Miércoles 25 de diciembre de 2024

Mons. Martín considera que una Rosario "enferma" necesita de conversión

  • 17 de septiembre, 2020
  • Rosario (Santa Fe) (AICA)
El arzobispo advirtió sobre la "violencia asesina del narcotráfico", que mata inocentes, e interpeló: "¿qué políticas públicas decididas y valientes se están aplicando para remediar este flagelo?".
Doná a AICA.org

El arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Eliseo Martín, aseguró que la “sociedad está enferma” y advirtió sobre varios síntomas, pero se detuvo en no que consideró el más evidente en estos días en esta jurisdicción eclesiástica: “La violencia asesina del narcotráfico” .

“La violencia asesina del narcotráfico como un emergente de una sociedad que ha naturalizado el consumo de sustancias y no ha trabajado en la prevención y asistencia de las personas que la padecen”, sostuvo en una reflexión.

“Desde hace años pareciera que existe una legalización de hecho del comercio de drogas, que cuenta con un sistema financiero propio, y con una organización delictiva superior a la que cuenta el Estado para dar respuesta”, denunció.

El arzobispo rosarino lamento que a diario se vea “como se eliminan vidas, llegando a naturalizar también la muerte” y puso el ejemplo reciente en la zona oeste de Rosario, donde “en una balacera perdía la vida una beba de 18 meses, hoy como ayer siguen muriendo los inocentes”.

“Pareciera que esta violencia asesina no nos tocara, fuera de otro lado; muchas veces para neutralizar los hechos, los titulares dicen: ‘Fue un ajuste de cuentas’”, graficó, y recordó: “Sin embargo como cristianos estamos llamados a ver la realidad con la mirada del Evangelio: si hay un miembro de nuestra sociedad que padece, también nosotros padecemos porque hay una solidaridad tanto en el bien como en el mal”.

“El otro no es un extraño, no es un enemigo, el otro es un prójimo, es un hermano”, subrayó, y se preguntó: “¿Por qué nos está ganando la droga, con su correlato que es el narcotráfico, con su contenido de dinero negro, de poderosas armas de fuego, ostentación, lujo, violencia y muerte? ¿Qué connivencia social, política, judicial, de las fuerzas de seguridad nos ha llevado hasta aquí?”

“¿Qué sociedad estamos configurando, que en mucho ámbitos se tolera y promueve el consumo bajo el eufemismo de “consumo recreativo” cuando el 40% de la población vive en la pobreza?”, siguió preguntándose, y profundizó: “No olvidemos que el placer obtenido en dicho ‘recreos’ se obtienen con la sangre de mucha gente, y lo más terrible, hasta con la de niños inocentes”.

Monseñor Martín planteó nuevas preguntas: “¿Cómo se han generado esos corazones crueles que llegan al asesinato e intento de hacer desaparecer personas, como se vivió en estos días en Rosario dejando enlutada a una familia entera con la muerte de su hijo?  Qué ideales nobles hemos dejado de inculcar y testimoniar con el ejemplo para que tantos, especialmente jóvenes, busquen en las drogas alcanzar esa necesidad de ‘estar bien’?”

“¿Qué políticas públicas decididas y valientes se están aplicando para remediar este flagelo? ¿Se radarizan las fronteras del país? ¿Se controla el tráfico de armas? ¿Se investigan los canales financieros por donde se encausan las ingentes sumas de dinero que genera el narcotráfico?”, insistió en preguntar.

“Estamos necesitados de conversión. Pedimos también la conversión de aquellos que por acción u omisión son responsables de este flagelo: en el nombre del Señor les decimos: ¡dejen la violencia, dejen estas formas degradantes de vivir!, ¡conviértanse y experimenten la misericordia de Dios! Rosario, y zona de influencia: es la hora de la conversión. Dios clama a un cambio de actitud a cada uno, desde el lugar que le toca en la sociedad. ¡Necesitamos una profunda conversión! ¡Señor, mira cómo nos encontramos; imploramos de Ti la fuerza de tu Espíritu para vencer el mal que nos oprime!”, pidió.

“¡Ten piedad de nosotros Señor y convierte nuestros corazones hacia Ti! Creemos que este es el tiempo propicio, este es el tiempo de la conversión, el tiempo de la misericordia. Este es el tiempo de llorar nuestros pecados. Te rogamos por la conversión de todos para que confesando humildemente nuestras culpas experimentemos la potencia de tu gracia, de tu perdón, en los que creemos, y renazcamos a una vida nueva personal, eclesial y socialmente”, concluyó.+