Viernes 15 de noviembre de 2024

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Tedeum del 25 de Mayo

Homilía de monseñor Carlos Alberto Sánchez, arzobispo de Tucumán, en el aniversario de la Revolución de Mayo (Iglesia catedral, 25 de mayo de 2021)

Queridos hermanos, ¡Feliz día de la Patria!

Celebramos los 211 años de la gesta de Mayo. El 25 de mayo de 1810, el Cabildo abierto de Buenos Aires expresó su primer grito de libertad para nuestra Patria que llegó a su culmen con la declaración de la Independencia, en esta ciudad, el 9 de julio de 1816.

Hoy nos congregamos espiritualmente, en esta Iglesia Catedral, a través de los medios de comunicación, para alabar a Dios y bendecirlo por habernos dado la vida, habernos constituido pueblo que camina en la Argentina como Patria libre. “Gracias, Señor, por tu amor” y también para pedirle que nos libre de esta pandemia y que aprendamos a salir juntos y mejores de esta crisis.

La humanidad, nuestra patria, nosotros, tucumanos, estamos viviendo este tiempo de pandemia con mucho dolor, angustia, opresión, desconcierto e indignación. En nuestra sociedad tucumana:

  • Muchos de nosotros hemos experimentado la enfermedad en carne propia;
  • Familiares y amigos han fallecido víctimas de esta
  • Cuántos han perdido su trabajo, oportunidades y
  • Muchos han experimentado el abandono, la soledad y la
  • Algunos son víctimas de la ingratitud, el atropello y la violencia
  • Otros padecen más descarnadamente la pobreza y la marginación; la inseguridad y la postergación en su vida
  • Los que sufren una agresiva desigualdad al lado del derroche indiferente de
  • Se agudizan la falta de respeto, la intolerancia y la indiferencia.
  • Se deterioran los vínculos, se desgastan las instituciones, las autoridades pierden
  • Lamentamos indignados que en medio tanta muerte por la pandemia y la violencia se haya promovido más muerte al legalizar el aborto.

Toda esta situación se profundiza, se agrava día a día y experimentamos que no tenemos un proyecto claro, coherente y que incluya todas las realidades de los argentinos, ni una meta que nos aliente a seguir caminando juntos.

Pero, ¡cómo cambia nuestro ánimo, cuando visibilizamos los nuevos héroes de la Patria, constructores de una sociedad más digna y fraterna!

Esos hombres y mujeres que entregan sus vidas al servicio de los demás: personal de salud: médicos, enfermeros… docentes, transportistas, productores, empresarios, obreros y empleados, profesionales, cuentapropistas, voluntarios de comedores… así como también tantas personas que creativamente se ponen al servicio de los demás invirtiendo su tiempo, sus capacidades, sus bienes... Vecinos solidarios con los propios vecinos, compartiendo la comida, acercándoles mercadería, haciéndoles trámites, pagándoles servicios, etc.

Estos testimonios:

  • nos alientan en la esperanza, que una Patria mejor es
  • nos mueven en la compasión hacia el que sufre y está
  • nos impulsan a la caridad desinteresada con
  • nos despiertan del adormecimiento para ser protagonistas de esta historia de hoy atravesada por el dolor que se hace fecunda cuando trasciende.
  • Hay muchos, muchos argentinos y tucumanos que quieren una Patria distinta, que luchan por la justicia, la libertad y la prosperidad para todos; que promueven el diálogo, el encuentro y poner los bienes en común.
  • Nos llenan de alegría para seguir andando nomás…

En momentos de crisis se ve lo bueno y lo malo: la gente se muestra tal cual es. Algunos dedican tiempo a servir a los que lo necesitan, mientras que otros se sirven de los demás, lamentablemente y aprovechan la confusión y la crisis para sacar ventajas egoístamente.

En este momento de crisis, las autoridades y los ciudadanos tenemos que revisar y modificar nuestras formas de actuar para poder salir juntos y mejores, promoviendo la cultura del encuentro mediante el diálogo, disponiendo al servicio del bien común nuestras capacidades y talentos.

Así le decía San Pablo en la primera lectura de hoy: “No hagan nada por espíritu de discordia o de vanidad, y que la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos. Que cada uno busque no solamente su propio interés, sino también el de los demás”

No hacer NADA por discordia, vanidad, egoísmo, ambición o indiferencia.

Si hacer TODO con humildad, reconociendo que todos tenemos que aportar al bien común, buscando el interés común de los demás.

Además, la experiencia de cercanía con personas que sirven con generosidad y entrega, genera en nosotros gratitud, alegría, consuelo y a la vez poder imitarlos.

Hemos de asumir y abrazar la Cruz, confiados en que lo que viene es vida nueva, nos da el coraje para dejar de lamentarnos y salir al encuentro para servir a los demás y así suscitar el cambio posible, que solo nacerá de la compasión y el servicio.

Esta situación de dolor y sufrimiento exige que todo nuestro ser esté presente; no podemos replegarnos, pasar indiferentes, poniendo excusas como el sacerdote o el levita de la parábola del Evangelio de hoy.

Pensemos en el samaritano: se para, se acerca, actúa, se mete en el mundo del hombre herido, en el sufrimiento del otro, se hace cargo, lo carga sobre su propia montura, lo cuida, paga por el herido asaltado.

Este hombre puso su mirada, su compasión, su vino, su aceite, su tiempo, su montura, su dinero… lo suyo al servicio del sufriente, lo trató como hermano.

Hoy Jesús nos dice a cada uno de nosotros, los argentinos, “procede de la misma manera” Poné lo tuyo al servicio del otro.

El consuelo que brota del amor y la comunión del Espíritu, que nos dice la Palabra de Dios, con ternura y compasión, nos exige que nos hagamos uno con el que sufre, poniéndonos en su cuero, llorado con el que llora, riendo con el que está alegre, compadeciéndose del hermano, aunque sea un desconocido, como lo hizo el samaritano de la parábola del Evangelio.

Muchas personas que se animaron a acompañar a otros en el dolor, buscando ofrecer apoyo y consolación fueron signos de la cercanía y la ternura de Dios.

Muchos murieron, desgraciadamente, pero nos dejan, a los que quedamos, el testimonio y el compromiso de construir la Patria siguiendo los caminos que nos han señalado. Que ellos gocen de la alegría de la eternidad y rueguen por nosotros.

En tiempos de crisis y tribulación, el amor de Dios sale a purificarnos, a recordarnos que somos un pueblo. Hubo un tiempo en que no éramos un pueblo, pero ahora somos el pueblo de Dios (1Pedro 2, 10). La cercanía de Dios nos llama a estar unidos.

Al inicio de la historia de todo pueblo hay una búsqueda de dignidad y libertad, una historia de solidaridad y lucha. Así lo hicieron los patriotas de 1810, los decididos tucumanos de 1812 y los congresales de 1816.

Para salir juntos y mejores de esta pandemia, también tenemos que buscar la dignidad y la libertad de todos; la lucha por vivir una fraternidad que cierre brechas, achique distancias y nos haga más solidarios. Auténticamente solidarios, porque la solidaridad no es compartir las migajas de la mesa, sino hacer, en la mesa, lugar para todos. La dignidad de los pueblos es un llamado a la comunión: compartir y multiplicar los bienes y la participación de todos y para todos.

Que el Señor de la Salud nos libre de esta pandemia, sane a los enfermos y fortalezca a los que los cuidan.

Que San José custodie con valentía creativa nuestras vidas y nuestra Madre de la Merced nos llene de ternura y compasión misericordiosa.

Mons. Carlos Alberto Sánchez, arzobispo de Tucumán