Jueves 14 de noviembre de 2024

Mendoza celebró la fiesta diocesana en honor a Nuestra Señora del Rosario

  • 7 de octubre, 2024
  • Mendoza (AICA)
"Se trata de una fiesta a puertas abiertas para que se haga fiesta para todos", sostuvo el obispo auxiliar Marcelo Mazzitelli, al presidir la misa central. Animó a ser testigos del amor de Dios.
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En el marco del Jubileo por los 90 años de la arquidiócesis de Mendoza, la comunidad mendocina celebró la fiesta diocesana en honor a Nuestra Señora del Rosario en el santuario de El Challao, con el lema "Con María del Rosario, todos llamados, todos enviados, todos celebrando".

Las celebraciones comenzaron apenas pasado el mediodía, con el Paseo de los Carismas y Adoración Eucarística. También hubo confesiones, animación para los jóvenes y se presentaron algunos grupos musicales, entre ellos la agrupación católica de cumbia pop cordobesa "Toco para Dios".

La fiesta contó, además, con una escenificación sobre la historia de la arquidiócesis.

La misa central fue presidida por monseñor Marcelo Mazzitelliobispo auxiliar de Mendoza, a raíz de que el arzobispo Marcelo Colombo está en Roma participando de la asamblea del Sínodo de la Sinodalidad.

En su homilía, monseñor Mazzitelli destacó que "hacer fiesta significa querer compartir lo que es causa de alegría, son momentos de contemplación y síntesis que recogen historia, que nos hace tomar conciencia del presente que vivimos y que nos abre caminos de esperanza".

"Se trata de una fiesta a puertas abiertas para que se haga fiesta para todos", sostuvo en referencia al lema que anima el peregrinar jubilar de la Arquidiócesis y profundizó: "Así queremos celebrar, así queremos vivir, así queremos misionar, sin dejar a nadie afuera. Una invitación ofrecida que respeta siempre la libertad".

"Nuestra alegría cristiana echa raíces en la certeza de que Dios está entre nosotros, en nuestra esperanza de plenitud de vida con él, una alegría que es compartida en comunidad, alegría de ser pueblo de Dios", aseguró.

El obispo auxiliar sostuvo que "es la alegría de descubrirnos llamados a ser los bienaventurados del Reino, alegría que reposa en nuestro corazón que no pocas veces atraviesa el dolor, es la alegría que permanece atravesando incluso el camino de la cruz".

"Alegría que descansa en la convicción de que somos amados y amados hasta el fin", planteó.

Monseñor Mazzitelli consideró: "Vivimos este año jubilar como un año vocacional y misionero. El Señor es rico en generosidad porque no deja de llamarnos a vivir nuestra vocación bautismal y desde ella las distintas maneras de entrega de la vida. Es necesaria la fiesta para contemplar, para tomar conciencia de lo bueno y lindo que recibimos como don, para asombrarnos ante el llamado".

"El canto agradecido de María al que nos unimos como comunidad diocesana se hace también escuela para saber acercarnos a la realidad desde la mirada de Dios que elevó a los humildes y colmó de bienes a los hambrientos. No hay alegría posible, no hay progreso proclamado sin solidaridad, sin fraternidad. Los pobres no son estadísticas, no son un tema, son el lugar desde donde el Señor nos llama y donde somos evangelizados. Callar el dolor del pobre y no salir a su encuentro sería amordazar el Evangelio mismo", advirtió.

Por eso, señaló que "tanta gratitud se convierte en compromiso y misión. El gesto de la misión diocesana que realizamos fue signo de que queremos ser una Iglesia en salida, damos gracias por los frutos de renovación que significó en nuestras comunidades".

"Somos enviados como profetas de esperanza, salgamos a invitar a la fiesta de Dios, que todos puedan encontrar en nuestra comunidad la paz que buscan, el consuelo que necesitan, la voz que reconozca la dignidad de los que sufren especialmente de los más pobres", animó.

Y recordó: "Hoy nos detuvimos para celebrar esta fiesta contemplando las maravillas de Dios en nuestra comunidad diocesana, compartiendo la mesa fraterna donde recibimos la Eucaristía, alimentados en nuestra esperanza con María partamos como testigos del amor que hemos conocido".

"El año pasado les compartí un sentimiento nacido en el momento de la predicación, algo que no podía callar, expresado en ese 'Iglesia de Mendoza, qué linda sos'. Hoy, recorriendo en la gratitud la fidelidad de Dios en nuestro peregrinar, los invito a que proclamemos juntos esa belleza. ¡Iglesia de Mendoza, qué linda sos! ¡Demos gracias al Señor porque es eterno su amor!", concluyó.+