Mariana y Lucía, dos amigas jóvenes, se sentaron a tomar una gaseosa mientras esperaban a una tercera, de nombre Catalina. La mesa estaba contra la pared y el bar estaba casi completo.
Durante la conversación una de ellas pateó algo en el piso. Era un maletín que estaba ubicado contra la pared, entre las patas de la mesa. Lo abrieron y vieron que contenía una notebook relativamente nueva, y dos sobres con dólares y euros. Cerraron el maletín y lo colocaron nuevamente en su lugar.
Llegó Catalina, la otra amiga que faltaba, y le contaron del hallazgo. Esperaron más de una hora por si venía la persona que lo había dejado olvidado, pero nadie apareció.
La decisión inicial la mantuvieron todo el tiempo: restituirlo a su dueño. Pero no querían dejarlo en la caja del bar por temor a que se aprovecharan de la situación.
Ya en casa de Mariana, que vivía a pocas cuadras de allí, abrieron nuevamente el maletín, y revisando papeles encontraron cómo ubicar a la persona que lo había dejado allí.
Se trataba de Eduardo, un hombre de poco más de 60 años, que se disponía a comprar un taller mecánico para trabajar junto con su hijo. Habían coordinado para encontrarse en ese lugar e ir juntos a cerrar la operación. Pero mientras esperaba tuvo un desmayo; vino la ambulancia y lo internaron de urgencia en un hospital.
Pasaron varias horas hasta que las tres amigas lograron contactar a la familia. Finalmente lograron reintegrar las cosas a su dueño. En ese dinero había mucho tiempo de sacrificio y ayuda de familiares y amigos.
En una radio comentaron lo sucedido, y el periodista dijo “todavía hay gente buena”. Ante episodios de esta naturaleza se suelen escuchar estos comentarios. Pero esto también lo podemos decir no solo por acontecimientos puntuales.
Hay gente que se organiza para hacer el bien cotidianamente y pocas veces se la destaca. Comedores y merenderos que son llevados adelante por la generosidad de vecinos y comerciantes, junto al trabajo comprometido y voluntario de hombres y mujeres que solo buscan servir a los más pobres.
Lugares de acompañamiento de adictos a las drogas, en los cuales se tiene como consigna “recibir la vida como viene”, y realizar un proceso integral de sanación. Y podemos mencionar unas cuántas organizaciones sociales y barriales, muchas de ellas en nuestras capillas y parroquias, que brindan capacitación laboral, apoyo escolar, cursos de nutrición, talleres de teatro, etc., etc.
¡Claro que todavía hay gente buena! Gracias a ellos la pobreza no pega más fuerte todavía.
San Juan Bautista es uno de los protagonistas de este tiempo de Adviento recién iniciado. Él proclamaba con firmeza, “¡Conviértanse, porque está llegando el Reino de los Cielos!” (Mt 3,2).
Este es el llamado urgente, que nos despierta para preparar el corazón en vistas a la celebración navideña.
Nos llama a no bajar los brazos y profundizar en el compromiso solidario como señal de la cercanía del Reino de Dios. Salir de la superficialidad y el encierro para levantar la mirada e ir al encuentro de quienes necesitan de nuestro testimonio.
“Todavía hay gente buena”, ¿se refiere también a vos?
Este sábado 3 de diciembre he cumplido 40 años desde mi ordenación sacerdotal. Tengo muchas experiencias de vida para dar gracias a Dios y a su Pueblo. Me confío a tu afecto y oración.
Mons. Jorge E. Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo