Mons. Moon: "Los hijos saben que la separación de sus padres no es la voluntad de Dios"
- 6 de octubre, 2021
- Venado Tuerto (Santa Fe) (AICA)
En su reflexión de este domingo, el obispo coadjutor de Venado Tuerto advirtió que el dolor que produce una separación no es la voluntad de Dios y pidió cuidar el corazón de los hijos.
En su homilía de este domingo 27° durante el año, el obispo coadjutor de Venado Tuerto, monseñor Han Lim Moon, presentó un ejemplo de su propia vida: “Tengo una hermana mayor, después vengo yo y un hermano menor. Los tres somos hijos de un matrimonio, mamá y papá bien peleados, separados, divorciados. En mi infancia sufrimos mucho y para recuperar las heridas de nuestro corazón, por lo menos a mí, me costó cuarenta o cincuenta años recuperarme. Quiere decir que la herida fue muy profunda”.
“En el evangelio de hoy, un fariseo le pregunta al Señor, si es lícito separarse o divorciarse de su mujer, esto es una pregunta que hoy prácticamente no se hace. Todo el mundo se separa, se divorcia, sin preguntarse nada”, observó.
En cuanto a esto, el prelado explicó la situación en la época de Jesús: “Se decía que, si a un varón no le gustaba su mujer, o tenía algún defecto, como mal carácter u otra cosa, podía escribir un acta de repudio y mandarla afuera de su casa”.
Y aclaró que, cuando Moisés escribió esto, fue diez siglos antes del nacimiento de Cristo. “Es decir treinta siglos antes, donde este fenómeno ya estaba generalizado”, dijo y remarcó: “Esta situación dónde el divorcio es el pan cotidiano, el evangelio lo describe como dureza de corazón. Éste era el motivo por el cual lo permitió Moisés. Esta dureza de corazón es una situación dónde la conciencia está anestesiada, y hoy es muy común”.
En ese sentido, hizo hincapié en tres puntos: En primer lugar, expresó: “Cada vez que se separa una pareja, si hubo mínimamente un amor sincero, hay algo que se rompe internamente, y es el corazón”. Y añadió que “es como si nosotros juntáramos dos cartones y lo pegáramos, cuando lo queremos separar se rompe. Puede anestesiarse, pero duele”.
El segundo fenómeno es “el dolor que se causa a los hijos, y ellos no pueden hacer mucho, no pueden gritar. Pero sí sabemos, que se rompe el corazón de los hijos, y ésta herida dura muchos años”.
La tercera realidad que no se puede negar, según monseñor Moon “es que hay heridas profundas que no nos dejan hacer el bien o actuar como yo quiero”.
Además, recordó que “en el evangelio Jesús dice, en el principio de la creación, en el plan original de Dios, ‘voy a hacer al hombre y a la mujer para que al unirse sean una sola carne’, no dos carnes. Este plan de Dios que no se rompió a pesar del pecado original, a pesar de que la ley te permita como costumbre, como mentalidad mundana, separarte”.
Y volvió a insistir: “Este dolor desgarrador denuncia, que no es la voluntad de Dios, Jesús nos lo recuerda. ¿Y saben quién nos lo recuerdan más? Los hijos, aunque no tengan instrucciones, saben por instinto y claramente que la separación de sus padres, no es la voluntad de Dios”.
En ese sentido, añadió: “La Buena Noticia que el Señor nos trae hoy, es que nos anuncia el plan original de Dios. Por otro lado, nos cura el corazón herido por el pecado”.
En tanto, exhortó: “El Señor también nos refuerza con su gracia particular a través del sacramento del matrimonio, a través de la confesión y a través de la eucaristía que estamos celebrando. Él nos dice, éste es el cáliz de sangre derramada por ustedes, con cada uno de ustedes, para la alianza nueva”.
Y agregó: “Cada vez que recibimos la eucaristía se renueva una fuerza para restaurar nuestro matrimonio, nuestra pareja, nuestra fidelidad con Dios. Esta Buena Noticia es para una sociedad donde hoy hay mucho dolor”.
“El Señor a continuación, abraza a los niños y con ese gesto les está diciendo y nos está diciendo: ‘Yo los protejo y los quiero. Yo voy a sanar los corazones de tus padres, para que sean fieles’”, mencionó el prelado. Y concluyó: “Si nosotros no nos hacemos como niños, no podemos entrar en el reino, si esta gracia no la aceptamos confiados, no podemos recibirla. Aquél que la recibe, entrará en el Reino del amor de Dios.”+