"Una dignidad que debe ser reconocida, respetada y promovida en las múltiples relaciones de la persona: familiares, laborales, sociales", enfatizó el arzobispo de Córdoba.
"Es verdad que duele mucho cuando se profana un templo nuestro. Nos duele también, de un modo muy hondo, que se lastime la fraternidad entre nosotros", afirmó el obispo de San Isidro.