En ocasión de celebrarse próximamente en nuestro país, elecciones nacionales, provinciales y municipales, donde, a través de este ejercicio democrático, elegiremos a las nuevas autoridades o ratificaremos a las que ya están en funciones; quisimos compartir algunas reflexiones que buscan alentar el discernimiento debido a la hora de ejercer nuestro derecho a sufragar y el deber cívico de un voto responsable.
La pandemia del Covid-19 ha trastocado, dice el Papa Francisco, todas nuestras certezas; “la tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades”. Como los discípulos en la barca, sentimos que nos hundimos, tenemos miedo y el caos arremete contra toda esperanza.
¡Sálvanos Señor! (Mt. 8,25) es el grito desesperado de tantos hermanos nuestros que sufren la pandemia del hambre, la falta de trabajo, de atención sanitaria, desnutrición, la falta de vivienda, las grandes brechas educativas profundizadas en este tiempo, donde “un número alto de niños, niñas, adolescentes y jóvenes prácticamente han perdido el año escolar o han interrumpido sus estudios por falta de recursos y un acceso al internet para seguir las clases de modo virtual, viendo así muy incierto su futuro” (Documento para el Camino - Consejo Episcopal Latinoamericano), el narcotráfico, la trata de personas, la violencia en todas sus formas, pero especialmente la que se da contra la mujer que “nos revela que cada 32 horas una mujer es asesinada, víctima de la violencia de género” (La Otra Pandemia, Mesa Equidad - Cáritas Argentina)
Frente a esta realidad, no podemos ser indiferentes. El escándalo de la pobreza estructural que padece nuestro país desde hace tiempo, y la consecuente e impostergable promoción de la dignidad humana en todos los ámbitos, demandan acciones concretas, urgentes y el compromiso de todos, ante una sociedad que se orienta permanentemente hacia el individualismo, desvalorizando la instancia comunitaria y cooperativa.
Los grandes desafíos de la sociedad actual y la responsabilidad de elegir a los representantes del pueblo, que deberán conducir y gobernar la sociedad en la que vivimos, nos invitan a mirar con profunda verdad y realidad la situación de nuestro país, provincia – ciudad. Una tarea ardua, pero una tarea de todos, que exige la búsqueda de “la mejor política puesta al servicio del verdadero bien común” (Fratelli Tutti 154).
“No podemos hacer un cambio sin educar a ese cambio” (Papa Francisco, Pacto Educativo Global) Sostenemos que el camino para asumir este “cambio de época” y perseguir el bien común, será propiciar un diálogo reflexivo, abierto y sincero, no dejando fuera a nadie, cada quien observa una parte de la realidad que el otro no percibe, enriqueciendo el debate, la búsqueda de respuestas y soluciones comunes. “Para encontrarnos y ayudarnos mutuamente necesitamos dialogar” (FT 198)
Las grietas, divisiones y las diversas formas de intolerancias evidenciadas en la sociedad y, sobre todo, en el ámbito de lo político - partidario, son producto, muchas veces, de esta falta de diálogo, que hacen desvirtuar el fin último de la política, generando descrédito y desconfianza hacia la institución de los partidos políticos y a la función de representación que cumplen los mismos. Lo anterior, intensifica la apatía cívica cada vez más generalizada, ocasionando un fuerte desaliento para la participación ciudadana. En este contexto, educar para el diálogo, deberá constituirse en una meta prioritaria a seguir, especialmente, para aquellos hombres y mujeres que sientan el llamado a la vocación política y quieran servir al bien común.
La construcción de una sociedad en donde la dignidad de la persona, en todas sus dimensiones, constituye un imperativo ético, debe ser tarea de todos. En este sentido, votar y poder elegir a nuestros representantes, se convierte en “una de las mejores garantías de permanencia de la democracia” (Doctrina Social de la Iglesia). Así, educar para la participación democrática, contribuirá a fortalecer las instituciones, asegurando la paz y la amistad social.
