Nuestro mejor servicio en este tiempo es vivir el ministerio con entusiasmo, alegría y esperanza.
Textos bíblicos: Jer 1, 4-10; Sal 139, 1-8; 13-14,
1Cor 9, 16-19; 22-23. Jn 13, 1-15.
Estimados hermanos:
1. Si toda celebración eucarística por el mismo hecho de encontrarnos entre nosotros y con el “Viviente” (Ap 1,17) es una inmensa alegría, en ésta las razones se multiplican: es la primera vez después del encuentro de Galilea 2020 -hace casi dos años- que como diócesis podemos encontrarnos de modo presencial. En esta celebración, además, recibimos con inmensa gratitud a las PHMC (Hnas de Don Orione) que están presentes en nuestra diócesis desde el 13 de septiembre y residen en la ciudad de La Cruz. Y en el marco de un nuevo aniversario de vida diocesana (el cuadragésimo segundo), Dios como quien nos hace una nueva caricia, regala para esta Iglesia la ordenación diaconal de Ricardo. Todo esto y tantísimas cosas más que sería casi imposible de enumerar, nos recuerda aquella elocuente afirmación de Santa Teresa de Jesús: “Dios está y nos consuela”, pero ¡atención! No debemos quedarnos con los consuelos de Dios, sino “buscar y abrazar al Dios de los consuelos”. En esta encrucijada de la historia, es Dios quien nos asegura su compañía, permitiéndonos de este modo caminar con serenidad y paz, sabiendo de su presencia paterna y providencial.
2. La juventud de Ricardo inmediatamente nos remite a la juventud del profeta Jeremías cuyo llamado vocacional acabamos de escuchar en la primera lectura y también, a la juventud de Jesús quien, a muy temprana edad y totalmente entregado a la voluntad del Padre, ofrece su vida en la predicación y la dona finalmente en la cruz. Hoy precisamente lo contemplamos en esta sugestiva escena del lavatorio de los pies: nada más ni nada menos, que el inicio y la representación más honda de lo que ha sido su pasión, muerte y resurrección. Su Pascua para nuestra salvación.
3. Es casi unánime la constatación de que la pandemia del Coronavirus ha afectado fuertemente el ánimo de las sociedades y, por tanto, de las personas que la conforman. La esperanza y la alegría actualmente son dos monedas poco encontradas y muy buscadas. Múltiples factores lamentablemente nos han llevado a ello. En este clima general y sobre todo en los últimos tiempos de nuestro país, diversos actores sociales y sobre todo dirigentes, han advertido esta suerte de parálisis en un sector determinado de la sociedad. Se habló -y se habla- de la falta de entusiasmo entre los más jóvenes. Si bien es una característica prácticamente de todas las edades hoy, a los jóvenes, se los encuentra sin entusiasmo, desilusionados y como planchados en sus sueños.
4. Constatación fuerte y lamentablemente, muy real. Encontramos a los jóvenes entre perdidos y sin horizontes claros. Las causas pueden ser muchas; se los acompaña poco, son escasos los adultos que le dediquen tiempo y atención, en el tiempo de la pandemia han sido totalmente olvidados y encerrados, y hasta tristemente, estigmatizados. Las responsabilidades están repartidas y son diversas, pero como sociedad -y las instituciones que la conformamos- debemos aprender de lo sucedido, fundamentalmente para que no vuelva a pasar.
5. Con mucha improvisación y desconocimiento, se ha intentado “ganar a los jóvenes” –no sin demagogia- a partir de superficialidades y propuestas frívolas. La propuesta que por estos tiempos se hizo escuchar se centraba en un eslogan: “disfrutar la vida”, o “hacer de la vida un disfrute”[1]. En la bolsa de esta improvisada -y torpe- propuesta, encontramos desde el fanatismo ideológico sustentado por la emotividad, la banalización del amor y de la sexualidad, hasta el mentiroso discurso del “uso recreativo de la marihuana”. Poco se habló de estudiar, de esforzarse, de fraternizar, de trabajar, de experiencias de tipo deportivas o artísticas, del sentido madurativo de las frustraciones y los fracasos y, menos aún, se escucharon propuestas con algún tipo de espesor altruista y trascendente. Esto recuerda aquella sentencia de Jesús a los escribas y fariseos, cuando les dice “guías ciegos” (Mt 23,16.19.24.26), o aquello de “¿puede un ciego guiar?” (Lc 7,39).
6. Sólo quien desconoce o ignora el alfabeto de lo humano y del corazón de las personas, puede improvisar y proponer un horizonte de vida con tales características. Hay una hermosa expresión en el antiguo testamento –del profeta Ageo que dice “¡Consideren la situación en que se encuentran! Ustedes han sembrado mucho, pero han cosechado poco; han comido, pero no se han saciado; han bebido, pero no han apagado su sed; se han vestido, pero no se han abrigado; y el asalariado ha puesto su jornal en saco roto.” (Ag 1,1-8). No cualquier cosa colma y calma el corazón de una persona y, por tanto, el de un joven. Podemos comer, pero seguiremos teniendo hambre, podemos beber y seguiremos sintiendo sed. Más que cosas –o disfrute como bien decíamos- lo que necesita el corazón de cualquier hombre y por tanto de un joven es una Presencia (con mayúscula). En este sentido, es sugestiva la misma etimología de la palabra entusiasmo, que significa: “soplo interior de Dios”, “que lleva a (un) Dios dentro”[2].
