Jueves 14 de noviembre de 2024

Mons. Buenanueva: 'Buscar el bien posible en una democracia perfectible'

  • 13 de junio, 2024
  • San Francisco (Córdoba) (AICA)
"La salud de una democracia requiere ciudadanos con suficiente riqueza espiritual y ética", planteó el obispo, al recordar que está basada en la conciencia y la voluntad de una ciudadanía libre.
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El obispo de San Francisco, monseñor Sergio Buenanueva, recordó que "la democracia republicana es un sistema con muchos límites, siempre amenazado y como en ascuas, porque se basa -y aquí está paradójicamente su mayor virtud- en la conciencia, libertad y voluntad de los ciudadanos libres".

"Tiene sus reglas de juego, que hacen posible tanto la manifestación pacífica de los ciudadanos y las organizaciones de la sociedad en el espacio público, como también que, a través de procedimientos rigurosos, los representantes del pueblo aprueben las leyes que rigen la vida ciudadana en el Parlamento", precisó el prelado en una reflexión, en el marco del debate del proyecto de Ley Bases en el Senado.

"Tanto en el curso de la discusión pública de los proyectos de ley como después de su aprobación, los ciudadanos podemos manifestar nuestra aprobación o disconformidad, parcial o total, o incluso trabajar para que aquellas leyes que consideramos injustas sean derogadas y reemplazadas por otras, siempre a través de los medios éticos y legales que la misma democracia pone a nuestra disposición", agregó.

El diocesano advirtió que "ningún espacio político o sector puede imponer por la fuerza de la violencia política sus particulares puntos de vista o intereses".

"Cuando la 'mística ciudadana' desparece, sustituida por las emociones violentas y los epítetos gruesos arrojados a la cara del adversario, solo se presagian desgracias para todos", alertó.

"Los creyentes oramos a Dios, suplicamos su auxilio y fortaleza, y nos disponemos a la tarea paciente y ardua de buscar el bien posible en las circunstancias concretas, imperfectas y limitadas que nos tocan vivir", concluyó.

Texto completo de la reflexión
La democracia republicana es un sistema con muchos límites, siempre amenazado y como en ascuas, porque se basa -y aquí está paradójicamente su mayor virtud- en la conciencia, libertad y voluntad de los ciudadanos libres.

Esto es así, porque se funda sobre la dignidad de la persona humana, sus derechos y deberes.

Tiene sus reglas de juego que hacen posible, tanto la manifestación pacífica de los ciudadanos y las organizaciones de la sociedad en el espacio público, como también que, a través de procedimientos rigurosos los representantes del pueblo aprueben las leyes que rigen la vida ciudadana en el Parlamento.

Tanto en el curso de la discusión pública de los proyectos de ley como después de aprobación, los ciudadanos podemos manifestar nuestra aprobación o disconformidad, parcial o total, o incluso trabajar para que aquellas leyes que consideramos injustas sean derogadas y reemplazadas por otras, siempre a través de los medios éticos y legales que la misma democracia pone a nuestra disposición.

Ningún espacio político o sector puede imponer por la fuerza de la violencia política sus particulares puntos de vista o intereses.

La convivencia ciudadana de un pueblo se sostiene en verdades, valores y virtudes espirituales y morales: para los creyentes, la fe en Dios es el fundamento; para quienes no lo son, es la dignidad de la persona humana.

La buena salud de una democracia requiere ciudadanos con suficiente riqueza espiritual y ética pues supone que todos, aun en la disparidad o diferencia de postura, nos reconocemos semejantes, sujetos dignos de respeto y reconocimiento.

La doctrina social de la Iglesia apela siempre a la amistad social y a la dinámica virtuosa del bien común; por eso, a la potencia del diálogo, especialmente en los temas fundamentales y en los grandes desacuerdos.

Cuando esta "mística ciudadana" desparece, sustituida por las emociones violentas y los epítetos gruesos arrojados a la cara del adversario, solo se presagian desgracias para todos.

Los creyentes oramos a Dios, suplicamos su auxilio y fortaleza, y nos disponemos a la tarea paciente y ardua de buscar el bien posible en las circunstancias concretas, imperfectas y limitadas que nos tocan vivir.+