Nuestro voto es muy importante. Por ello, debemos conocer las propuestas y proyectos de cada candidato o agrupación política, de manera que podamos formarnos una opinión fundada para elegir bien, es decir, a conciencia y con responsabilidad. Consideramos que no podemos tomar la decisión de elegir por quién votar cuando estemos en el cuarto oscuro.
En tiempos de incertidumbre, discernimos juntos:
¿Qué criterios debemos perseguir a la hora de votar?; ¿Deben pesar unos principios más que otros? Concretamente, nos interpelan los siguientes: la defensa de la vida, desde la concepción hasta su muerte natural, como derecho humano fundamental, siendo un llamado urgente y prioritario, protegerla con políticas de Estado que garanticen a todos, el acceso a “la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios” (Declaración Universal de los Derechos Humanos, Art.25); la promoción de la familia, célula fundamental de la sociedad; la libertad de enseñanza y de educación, teniendo como horizonte “una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión” (Papa Francisco – Pacto Educativo Global); la generación de trabajo digno, y el cuidado de nuestra Casa Común.
Nos preguntamos:
¿Manifiesta -tal o cual candidato o agrupación política-, con claridad, su propuesta para afrontar los flagelos que afectan a tantos hombres, mujeres, niños e indefensos?
¿Promueve leyes que cuiden la dignidad del trabajo, la salud, la educación y la ecología? ¿Cuáles son?
¿Explica claramente cómo promover leyes que ayuden a combatir el narcotráfico y que contengan a tantos hermanos que sufren adicciones?
La propuesta de gobierno de los candidatos, ¿sostiene explícitamente la defensa y protección de la vida humana desde su concepción hasta la muerte natural?
Lo que se propone, ¿da respuesta verdadera y eficaz a los problemas que angustian al conjunto social?
Ante la constatación de que gran parte de las campañas electorales se limitan a la difusión de spots publicitarios, slogans armados, declaraciones estridentes y descalificaciones entre los que se disputan los cargos públicos, nos preguntamos:
Los candidatos, ¿han presentado propuestas concretas? ¿Explican de manera clara y accesible a la ciudadanía cómo las llevarán a cabo?
¿Conozco realmente las propuestas o solo los slogans de campaña?
¿Me ocupo en desarrollar un pensamiento crítico que me permita discriminar lo que está orientado verdaderamente al bien común o, por el contrario, va en contra del mismo?
¿Prevé -tal o cual candidato- la propuesta de buscar acuerdos básicos necesarios?
¿Está abierto a un diálogo respetuoso y constructivo o solamente a un intercambio de opiniones que frecuentemente terminan en monólogos oportunistas y contradictorios? (FT 200)
La Doctrina Social de la Iglesia nos recuerda que el compromiso público no se limita al voto; más allá de la instancia de participación electoral, debemos implicarnos día a día, en la construcción de ciertos valores que nos permitan y hagan posible la vida en sociedad:
El respeto por la dignidad de cada persona: “Cuando se respeta la dignidad del hombre, y sus derechos son reconocidos y tutelados, florece también la creatividad y el ingenio, y la personalidad humana puede desplegar sus múltiples iniciativas en favor del bien común” (FT 22)
El compromiso por el bien común, “sólo juntos es posible alcanzarlo, acrecentarlo y custodiarlo” (Doctrina Social de la Iglesia)
Una cultura del encuentro, “Esto implica el hábito de reconocer al otro el derecho de ser él mismo y de ser diferente” (FT 218). Una cultura que integre y no descarte, una cultura para la vida.
La búsqueda incesante de la verdad, una “verdad (que) encuentra su realización plena en la persona misma de Jesús, en su modo de vivir y de morir, fruto de su relación con el Padre” (Catequesis Papa Francisco)
“Y levantándose, increpó al viento y al mar, y sobrevino una gran calma” (Mt. 8,26).
Sostengamos la esperanza, porque el Señor está en la barca con nosotros, y esa calma que tanto el mundo necesita, llegará pronto.
Corrientes, 1 de agosto de 2021
Mons. Adolfo R. Canecín, obispo de Goya
Equipo Formación Ciudadana de la diócesis de Goya