7. El entusiasmo que se despierta en el joven Jeremías tiene que ver con esa misteriosa presencia que lo viene cuidando, amando y llamando. Dios y su amor eterno llenan el corazón. Es la misma experiencia que vive el joven Jesús quien en repetidas ocasiones escucha la voz del Padre quien le dice “este es mi hijo muy amado en quien me complazco” (Mt 3,17.17,5). Ricardo mordió en repetidas ocasiones esta realidad, muchas de las cuales de la mano de una fuerte experiencia eucarística. Y fue ella, la que lo llevó a abrir el corazón, llenarlo de entusiasmo, confrontarse con Dios y hasta experimentar una y mil veces ese insistente llamado de Dios, que no dejaba de resonar, incluso en medio de desánimos, límites y debilidades.
8. Esta experiencia de Jeremías, cargada de entusiasmo y alegría no le han faltado dolores y dificultades. Él mismo ha sido quien prefiguró en su propia persona la misma experiencia de Jesús que como bien sabemos, termina con la entrega de su vida en la Cruz. Quien se sabe amado y acompañado por Dios, más allá de las contrariedades que lo visitan y que nunca faltarán, no pierde la alegría ni el entusiasmo ni la esperanza, por el contrario, se refuerzan[3] y se experimentan bajo el rostro de la serenidad y de la paz. Lo cantábamos juntos en el Salmo; “el Señor es mí pastor. Nada me puede faltar... Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza… Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida” (Cfr. Sal 23). Resuena aquello que Dios dijo a Jeremías en medio de muchas luchas que ponían en riesgo no sólo su fama sino su vida: “Yo estoy contigo” (Jer 1,8-10.19; 30,11). El amor de Dios y su fidelidad son la garantía y la razón –primera y última- de una vida marcada por la alegría, por la esperanza y el entusiasmo. Ricardo, te mentiríamos si hablaríamos que con la consagración diaconal desaparecen como en un arte de magia los problemas y las dificultades de la vida. No es así. Lo que sí podemos asegurarte es que, en medio de ellas, entre situaciones y personas, no dejarás de escuchar esa voz de fondo que dirá “no temas, yo estoy contigo” (Is 41,10).
9. La imagen que San Juan quiso dejar de la última cena ha sido el lavatorio de los pies. Esta sugestiva escena que acabamos de escuchar en el Evangelio, es sumamente orientativa a la hora de imaginar cómo podemos cargar en el corazón la alegría y la esperanza. La clave es la contemplación de Jesús siervo humilde, y el servicio al cuerpo de Jesús en sus miembros más humildes. En esa doble y sugerente vertiente Ricardo, encontrarás la fuente en la que jamás se agotarán las fuerzas y el entusiasmo.
10. Con este telón de fondo, me quisiera detener en dos realidades muy particulares, propias de la vida diaconal y que están al servicio -diríamos que promueven- un corazón marcado por el entusiasmo, la alegría y la esperanza:
11. Entusiasma contemplar a Pablo en la segunda lectura que acabamos de escuchar. Célibe y esposado con la compleja comunidad de Corinto nos deja entrever su celo evangelizador, lleno de entusiasmo que lo lleva a decir: “ay de mí si no predicara el Evangelio” (1Co 9,16) y su incansable capacidad de servicio “me hice todo para todos, para ganar por lo menos a algunos, a cualquier precio” (1Co 9,22). ¡Qué lindo ícono Ricardo para pensar e imaginar tu ministerio diaconal! En este tiempo, tu servicio diaconal Ricardo no puede ser otro. Que tu presencia, que tu palabra, que tu testimonio trasunten la alegría, la esperanza y el entusiasmo propios de un corazón lleno de Dios y fraguado en su amor.
12. Te encomendamos querido Ricardo de modo especial a nuestros patronos; a Nuestra Señora de Itatí y al apóstol Santo Tomás. Y en este año dedicado a su figura, te entregamos al cuidado de San José.
Mons. Gustavo Montini, obispo de Santo Tomé
Notas
[1] Cfr. https://www.clarin.com/politica/elecciones-2021-10-frases-campana-hicieron-ruido_0_Epy6k0WIG.html
[2]https://es.wikipedia.org/wiki/Entusiasmo: Entusiasmo es una exaltación del ánimo por algo que lo cautive. Se nombra con una voz usada en la Grecia antigua; es palabra compuesta de tres: «en», «theou» y «asthma», que significan juntas «soplo interior de Dios». Una voz formada de 'entheos' o 'enthous' (que lleva un dios dentro: 'en' + 'theos').
[3] Amadeo Cencini, Virginidad y celibato hoy, editorial Sal Terrae, Santander 2006, p. 135: “En la tradición ascética y mística de la Iglesia, en oportunidades se ha definido muchas veces a la cruz como “lecho nupcial” en el que el alma se une íntimamente e intensamente con el Esposo”.
[4] Amadeo Cencini, Virginidad y celibato hoy, oc. p. 26.
[5] José María Recondo, Aprendiendo a amar como pastores, Ed Ágape, CABA 2014, “El narcisista busca ansiosamente qué intereses tienen los demás, para poder responder a ellos de la mejor manera posible y recibir así unas migajas de aprobación. La historia profunda es triste: tras un narcisista hay una experiencia de hambre insatisfecha… en el fondo del narcisista hay un niño que no tiene más defensa que refugiarse en algún aspecto de su persona que pueda ser valorado”, p. 51. Para profundizar el tema sugiero leer todo el capítulo III.
[6] Francisco, Carta Apostólica Corazón de Padre, 08 de diciembre 2020, nº 7.
[7] Cfr. San Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Pastores Dabo Vobis, Ed. Paulinas Buenos Aires 1992, nº 35.