Miércoles 25 de diciembre de 2024

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Fiesta de la Cruz de los Milagros

Homilía de monseñor Domingo S. Castagna, arzobispo emérito de Corrientes, en la Fiesta de la Cruz de los Milagros (Corrientes, 3 de mayo de 2022)

Juan 3, 13-17

1. Corrientes, un pueblo creyente. ¡Querido pueblo de Corrientes! Pueblo creyente que has sabido plasmar tu fe en una historia de gestas heroicas. Hoy celebramos una Fiesta que es muy tuya, porque, en lo que conmemoras, has mostrado en tus hijos un inmedible amor a tu tierra guaraní y cristiana. La Cruz de Cristo es el signo totalizador de tus creencias religiosas y de todos los valores que definen tu compromiso como pueblo. El texto evangélico de San Juan, te comprende con exactitud: “De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna”. (Juan 3, 14-15) Mis queridos hermanos correntinos, somos testigos de la fuerza y eficacia redentora de la Cruz de Cristo. Es éste un momento de enorme aflicción y desafío donde, al revés de la incredulidad del mundo, llamado civilizado, debemos exhibir nuestra fe cristiana y elevar esta Cruz de los Milagros por sobre la insensatez que niega los valores espirituales que nuestros mayores cultivaron y nos transmitieron.

2. Nunca la guerra. Es ahora cuando el mundo se muestra como es: irresponsable, emancipado de Dios y corriendo vertiginosamente hacia su propia ruina. ¿Quién frenará la guerra, que hoy prueba su macabra capacidad de destruir a los seres humanos, sin distinguir a culpables e inocentes, niños, jóvenes y ancianos? El Papa Francisco ha puesto su acento de Pastor herido en su dramático llamado a construir la paz. Sacude las conciencias de quienes pueden poner fin a la guerra. La destrucción y la muerte son injustificables e impiden la auténtica paz. El egoísta más fuerte tiene ventaja sobre el más débil y produce una guerra inacabable y genocida, nunca la paz. Cristo cargó sobre Sí toda la violencia del mundo y “muriendo destruyó la muerte”. El conocimiento de su conmovedor sacrificio causa, al ser elevado en alto, la capacidad de resolver los conflictos y lograr el cumplimiento de la vocación al amor y, por ende, a la convivencia fraterna. La comparación que Jesús presenta -a su multitudinario auditorio- revela la virtud curativa de su Cruz. Adherirse a ella –“mirarla”- es recibir la Vida, negada por el pecado.

3. La Cruz de los Milagros. La Cruz de los Milagros, guardada en este tradicional templo correntino, no es una mera reliquia ennoblecida por su antigüedad. Es un signo transmisor de la Vida, que Cristo ha preservado para quienes lo entiendan y acepten. Constituye la expresión humana más perfecta e inexplicable del amor de Dios hacia cada uno de nosotros, criaturas suyas, imágenes de su libertad, que, en sus orígenes, cedieron a la tentación diabólica de mal usar el don que los asemejaba a Dios. Así se introdujo el egoísmo violento y destructor, gestor de la delincuencia y de la guerra. Es preciso advertir que la Cruz de Cristo cura la herida del egoísmo y de sus derivados: la soberbia y la violencia. Cristo, con su amor llegado al extremo de la Cruz, se constituye en vencedor del pecado y de la muerte. En Él, en quien Dios Padre expresa a la humanidad toda la ternura y paciencia de su amor, se encarnan la misericordia y el perdón. El sustrato de la Revelación divina, es el llamado a que todos los seres humanos hagan una opción libre por el amor, mediante la conversión. Jesús deja bien en claro que vino para recuperar a los pecadores. Su misterio de encarnación, muerte y Resurrección está dirigido a que todos los hombres reconozcan a Dios Padre y el carácter filial y fraterno de sus vidas.

4. En la Cruz, la esperanza del mundo. La Cruz de Cristo no es una decoración piadosa para tiempos tranquilos. Es la declaración de amor de Dios a un mundo que pretende excluirlo de sus proyectos: “Sí, Dios amó tanto al mundo que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna”. (Juan 3, 16) Están cayendo todas las expectativas humanas; por la gracia de Dios, permanece firme la esperanza, estrictamente vinculada a la fe en esta Cruz, en la que Cristo es elevado como respuesta de Dios. Corrientes ha sabido anticiparse -en gestos reconocidos por la heroicidad de sus hijos- en acontecimientos inolvidables de la historia patria. Así, silenciosamente, seguirá manifestando su fe, mediante la elevación de esta milagrosa Cruz, en la que, de manera invisible, pende el Redentor del Mundo.

Mons. Domingo S. Castagna, arzobispo emérito de Corrientes