiar. Pero supone un largo y esforzado aprendizaje. Varones y mujeres, adultos y jóvenes, tienen maneras distintas de comunicarse, usan un lenguaje diferente…
– Es necesario “Darse tiempo, tiempo de calidad, que consiste en escuchar con paciencia y atención, hasta que el otro haya expresado todo lo que necesitaba. Esto requiere la ascesis de no empezar a hablar antes del momento adecuado. En lugar de comenzar a dar opiniones o consejos, hay que asegurarse de haber escuchado todo lo que el otro necesita decir. Esto implica hacer un silencio interior para escuchar sin ruidos en el corazón o en la mente: despojarse de toda prisa, dejar a un lado las propias necesidades y urgencias, hacer espacio…”
– Hay que “Desarrollar el hábito de dar importancia real al otro. Se trata de valorar su persona, de reconocer que tiene derecho a existir, a pensar de manera autónoma y a ser feliz. Nunca hay que restarle importancia a lo que diga o reclame, aunque sea necesario expresar el propio punto de vista. Subyace aquí la convicción de que todos tienen algo que aportar, porque tienen otra experiencia de la vida, porque miran desde otro punto de vista, porque han desarrollado otras preocupaciones y tienen otras habilidades e intuiciones… Para ello hay que tratar de ponerse en su lugar e interpretar el fondo de su corazón, detectar lo que le apasiona, y tomar esa pasión como punto de partida para profundizar en el diálogo.
– Se requiere: “Amplitud mental, para no encerrarse con obsesión en unas pocas ideas, y flexibilidad para poder modificar o completar las propias opiniones. Es posible que, de mi pensamiento y del pensamiento del otro pueda surgir una nueva síntesis que nos enriquezca a los dos. La unidad a la que hay que aspirar no es uniformidad, sino una «unidad en la diversidad», o una «diversidad reconciliada». En ese estilo enriquecedor de comunión fraterna, los diferentes se encuentran, se respetan y se valoran, pero manteniendo diversos matices y acentos que enriquecen el bien común…
– Tener gestos de preocupación por el otro y demostraciones de afecto. El amor supera las peores barreras. Cuando se puede amar a alguien, o cuando nos sentimos amados por él, logramos entender mejor lo que quiere expresar y hacernos entender…
– …Para que el diálogo valga la pena hay que tener algo que decir, y eso requiere una riqueza interior que se alimenta en la lectura, la reflexión personal, la oración y la apertura a la sociedad…
3. Si crecemos en el diálogo familiar y en una convivencia adecuada en el hogar sin duda que eso contribuye a propiciar un fecundo y necesario diálogo social. Todos vivimos integrados a una gran familia que es la sociedad en que vivimos y en la que tenemos que aportar lo propio y caminar con otros con respeto y colaboración.
Como Jesús, que nació en Belén, vivió en Egipto, se crió en Nazaret y desarrolló su misión en varias ciudades hasta entregar su vida en Jerusalén, también nuestras vidas muchas veces se desarrollan en diferentes ciudades. La realidad es que donde tenemos los pies tenemos que poner el corazón y la vida para construir sociedades justas y fraternas.
Hoy necesitamos hacer de nuestros barrios, pueblos y ciudades auténticos lugares de contención y desarrollo para tantos hermanos y hermanas nuestros que, por diferentes motivos, no tienen en sus hogares esa posibilidad.
Son muy valiosos los espacios educativos y familiares que se generan desde distintos ámbitos para recibir a niños, niñas, adolescentes y jóvenes para brindarles apoyo escolar, aportes para el desarrollo en la dimensión deportiva o artística, sobre todo cariño y amor. A su vez son espacios propicios para abordar problemáticas vinculares, o referidas a consumos problemáticos, o asumir y modificar historias de vidas complejas.
4. Cuando damos lugar a Dios en nuestras vidas y profundizamos en su Palabra que ilumina y conduce por un buen camino… todo, hasta lo más difícil, se hace posible. El vínculo estrecho con Jesús, que sabe de vida familiar y nos da elementos para que crezcamos en un compromiso social verdadero y sostenido, hace que lo poco que uno pueda ofrecer Él lo multiplique y lo haga fecundo.
Unidos a Jesús dejemos cada día espacios de encuentros profundos con Dios Padre en una vida orante y contemplativa para que la relación con Él nos permita vernos como auténticos hermanos y hermanas con quienes compartir la vida cotidiana trabajando juntos por el Bien Común de toda la sociedad.
Dejemos lugar a la Palabra de Dios que siempre nos da orientaciones claras y precisas como lo propone Pablo, apóstol: “Como elegidos de Dios, sus santos y amados, revístanse de sentimientos de profunda compasión. Practiquen la benevolencia, la humildad, la dulzura, la paciencia. Sopórtense los unos a los otros, y perdónense mutuamente siempre que alguien tenga motivo de queja contra otro. El Señor los ha perdonado: hagan ustedes lo mismo. Sobre todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección… Que la Palabra de Cristo resida en ustedes con toda su riqueza. Instrúyanse en la verdadera sabiduría, corrigiéndose los unos a los otros…” (Col 3,12-13.16).
5. Queridos hermanos y hermanas aquí reunidos cuidemos nuestras familias y la de los demás.
Trabajemos para que en nuestra sociedad se manifiesten los valores que aprendimos en los vínculos familiares. Hagamos de nuestra ciudad y de cada barrio un lugar familiar donde cada miembro de la sociedad se sienta como en casa, contenido, cuidado y alentado a crecer.
Trabajemos para que los hermanos más frágiles o necesitados puedan encontrar corazones sensibles y comprometidos con ellos que les tiendan una mano oportuna. Venzamos la indiferencia que empobrece nuestras vidas y nos encierra en un egoísmo enfermizo. Trabajemos de un modo mancomunado las diferentes instituciones sociales, venciendo toda desconfianza y agresividad propiciando el diálogo fecundo y enriquecedor. Familiar.
Que Jesús, Divino Niño Alcalde, junto a su padre san José y su madre santa María intercedan para que apostemos siempre una vida familiar y social en la que todos sus miembros vivamos y crezcamos dignamente. Así sea.
Mons. Dante Braida, obispo de La Rioja