Jueves 26 de diciembre de 2024

Cómo fue la exhumación y reconocimiento en el sepulcro de Mama Antula

  • 9 de febrero, 2024
  • Buenos Aires (AICA)
Monseñor José Luis Mollaghan, arzobispo emérito de Rosario, compartió con AICA la crónica del acto que presidió en 1999 a solicitud del entonces arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge Bergoglio
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El arzobispo emérito de Rosario, monseñor José Luis Mollaghan, compartió con AICA la crónica del acto que presidió en 1999 a solicitud del entonces arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge Mario Bergoglio.

Crónica enviada por Mons. Mollaghan
Uno de los momentos históricos en la causa de beatificación y canonización de Mama Antula, que consta en la Positio de la Causa sobre la vida, virtudes y fama de santidad de María Antonia de San José, ocurrió hace veinticinco años, cuando se debió exhumar y reconocer sus restos mortales, en orden al proceso que se había iniciado, primero en nuestro país, y después en Roma.

Dado que participé de ese momento trascendente, me pareció importante, recordarlo y darlo a conocer, ante la canonización de Mama Antula.

Cuando se reavivó este camino, conforme a las normas vigentes, fue monseñor Jorge Bergoglio SJ, entonces arzobispo de Buenos Aires, quien me designó como juez para esta misión de exhumar y reconocer los restos de la sierva de Dios María Antonia de San José, y volverlos a inhumar en el mismo sepulcro, en una nave lateral de la basílica Nuestra Señora de la Piedad. Allí habían sido colocados en 1913, cuando fueron nuevamente trasladados desde el Camarín de la Virgen de la misma Iglesia.

Vale recordar que después de la muerte de Mama Antula, el 7 de marzo de 1799, fue enterrada sin ataúd, vestida con su característico hábito. En 1867, fueron llevados al camarín de la Virgen de La Piedad; y en 1913 fueron trasladados al sepulcro actual.

Para este fin, el arzobispo también designó para formar parte de este tribunal, al padre Mateo Krupsky ofm como notario, y al padre Luis Glinka ofm como promotor de justicia. Asimismo, fueron nombrados en el proceso dos médicos forenses para el examen de los restos, la Dra. Graciela Adriana Mendía y el Dr. Néstor Botas.

Entre los testigos presentes que se convocaron para este acto, se encontraba monseñor Fernando Maletti, entonces párroco de San Cayetano, en el barrio de Liniers, y el párroco de Nuestra Señora de la Piedad, monseñor Salvador Culotta; así como las religiosas de la Congregación Hijas del Divino Salvador, y de otras comunidades religiosas, y laicos.

De este modo, el 3 de diciembre de 1999 se procedió a lo pedido, reconociendo los restos óseos de Mama Antula en su sepulcro situado en la basílica Nuestra Señora de la Piedad, donde después fueron nuevamente inhumados

Recuerdo que el arzobispo me pidió entonces que el acto se hiciera con mucho esmero, y quiso conocer después los pasos dados y los resultados alcanzados. “Era una gran mujer, de fe y santidad”, me dijo entonces, sin pensar por mi parte que muchos años después sería él quien iba a autorizar su beatificación y canonizar a Mama Antula.

La finalidad de este acto en el sepulcro identificado de la sierva de Dios era, en primer lugar, reconocer -después de su apertura- que los restos de Mama Antula se encontraban en el lugar señalado, y describir atentamente con la intervención de los médicos forenses, cómo se hallaban y cuál era su estado de conservación, a lo que se añadieron otros elementos que se conservaban en el sepulcro.

Para ello, después de abrir el sepulcro de mármol, nos encontramos que su interior estaba recubierto por placas de bronce, y contenía en primer lugar un tubo de vidrio con la homilía del padre Perdriel y el decreto de exhumación y el acta del traslado de los restos de Mama Antula desde su anterior morada en el camarín de la Virgen en 1913, y otros escritos de la época, y en segundo lugar, más atrás, una urna de madera lustrada, bien conservada, rodeada en su exterior por cordones aparentemente de seda, y lacrados en varias partes con lacre colorado.

La urna estaba en buen estado de conservación y fue difícil de abrir, para lo cual se requirió la colaboración de un cerrajero. Al abrirla finalmente, los presentes percibimos un olor notable de madera verde, que llamó la atención de los presentes, y se hizo constar en actas.

Casi junto a la puerta y envueltos en una tela amarilla con bordados y pasamanería, se encontraron los restos óseos de Mama Antula, de delicada contextura, que no permitían reconocer a qué parte del cuerpo pertenecían.

Asimismo, en la parte de atrás de la urna también se encontraban muy pequeños fragmentos óseos, restos de hilos de tela marrón o negro, y un resto de cuero, que podía ser del calzado, además de tierra y restos de mampostería.

La apertura del sepulcro y de la urna también fue una ocasión para retirar dos pequeños fragmentos óseos y de tela para que se pudiera contar con reliquias de Mama Antula.

Por medio de este acto canónico, presidido por los sacerdotes designados, con la participación de los médicos forenses y los testigos presentes, se pudo confirmar la existencia de los restos de Mama Antula, y a la vez contar con las reliquias de primer grado de sus mismos restos, y de otros elementos que estuvieron en contacto con ellos.

Dios mediante, muchos años después, el Papa Francisco, al presidir la canonización de Mama Antula, en la basílica de San Pedro, va a declarar su santidad, que se halla respaldada por su vida ejemplar y heroica, y los milagros, que por su intercesión, lo confirman. Su incansable apostolado estaba cimentado en su profunda vida interior, alimentada por la fe en Dios, la Eucaristía y por la caridad".+


Parte del acta que consta en la Positio de la Causa sobre la vida, virtudes y fama de santidad de María Antonia de San José