El Papa a los cardenales: "No a la mundanidad espiritual, sí a la capacidad de asombro"
- 30 de agosto, 2022
- Ciudad del Vaticano (AICA)
"El asombro es el termómetro de nuestra vida espiritual", recordó esta tarde el papa Francisco a los cardenales en la misa de cierre del Consistorio extraordinario.
El papa Francisco presidió este martes en la Basílica de San Pedro la misa junto a los cardenales de toda la Iglesia católica. Tras dos días de consistorio, en los que los purpurados reflexionaron sobre la reforma de la Curia Romana, el Santo Padre concluyó la reunión celebrando la Eucaristía en San Pedro.
En la tarde de este martes concluyeron los trabajos del Consistorio sobre la nueva Constitución Apostólica Praedicate Evangelium. La Santa Sede publicó un comunicado en el que se subrayó el "ambiente fraterno" del encuentro en el que asistieron poco menos de 200 cardenales, patriarcas orientales y superiores de la Secretaría de Estado.
El trabajo en grupos lingüísticos y las discusiones en el Aula del Sínodo dieron paso a discutir libremente sobre muchos aspectos relacionados con la constitución apostólica y la vida de la Iglesia, mientras que la última sesión de esta tarde estuvo dedicada al Jubileo de la Esperanza 2025.
La misma misión de los apóstoles
Durante la homilía, el papa Francisco dedicó unas palabras a las lecturas de esta celebración que presentaban “un doble estupor: el de Pablo ante el designio de salvación de Dios y el de los discípulos en el encuentro con Jesús resucitado que los envía a la misión”. Según el Santo Padre, en estos dos escenarios, “sopla con fuerza el viento del Espíritu Santo, de modo que podamos salir de esta celebración, y de esta convocación cardenalicia, más capaces de anunciar las maravillas del Señor”.
El Papa reflexionó en primer lugar sobre la Carta de san Pablo a los Efesios: “Todos, los cercanos y los alejados, los primeros y los últimos, estamos destinados, gracias a la obra del Espíritu Santo, a ser alabanza para la gloria de Dios” y pidió vivir una alabanza “de estupor” que está preservada “del riesgo de caer en la rutina siempre que se inspire en la maravilla, siempre que se alimente de esta actitud fundamental del corazón y del espíritu”.
Ya dedicando unas palabras al Evangelio, el Papa destacó que “lo que nos maravilla no es el plan de salvación en sí mismo, sino el hecho –aún más sorprendente– de que Dios nos involucre en este designio suyo. Es la realidad de la misión de los apóstoles con Cristo resucitado”.
"Las mismas palabras, el mismo envío"
Según Francisco, las palabras de Jesús tienen aún, “a dos mil años de distancia, la fuerza de hacer vibrar nuestros corazones. No termina de asombrarnos la insondable decisión divina de evangelizar al mundo a partir de ese insignificante grupo de discípulos […] no es distinta la maravilla que nos causa si nos miramos a nosotros mismos, reunidos hoy aquí, a quienes el Señor ha repetido las mismas palabras, el mismo envío”.
Volviendo a ese “estupor” de San Pablo, el Papa subrayó que “no disminuye en nosotros con el pasar de los años, no decae con el aumento de nuestras responsabilidades en la Iglesia. Gracias a Dios no. Se refuerza, se profundiza. Estoy seguro de que es así también para ustedes, queridos hermanos, que entraron a formar parte del Colegio de los Cardenales”.
Hacernos corresponsables
Ya al final de la homilía, Francisco recordó la encíclica del papa san Pablo VI, Ecclesiam suam: “Ha sabido transmitirnos ese amor por la Iglesia, un amor que es ante todo gratitud, maravilla agradecida por su misterio y por el don no solo de habernos admitido, sino de habernos implicado, hecho partícipes, es más de hacernos corresponsables”.
El Papa definió un “ministro de la Iglesia” como alguien “que sabe maravillarse ante el designio de Dios y con este espíritu ama apasionadamente a la Iglesia, pronto para servir en su misión donde y como quiera el Espíritu Santo”.
Por último, Francisco les preguntó a los cardenales: "¿Cómo va nuestra capacidad de sorprendernos? ¿Somos capaces de sorprendernos, de vivir el estupor? ¡Que pueda ser así también para nosotros! ¡Que sea así para cada uno de ustedes, queridos hermanos cardenales!”.+